– ?Ha encontrado algo?
– No. Solo sus huellas y las del chico que lo encontro.
Alerta a la posibilidad de que pudiera haber otro testigo, Brunetti pregunto:
– ?Un chico?
– El agente. Ese jovencito, no se como se llama. Para mi todos son chicos.
– Franchi.
– Si usted lo dice… -respondio Bocchese con indiferencia-. Tengo sus huellas en el archivo y concuerdan con las de la cartera.
– ?Algo mas?
– No. No he mirado el contenido de la cartera, solo he sacado las huellas.
Un joven agente, uno de los nuevos, cuyos nombres tanto le costaba recordar, aparecio en la puerta del despacho. Brunetti lo llamo con un ademan y el joven se acerco y puso encima de la mesa la cartera, aun en la bolsa de plastico.
Brunetti, sujetando el telefono entre el hombro y la mandibula, levanto la bolsa, la abrio y pregunto a Bocchese:
– ?Alguna huella en el interior?
– Ya le he dicho que esas eran las unicas -dijo el tecnico y colgo el telefono.
Brunetti colgo a su vez. En cierta ocasion, un coronel de
Brunetti abrio la bolsa e hizo caer la cartera sobre la mesa. Estaba abarquillada por el roce con la cadera de Rossi, donde, al parecer, habia permanecido varios anos. La piel marron tenia una, grieta en el centro y una pequena parte del ribete se habia desgastado dejando al descubierto un fino cordon gris. Brunetti abrio la cartera aplastandola sobre la mesa. Los departamentos de la izquierda contenian cuatro tarjetas de plastico, Visa, Standa, la credencial del Ufficio Catasto y la Carta Venezia, que daba derecho a Rossi a beneficiarse de la tarifa reducida que los transportes municipales concedian a los residentes. Las saco y examino la foto que aparecia en las dos ultimas. Estaba grabada en las tarjetas por un proceso holografico, por lo que la imagen se borraba cuando la luz incidia en ella en un angulo determinado; pero era Rossi, indudablemente.
A la derecha habia un departamento para monedas con cierre metalico a presion. Brunetti lo abrio y vacio sobre la mesa. Habia varias monedas nuevas de mil liras, unas pocas de quinientas y una de cada uno de los tres tipos, de distinto tamano, de monedas de cien en circulacion. ?A todo el mundo le parecia tan extrano como a el que hubiera monedas de cien de tres tamanos diferentes? ?Que explicacion podia tener semejante chaladura?
Brunetti abrio la parte posterior de la cartera y saco los billetes. Estaban dispuestos por riguroso orden, de mayor a menor, con los de mil liras delante. Los conto. Ciento ochenta y siete mil liras.
Registro el departamento, para ver si se le habia pasado por alto alguna cosa, pero no habia nada mas. Introdujo los dedos en la ranura de la izquierda y saco varios billetes de
Brunetti volvio a guardar el dinero en la cartera y esta, en la bolsa de plastico. Se acerco el telefono y marco el numero de Rizzardi. A esas horas, ya se habria hecho la autopsia, y el comisario deseaba saber algo mas acerca de la extrana hendidura que Rossi tenia en la frente.
El medico contesto a la segunda senal y los dos hombres intercambiaron los saludos de rigor.
– ?Llama por lo de Rossi? -pregunto Rizzardi, que, al oir la afirmacion de Brunetti, dijo-: Precisamente ahora iba a llamarle yo.
– ?Por que?
– Por la lesion. Es decir, las dos lesiones. De la cabeza.
– ?Que puede decirme?
– Una es plana, y en la piel hay particulas de cemento. La produjo el golpe contra el suelo. Pero a la izquierda de esta hay otra, concava. Es decir, hecha por un objeto cilindrico, como los tubos utilizados en la construccion de la
– ?Y…?
– Y no hay vestigios de oxido en la herida. Esos tubos suelen estar sucios, oxidados y con restos de pintura, pero no he encontrado senales de ninguna de esas cosas.
– Quiza en el hospital lo lavaron.
– Si, pero en el hueso habia restos de metal, unicamente metal. Ni suciedad, ni oxido, ni pintura.
– ?Que clase de metal? -pregunto Brunetti, suponiendo que las palabras de Rizzardi debian de tener una razon mas concreta que la simple falta de algo.
– Cobre. -Como Brunetti no hiciera comentario alguno, Rizzardi apunto-: No me compete decirle como debe hacer su trabajo, pero creo que no estaria de mas enviar alli hoy mismo, o lo antes posible, a un equipo del laboratorio.
– Si -dijo Brunetti, alegrandose de estar al frente de la
– Los dos brazos estaban fracturados, pero eso ya debe usted de saberlo. Y tenia magulladuras en las manos, pero podian ser debidas a la caida.
– ?Tiene idea desde que altura cayo?
– No estoy muy versado en esa clase de cosas, ya que ocurren muy de tarde en tarde. Pero he consultado varios libros, y diria que unos diez metros.
– ?Un tercer piso?
– Posiblemente. Un segundo, por lo menos.
– ?Ha podido deducir algo de la forma en que cayo?
– No; pero da la impresion de que despues de caer trato de arrastrarse. La tela del pantalon esta rozada, y tambien la piel de las rodillas. Ademas, hay una desolladura en la parte interna de un tobillo que yo diria que se produjo al arrastrarse por el suelo.
Brunetti interrumpio al medico:
– ?Es posible determinar que herida le causo la muerte?
– No. -La respuesta de Rizzardi fue tan rapida que Brunetti comprendio que debia de estar esperando la pregunta. El medico se quedo a la expectativa, pero a Brunetti no se le ocurrio mas que un vago:
– ?Algo mas?
– No. Estaba sano, y hubiera vivido muchos anos.
– Pobre hombre.
– El empleado del deposito me ha dicho que usted lo conocia. ?Un amigo?
Brunetti respondio sin vacilar.
– Si. Un amigo.
12
Brunetti llamo a la oficina de Telecom y se identifico como agente de policia. Explico que estaba tratando de localizar un numero de telefono pero que le faltaba el prefijo de la ciudad y solo disponia de los siete ultimos