– Lo siento, senor.

Todavia sin mirarlo, Patta asintio, dandose por enterado o, quiza, agradeciendo sus palabras.

Transcurrido un minuto completo, Brunetti pregunto:

– ?Fue en el mismo Jesolo o, en las afueras, en el Lido?

Patta miro a Brunetti y agito la cabeza como el boxeador que recibe un golpe no muy fuerte.

– ?Como?

– ?Donde ocurrio, en Jesolo o en Jesolo Lido?

– En el Lido.

– ?Y donde estaba el cuando fue…? -Brunetti iba a decir «arrestado», pero rectifico en el ultimo momento-: Detenido.

– Ya se lo he dicho -respondio Patta secamente, con una voz que denotaba lo cerca que estaba de perder los estribos-. Lido di Jesolo.

– Si, senor, pero ?en que lugar? ?Un bar? ?Una discoteca?

Patta cerro los ojos, y Brunetti se pregunto cuanto tiempo habria pasado su superior pensando en todo esto, recordando hechos de la vida de su hijo.

– En un local llamado Luxor, una discoteca -dijo finalmente.

De la garganta de Brunetti escapo un «?Ah!» muy leve, pero fue suficiente para hacer que Patta abriera los ojos.

– ?Que?

Brunetti rehuyo la respuesta.

– Un conocido solia ir.

Al esfumarse el atisbo de esperanza, Patta desvio su atencion.

– ?Ha llamado a un abogado, senor? -pregunto Brunetti.

– Si, a Donatini.

Brunetti disimulo la sorpresa con un leve gesto de asentimiento, como si el abogado mas solicitado para defender a los acusados de asociacion con la mafia fuera la eleccion mas natural que podia hacer Patta.

– Yo agradeceria, comisario… -empezo a decir Patta y se detuvo, buscando la manera de articular lo que iba a decir.

– Lo pensare detenidamente, senor -corto Brunetti-. Y no dire nada a nadie, por supuesto. -Por mas que despreciara muchas de las cosas que hacia Patta, no queria que su superior sufriera el bochorno de tener que pedirle discrecion.

Patta respondio al tono terminante de la voz de Brunetti y se puso en pie apoyandose en los brazos del sillon. Fue con Brunetti hasta la puerta y la abrio. No le tendio la mano pero si musito un seco «gracias» antes de volver a entrar y cerrar la puerta.

Brunetti vio que la signorina Elettra estaba en su sitio, aunque las carpetas y demas papeles habian sido sustituidos por un cuaderno de un grosor sospechoso y unas paginas tan relucientes como las que pudiera tener el numero de moda de primavera de Vogue.

– ?El hijo? -pregunto ella levantando la mirada de la revista.

La respuesta escapo de los labios de Brunetti antes de que el pudiera hacer algo por evitarlo.

– ?Le ha puesto microfonos en el despacho? -La intencion era hacer que sonara a broma, pero al oirse a si mismo, ya no estuvo tan seguro.

– No. Esta manana le ha llamado el chico, que parecia muy nervioso. Despues le ha llamado la policia de Jesolo. Nada mas colgar, me ha pedido que lo pusiera con Donatini.

Brunetti se pregunto si no deberia pedir a la signorina Elettra que cambiara sus funciones de secretaria por las de agente del cuerpo, pero comprendio que, antes que ponerse el uniforme, ella preferiria morirse.

– ?Usted lo conoce?

– ?A quien, a Donatini o al chico?

– A uno y a otro. A los dos.

– Los conozco a ambos -dijo ella, y agrego con naturalidad-: Los dos son unos mierdas, aunque Donatini viste mejor.

– ?Le ha dicho de que se trata? -pregunto el senalando el despacho de Patta con un movimiento de la cabeza.

– No -respondio ella sin asomo de decepcion-. Si fuera violacion, habria salido en el periodico. De modo que debe de ser droga. Supongo que Donatini podra librarlo.

– ?Lo cree capaz de una violacion?

– ?A quien? ?A Roberto?

– Si.

Ella penso un momento y dijo:

– No. No lo creo. Es arrogante y presumido, pero no malo del todo.

Algo impulso a Brunetti a preguntar:

– ?Y a Donatini?

– Ese es capaz de cualquier cosa -respondio ella sin vacilar.

– No sabia que lo conociera.

Ella miraba la revista y volvio una pagina, haciendo que el gesto pareciera casual.

– Si. -Volvio otra pagina.

– Me ha pedido que lo ayude.

– ?El vicequestore? -pregunto ella levantando la cabeza con aire de sorpresa.

– Si.

– ?Y usted lo ayudara?

– Si puedo… -respondio Brunetti.

Ella lo miro largamente y despues volvio a fijar la atencion en la pagina que tenia delante.

– Me parece que el gris no tiene mucho futuro -dijo-. Estamos hartas de gris.

La signorina Elettra llevaba una blusa de crespon color albaricoque y chaqueta con cuello Mao de seda negra, al parecer, natural.

– Probablemente, tiene razon -dijo el, le deseo buenas tardes y subio a su despacho.

10

Brunetti tuvo que llamar a Informacion para conseguir el numero de la discoteca Luxor. La persona que contesto al telefono le dijo que el signor Bertocco no estaba y no quiso darle el numero de su casa. El no dijo que fuera de la policia sino que volvio a llamar a Informacion y consiguio el numero particular de Luca sin dificultad.

– Estupido antipatico -rezongaba Brunetti mientras marcaba.

A la tercera senal, una voz grave y un poco aspera contesto:

– Bertocco.

– Ciao, Luca, soy Guido Brunetti. ?Como estas?

La voz perdio el tono formal y adquirio sincera cordialidad.

– Muy bien, Guido. ?Cuanto tiempo sin saber de ti! ?Como estas, y Paola, y los chicos?

– Todos bien.

– ?Por fin te has decidido a aceptar mi oferta y venir a bailar hasta caer reventado?

Brunetti se rio de la broma, que tenia ya mas de diez anos.

– Lo siento, pero otra vez voy a tener que defraudarte. No sabes como me gustaria estar bailando hasta el amanecer entre una multitud que tiene la edad de mis hijos, pero Paola no me deja.

– ?Es por el humo? -pregunto Luca-. ?Cree que seria malo para tu salud?

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