– Si -respondio el teniente-, es uno de mis mejores hombres. -Hizo un breve resumen del excelente rendimiento de Franchi durante el periodo de instruccion pero, antes de que pudiera terminar, el joven agente habia vuelto con la bolsa de plastico. Dentro habia una cartera de piel marron.

Franchi se paro en la puerta, indeciso, sin saber a quien entregar la bolsa.

– Desela al comisario -dijo el teniente Turcati, y Franchi no pudo disimular la sorpresa al enterarse del rango del hombre que le habia interrogado. Fue hacia Brunetti, le entrego la bolsa y saludo.

– Gracias, agente -dijo Brunetti tomando la bolsa de una punta. Saco el panuelo y envolvio en el la bolsa cuidadosamente. Luego se volvio hacia el teniente:

– Si lo desea, le firmare un recibo.

El teniente le acerco una hoja de papel y Brunetti escribio la fecha, su nombre y una descripcion de la cartera. Puso su firma al pie, devolvio la hoja a Turcati y abandono el despacho con Vianello.

Cuando salieron a la calle, habia empezado a llover.

9

La lluvia arreciaba mientras volvian a la lancha, felicitandose de que Bonsuan hubiera insistido en esperarlos. Cuando subieron a bordo, Brunetti miro el reloj y vio que eran mucho mas de las cinco, lo que significaba que llegaria tarde a la cita con su superior. Salieron al Gran Canal. Bonsuan viro a la derecha y entro en la gran «S» que, por delante de la Basilica y el Campanile, los llevaria hacia el Ponte della Pieta y la questura.

En la cabina, Brunetti saco la cartera envuelta en el panuelo y la entrego a Vianello.

– En cuanto lleguemos, haga el favor de llevarla al laboratorio para que saquen las huellas. -Mientras Vianello se hacia cargo del envoltorio, Brunetti agrego-: Las de la bolsa de plastico seran de Franchi, y esas pueden descartarlas. Y envie a alguien al hospital para que tome las de Rossi.

– ?Algo mas, comisario?

– Despues envieme la cartera. Me gustaria echar un vistazo al contenido. Y diga que es urgente.

Vianello lo miro:

– ?Y cuando no lo es, comisario?

– Bien, puede decir a Bocchese que hay una persona muerta. Eso quiza le haga apresurarse.

– Bocchese es de los que dirian que en tal caso ya no es necesario correr -observo Vianello.

Brunetti opto por hacer caso omiso del comentario.

Vianello guardo el panuelo en el bolsillo interior de la chaqueta del uniforme y pregunto:

– ?Algo mas, comisario?

– Que la signorina Elettra mire si en el archivo tenemos algo sobre Rossi. -No era probable, ya que no podia imaginar a Rossi involucrado en alguna actividad delictiva, pero la vida le habia dado sorpresas mayores que esa, por lo que no estaria de mas asegurarse.

Vianello levanto los dedos de una mano.

– Perdon, comisario, si lo interrumpo, pero, ?significa eso que vamos a tratar el caso como una investigacion de asesinato?

Los dos sabian las dificultades que eso acarreaba. Hasta que se asignara magistrado, ninguno de ellos podia iniciar una investigacion oficial, pero, para que un magistrado pudiera hacerse cargo y tratarlo como caso de asesinato, tenia que haber pruebas convincentes de que se habia cometido un crimen. Brunetti dudaba de que su impresion de que Rossi sufria de vertigo pudiera considerarse prueba convincente de crimen y, menos, de asesinato.

– Tendre que convencer al vicequestore -dijo Brunetti.

– Si, senor -suspiro Vianello.

– Parece usted esceptico.

Vianello levanto una ceja. Fue suficiente.

