era solo que, sabiendolo ambicioso, veia esa cualidad -que Brunetti nunca habia podido considerar virtud- en todos sus actos. Le hubiera gustado poder apreciarlo, porque veia que era respetuoso con los cadaveres, pero la frialdad de aquel hombre le impedia sentir por el algo mas que respeto. Al igual que su superior, Guerriero vestia con esmero y hoy llevaba un traje de lana gris que realzaba su buena figura. Detras de el entraron dos empleados del deposito vestidos de blanco. Brunetti senalo la cocina con un movimiento de la cabeza, y hacia alli fueron los hombres, portando una camilla plegada.

– No toquen nada -les grito Guerriero sin necesidad. Dio la mano a Brunetti.

– Me han dicho que ha sido sobredosis -dijo Guerriero.

– Eso parece.

No llegaba sonido alguno de la otra habitacion.

Guerriero se fue a la cocina con un maletin en el que Brunetti distinguio el logo de Prada.

El comisario se quedo en la sala y, mientras esperaba a que Guerriero terminara, apoyo las palmas de las manos en la mesa y volvio a mirar los dibujos de Marco. Le hubiera gustado poder sonreir a los conejos, pero no pudo.

Guerriero no estuvo en la cocina mas que unos minutos. Se paro en la puerta, para quitarse la mascarilla.

– Si era heroina, y eso parece, la muerte habra sido instantanea. Ya lo ha visto, no le ha dado tiempo ni de sacar la aguja.

– ?Que ha podido matarlo, o por que lo ha matado, si era adicto?

Guerriero reflexiono un momento antes de responder:

– Si ha sido heroina, pudiera estar adulterada con cualquier porqueria. Y haberlo matado eso. O, si lo habia dejado durante algun tiempo, pudo tener una sobrerreaccion a una dosis que no le hubiera afectado cuando se inyectaba regularmente, Es decir, si consiguio una mercancia lo bastante pura.

– ?Usted que opina? -pregunto Brunetti y, cuando vio que Guerriero empezaba a dar una respuesta automatica y, evidentemente, cauta, agrego, levantando una mano-: Extraoficialmente, por supuesto.

Guerriero estuvo un rato pensando la respuesta. Brunetti no pudo por menos de suponer que el joven medico estaba sopesando las consecuencias que para su carrera podia tener el descubrimiento de que habia expuesto una opinion extraoficialmente. Al fin dijo:

– Yo diria que ha sido lo segundo.

Brunetti no trato de sonsacarlo sino que se limito a esperar a que continuara.

– No he examinado todo el cuerpo -dijo Guerriero-. Solo los brazos. Hay muchas marcas antiguas pero ninguna reciente. Si se hubiera inyectado heroina ultimamente, se hubiera pinchado en los brazos. Los adictos usan siempre el mismo sitio. Yo diria que hacia un par de meses que lo habia dejado.

– ?Y volvio?

– Eso parece. Podre decirle mas cuando lo haya examinado.

– Gracias, dottore -dijo Brunetti-. ?Se lo llevaran ahora?

– Si, he dicho que lo metan en una bolsa. Con las ventanas abiertas esto empezara a despejarse pronto.

– Bien. Muchas gracias.

Guerriero levanto una mano en respuesta.

– ?Cuando podra hacer la autopsia? -pregunto Brunetti.

– Seguramente, manana por la manana. Ahora hay bastante calma en el hospital. Es curioso, pero en primavera muere menos gente. He dejado la cartera y lo que tenia en los bolsillos en la mesa de la cocina - termino Guerriero, guardando la mascarilla en el maletin.

– Gracias. ?Me llamara cuando sepa algo?

– Desde luego. -Guerriero estrecho la mano al comisario y se fue.

