mas de un metro de ancho, del que partian dos escalones, otra prueba de la inquebrantable confianza de los venecianos en su capacidad para burlar las mareas que roen constantemente los cimientos de la ciudad. La habitacion a la que conducian los escalones era limpia, ordenada y sorprendentemente clara, para un apartamento situado en un
– Perdone, estaba comiendo -dijo el hombre arrojando la servilleta a la mesa.
– Lamento haberlo interrumpido -se disculpo Brunetti.
– Ya terminaba -dijo el hombre. Aun tenia una abundante racion de pasta en el plato, a la izquierda del cual habia un periodico abierto-. No importa -insistio conduciendo a Brunetti hacia el centro de la habitacion, hasta un sofa encarado a las ventanas-. ?Desea tomar algo? -pregunto-. ?Un
En aquel momento, nada apetecia a Brunetti tanto como un vasito de vino, pero rehuso. Luego tendio la mano y se presento.
– Marco Caberlotto -respondio el hombre estrechandole la mano.
Se sentaron. Brunetti, en el sofa; y Caberlotto, frente a el.
– ?Que hay de Franco? -dijo el hombre.
– ?Sabe ya que estaba en el hospital? -pregunto Brunetti, a modo de respuesta.
– Si; lo he leido esta manana en
– Lamento traerle malas noticias -dijo Brunetti utilizando la formula preparatoria que tan habitual se le habia hecho durante las ultimas decadas. Cuando vio que Caberlotto comprendia, agrego-: Ha fallecido esta manana sin salir del coma.
Caberlotto murmuro algo entre dientes y se llevo los dedos a los labios.
– No lo sabia. Pobre muchacho.
Brunetti dejo pasar un momento antes de preguntar suavemente:
– ?Lo conocia bien?
En vez de contestar, Caberlotto pregunto:
– ?Es cierto que se cayo? ?Que se cayo y se hirio en la cabeza?
Brunetti asintio.
– ?Se cayo? -insistio Caberlotto.
– Si. ?Por que lo pregunta?
Tampoco esta vez respondio directamente Caberlotto.
– Ah, pobre muchacho -repitio meneando la cabeza-. Nunca hubiera pensado que podia ocurrirle una cosa asi. Era siempre tan prudente.
– ?Se refiere en su trabajo?
Caberlotto miro fijamente a Brunetti y dijo:
– No. En todo. Era… en fin, era muy prudente. Una parte del trabajo de esa oficina en la que trabajaba consiste en salir a vigilar las obras, pero el preferia quedarse en el despacho, trabajando con los planos y los proyectos, viendo como se construian los edificios o como quedarian una vez restaurados. El decia que esa parte de su trabajo era la que le gustaba.
Recordando la visita que Rossi habia hecho a su casa, Brunetti dijo:
– Pero yo tenia entendido que una parte de su trabajo consistia en hacer visitas, para detectar obras ilegales.
Caberlotto se encogio de hombros.
– Ya se que a veces tenia que hacer visitas, pero mi impresion es que lo hacia mas que nada para tener la ocasion de hablar con los propietarios y explicarles la situacion. -Caberlotto hizo una pausa, quiza tratando de recordar sus conversaciones con Rossi, pero luego agrego-: Yo no lo conocia muy bien. Eramos vecinos, y a veces nos parabamos a charlar en la calle o tomabamos una copa juntos. Y fue entonces cuando me dijo que le gustaba estudiar los planos.
– Decia usted que era una persona muy prudente -apunto Brunetti.
– Lo era en todo -dijo Caberlotto, y el recuerdo casi lo hizo sonreir-. Yo solia bromear con el. Nunca bajaba la escalera con una caja en las manos. Decia que necesitaba ver donde ponia los pies. -Se detuvo, como tratando de decidir si seguia hablando, y asi lo hizo-. Un dia, le estallo una bombilla y me llamo para pedirme el nombre de un electricista. Yo le pregunte que le ocurria y cuando me lo explico le dije que podia cambiar la bombilla el mismo. Lo unico que hay que hacer es pegar a un carton cinta adhesiva doblada para que pegue por los dos lados, introducir el carton en el casquillo y hacerlo girar. Pero el dijo que le daba miedo tocarlo. -Caberlotto callo.
– ?Que ocurrio? -insto Brunetti.
– Era domingo, por lo que hubiera sido imposible hacer venir a alguien. Asi que subi a arreglarlo. No tuve mas que cortar la corriente y sacar la bombilla rota. -Miro a Brunetti e hizo girar la mano derecha-. Hice lo que le habia dicho, usando la cinta adhesiva y enseguida salio la bombilla. Tarde cinco segundos. Pero el nunca lo hubiera hecho. Hubiera tenido la habitacion a oscuras hasta que hubiera podido traer a un electricista. -Lanzo a Brunetti una mirada rapida y sonrio-. En realidad, no es que tuviera miedo. Era su manera de ser.
– ?Estaba casado? -pregunto Brunetti.
Caberlotto movio la cabeza negativamente.
– ?Novia?
– Tampoco.
De haber tenido mas confianza con Caberlotto, Brunetti le hubiera preguntado por un posible novio.
– ?Y sus padres?
– No se si aun viven. En cualquier caso, no residen en Venecia, desde luego. Nunca hablaba de ellos, y pasaba todas las fiestas aqui.
– ?Amigos?
Caberlotto reflexiono.
– A veces, lo veia con otras personas en la calle. O tomando una copa. Ya sabe lo que es eso. Pero no recuerdo a nadie en particular, ni haberlo visto varias veces con una misma persona. -Brunetti no respondio a eso, y Caberlotto trato de explicarse-: En realidad, no eramos amigos, ?comprende? No me fijaba mucho en el. Solo lo saludaba al pasar.
– ?Recibia visitas?
– Supongo. En realidad, no presto atencion a quien entra y quien sale. Oigo subir y bajar a la gente, pero no se quienes son. ?Por que esta usted aqui? -pregunto de pronto.
– Tambien yo lo conocia -respondio Brunetti-. Asi que, cuando me he enterado de su muerte, he venido a hablar con la familia, pero vengo como amigo, nada mas. -A Caberlotto no se le ocurrio preguntar por que, si era amigo de Rossi, Brunetti sabia tan poco de el.
El comisario se levanto.
– Ahora lo dejo para que pueda acabar de almorzar,
Caberlotto se la estrecho. Acompano a Brunetti hasta la puerta de la calle y la abrio. Alli, desde lo alto del escalon, miro a Brunetti y dijo:
– Era buena persona. No lo conocia mucho, pero lo apreciaba. Siempre hablaba bien de la gente. -Se inclino y puso la mano en la manga de Brunetti, como para dar mas enfasis a sus palabras, y cerro la puerta.
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Camino de la