– Esto no va a gustarle, ?verdad? -insinuo Brunetti. Nuevamente, Vianello declino responder. Patta solo permitia a la policia admitir que habia delito cuando, por asi decir, se lo metian por los ojos y no habia forma de negarlo. No parecia probable que autorizara la investigacion de algo que tenia todas las trazas de un accidente. Mientras fuera posible eludirlo, mientras no pudieran presentarse pruebas que convencieran hasta al mas esceptico de que Rossi no se habia matado al caerse, a los ojos de las autoridades, el caso seguiria siendo un accidente.

Brunetti tenia la facultad, o quiza el inconveniente, de poder ver cualquier situacion desde dos angulos distintos por lo menos, y comprendia lo absurdas que debian de parecer sus sospechas a quien no las compartiera. El sentido comun aconsejaba abandonar todo aquello y aceptar lo evidente: Franco Rossi habia muerto al caer accidentalmente de un andamio.

– Manana por la manana, vaya a buscar las llaves al hospital y eche una ojeada al apartamento.

– ?Que he de buscar?

– Ni idea -respondio Brunetti-. A ver si encuentra una libreta de direcciones, cartas, nombres de amigos o parientes.

Tan absorto estaba Brunetti en sus especulaciones que no se dio cuenta de que entraban en el canal, y solo el ligero choque de la lancha contra el embarcadero de la questura le indico que ya habian llegado.

Subieron juntos a cubierta. Brunetti, con un ademan, dio las gracias a Bonsuan, que estaba ocupado en tensar los amarres. El y Vianello cruzaron bajo la lluvia hacia la puerta principal de la questura, que un agente de uniforme se adelanto a abrir. Antes de que Brunetti pudiera agradecerle el gesto, el joven dijo:

– El vicequestore quiere verlo, comisario.

– ?Aun esta aqui? -se sorprendio Brunetti.

– Si, senor. Me ha pedido que se lo dijera en cuanto llegara.

– Muchas gracias. -Y le dijo a Vianello-: Vale mas que vaya ahora.

Los dos hombres subieron juntos el primer tramo de escaleras, reacios ambos a especular sobre que podia querer Patta. En el primer piso, Vianello se alejo por el pasillo que conducia a la escalera posterior y al laboratorio, donde Bocchese, el tecnico, reinaba de modo indiscutible, sin premuras ni deferencias por el rango.

Brunetti se encamino al despacho de Patta. La signorina Elettra estaba sentada a su mesa y levanto la mirada al entrar el. Lo llamo con un ademan al tiempo que descolgaba el telefono y oprimia un boton. Al cabo de un momento, dijo:

– Esta aqui el comisario Brunetti, dottore. -Escucho a Patta, respondio-: Entendido, dottore. -Y colgo el auricular-. Debe de querer pedirle un favor, o hubiera estado toda la tarde pidiendo su cabeza a grito pelado. -Aun tuvo tiempo de decir antes de que se abriera la puerta y apareciera Patta.

Brunetti observo que el traje gris de su superior debia de ser de cachemir y la corbata, lo que en Italia pasaba por «club ingles». Aunque la primavera habia sido fresca y lluviosa, la hermosa y tersa cara de Patta estaba bronceada. Llevaba unas gafas ovaladas de montura fina. Eran las quintas gafas que Brunetti le habia conocido desde que estaba en la questura, y el diseno, como siempre, seria el que llevaria todo el mundo dentro de varios meses. Una vez en que Brunetti no llevaba encima sus gafas de leer y tomo las de Patta que estaban sobre la mesa para examinar una fotografia, descubrio que los cristales no eran graduados.

– Estaba diciendo al comisario que entrara, vicequestore -dijo la signorina Elettra. Brunetti observo que encima de su mesa habia ahora dos carpetas y tres papeles que no estaban alli hacia un momento.

– Si, pase, dottor Brunetti -dijo Patta extendiendo una mano en un ademan que a Brunetti se le antojo alarmante, similar al que imaginaba que haria Clitemnestra para inducir a Agamenon a apearse del carro. Solo tuvo tiempo de lanzar una ultima mirada a la signorina Elettra antes de que Patta lo agarrara del brazo y lo atrajera suavemente al despacho.

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