Durante su breve conversacion, Brunetti habia oido ruidos en la cocina. Cuando Guerriero se marcho, los dos ayudantes aparecieron con la camilla, ahora desplegada y cargada con la abultada bolsa. Brunetti hizo un esfuerzo para no pensar en como tendrian que manipular la carga para bajarla por aquella escalera tan estrecha y retorcida. Los dos movieron la cabeza de arriba abajo en senal de saludo pero no se pararon.

Mientras por la escalera abajo se alejaban los sonidos que acompanaban su partida, Brunetti volvio a la cocina.

El mas alto de los dos tecnicos -Brunetti creia recordar que se llamaba Santini, pero no estaba seguro- dijo levantando la cara:

– Aqui no hay nada, comisario.

– ?Han visto los papeles? -pregunto Brunetti senalando la cartera y el montoncito de papeles arrugados y monedas que estaban en la mesa.

El companero de Santini contesto por el:

– No, senor. Pensamos que preferiria hacerlo usted.

– ?Cuantas habitaciones mas hay? -pregunto Brunetti.

Santini senalo hacia la parte posterior del apartamento.

– Solo el bano. Debia de dormir en el sofa de ahi fuera.

– ?Algo en el bano?

Santini dejo que contestara el otro.

– No, senor. Ni una aguja. Solo las cosas normales que suele haber en un cuarto de bano: aspirinas, crema de afeitar, un paquete de maquinillas de plastico; nada de artilugios para drogarse.

A Brunetti le parecio interesante ese comentario del tecnico y pregunto:

– ?Que deduccion haria usted?

– Yo diria que el chico estaba limpio -respondio el hombre sin vacilar. Brunetti miro a Santini, que asentia a las palabras de su companero. El otro prosiguio-: Nosotros vemos a muchos chicos de esos, y la mayoria estan hechos una lastima. Llagas por todo el cuerpo, no solo en los brazos. -Levanto una mano y la agito varias veces, como para ahuyentar el recuerdo de los cuerpos jovenes que se habian comprado la muerte con la droga-. Pero este no tenia otras marcas recientes. -Todos callaron durante un rato.

Finalmente, Santini pregunto:

– ?Algo mas, comisario?

– Nada, gracias. -Brunetti observo que los dos hombres se habian quitado las mascarillas y que el olor era ahora mas debil incluso alli, donde habia estado el cadaver durante nadie sabia cuanto tiempo-. Vayan a tomar un cafe. Yo echare un vistazo a todo eso -dijo senalando con un ademan la cartera y los papeles-. Luego cerrare y bajare a reunirme con ustedes.

Ninguno hizo objeciones. Cuando se fueron, Brunetti tomo la cartera y soplo el fino polvo gris que la cubria. En el interior habia cincuenta y siete mil liras, mas dos mil setecientas en monedas que estaban encima de la mesa, donde alguien las habia dejado despues de sacarlas de los bolsillos de Marco. Encontro tambien la carta d'identita de Marco, en la que constaba su fecha de nacimiento. Con un movimiento subito, se echo en la palma de la mano todas las monedas y el papel y las guardo en el bolsillo de su chaqueta. Habia visto un juego de llaves en la mesa, junto a la puerta de entrada. Despues de comprobar todas las persianas, las cerro, lo mismo que las ventanas. Luego echo la llave a la puerta del apartamento y bajo la escalera.

En la calle, Vianello estaba al lado de un anciano, con la cabeza inclinada para oir lo que le decia. Al ver salir a Brunetti, dio unas palmadas en el brazo al viejo y se aparto de el. Cuando se acercaba Brunetti, Vianello movio la cabeza negativamente.

– Nadie ha visto nada. Nadie sabe nada.

13

Con Vianello y los tecnicos del laboratorio, Brunetti volvio a la questura en la lancha de la policia, confiando en que el viento disipara el olor que traian consigo del apartamento. Nadie decia nada, pero Brunetti sabia que no se sentiria completamente limpio hasta que se quitara todo lo que llevaba puesto aquel dia y estuviera un buen rato debajo de la ducha. A pesar del primer calor de aquella primavera avanzada, le

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