– Tampoco he llamado yo.

– No importa.

– No, desde luego -rio Luca, recuperando su antigua voz y su antigua tos.

Brunetti se aventuro entonces a pedir:

– Si te enteras de algo mas, ?me lo diras?

– Descuida.

Antes de que su amigo colgara, Brunetti pregunto:

– ?Sabes algo de los que se la vendieron y de donde la sacaron?

Volvia a haber cautela en la voz de Luca:

– ?A que te refieres en particular?

– A si… -Brunetti no sabia como definir la actividad-. A si operan en Venecia.

– Ah -exclamo Luca-. Que yo sepa, ahi no tienen mucho mercado. La poblacion es vieja, y para los jovenes es facil venir a proveerse al continente.

Brunetti comprendio que era puro egoismo lo que hacia que el se alegrara de oir eso: cualquiera que tuviera dos hijos adolescentes, por seguro que pudiera estar de su caracter e inclinaciones, se sentiria aliviado de saber que no habia mucho trafico de droga en la ciudad en que vivian.

El instinto decia a Brunetti que ya nada mas podria sacar a Luca. De todos modos, saber el nombre de los hombres que vendian la droga tampoco le hubiera servido de algo.

– Muchas gracias, Luca. Cuidate.

– Tu tambien, Guido.

Aquella noche, hablando con Paola despues de que los chicos se fueran a la cama, le conto su conversacion con Luca y el estallido de furor de su amigo a la mencion del nombre de su esposa.

– Tu nunca lo apreciaste tanto como yo -dijo Brunetti, como si eso pudiera explicar o disculpar la actitud de Luca.

– ?Que quieres decir con eso? -pregunto Paola, pero sin beligerancia.

Estaban sentados uno a cada extremo del sofa y habian dejado entre los dos sus lecturas respectivas cuando empezaron a hablar. Brunetti medito un rato antes de responder.

– Supongo que es natural que tu simpatices mas con Maria que con el.

– Pues mira, me parece que Luca tiene razon -dijo Paola volviendo hacia el primero la cara y despues el cuerpo-. Maria es una vaca.

– Crei que te caia bien.

– Y me cae bien -reconocio Paola-. No obstante, Luca tiene razon al decir que es una vaca. Pero lo es por culpa de el. Cuando se casaron, Maria era dentista y el le pidio que dejara de trabajar. Luego nacio Paolo, y Luca dijo que no hacia falta que volviera a abrir la consulta, que con los clubes el ganaba lo suficiente para mantenerlos a todos. Y ella se quedo en casa.

– ?Y que? -interrumpio Brunetti-. ?Eso le hace responsable de que ella se haya convertido en una vaca? -Antes de acabar de hablar, comprendia ya lo insultante y lo absurda que era la sola palabra.

– Si, porque el se empeno en ir a vivir a Jesolo, para controlar mejor los clubes. Y ella fue. -Su voz se hacia tetrica mientras iba pasando las cuentas de un antiguo rosario.

– Nadie le puso una pistola en el pecho, Paola.

– Naturalmente que nadie le puso una pistola en el pecho. Ni falta que hacia -le disparo ella-. Estaba enamorada. -Al ver la expresion de su marido, rectifico-: De acuerdo, los dos estaban enamorados. -Callo un momento y prosiguio-: Asi pues, ella se va de Venecia a Jesolo, ?un lugarejo de veraneo, por Dios!, y se dedica a ser ama de casa y madre.

– Que no son palabras soeces, Paola.

Ella le lanzo una mirada fiera, pero mantuvo la voz serena.

– Ya se que no son palabras soeces. No he querido dar esa impresion. Pero lo cierto es que Maria abandono una profesion que le gustaba y en la que era muy buena, para ir a enterrarse en un desierto, criar a dos hijos y cuidar de un marido que bebia demasiado, fumaba demasiado y andaba con demasiadas mujeres. -Brunetti se guardo bien de echar mas lena a ese fuego y mantuvo la boca cerrada, esperando a que ella continuara, y continuo-: Y ahora, al cabo de mas de veinte anos de esa vida, es una vaca. Es gorda y pelmaza y no sabe hablar mas que de sus hijos y sus guisos. -Miro a Brunetti, pero el seguia mudo-. ?Cuanto hace que no los vemos juntos? ?Dos anos? Recuerda que pesadilla, la ultima vez que cenamos en su casa: ella, mariposeando alrededor, preguntando si queriamos mas y ensenando fotos de sus dos hijos, que tampoco son nada del otro mundo.

La velada fue una pesadilla para todos salvo, curiosamente, para Maria, que parecia no darse cuenta de como los estaba aburriendo.

Con pueril candor, Brunetti pregunto:

– No iremos a discutir por eso, ?verdad?

Paola apoyo la cabeza en el sofa y se echo a reir.

– No, claro que no. Supongo que se me nota la poca simpatia que ella me inspira. Y el remordimiento que ello me causa. -Espero a ver como reaccionaba Brunetti y prosiguio-: Ella tenia otras opciones, pero las rechazo. Se nego a tomar a alguien que la ayudara a cuidar de los ninos para trabajar por lo menos media jornada, luego dejo que le caducara la licencia y, poco a poco, fue perdiendo interes por todo lo que no tuviera que ver con sus dos hijos. Y luego engordo.

Cuando estuvo seguro de que ella habia terminado, Brunetti observo:

– No se que pensaras de lo que voy a decir, pero eso se parece sospechosamente a los argumentos que he oido de boca de muchos maridos infieles.

– ?Para justificar su infidelidad?

– Si.

– Seguramente -dijo ella con firmeza, pero sin incomodarse.

Evidentemente, no pensaba continuar, por lo que el pregunto:

– ?Y que mas?

– Nada mas. La vida le ofrecio una serie de opciones y ella eligio la que eligio. Imagino que, una vez accedio a dejar de trabajar y marcharse de Venecia, cada paso que daba hacia que el siguiente fuera inevitable. Pero, como has dicho muy bien, nadie le puso una pistola en el pecho.

– Maria me da lastima -dijo Brunetti-. Los dos me dan lastima.

Paola, con la cabeza apoyada en el sofa y los ojos cerrados, dijo:

– A mi tambien. -Despues de un largo momento, pregunto-: ?Te alegras de que yo haya seguido trabajando?

El dio a la pregunta la reflexion que se merecia y respondio:

– La verdad, no mucho. Pero si me alegro de que no hayas engordado.

11

Al dia siguiente, Patta no aparecio por la questura, sin otra justificacion que una llamada que hizo a la signorina Elettra para comunicarle lo que, para entonces, ya era una obviedad: que no iba a estar. La signorina Elettra no hizo preguntas, pero llamo a Brunetti para decirle que, en ausencia del vicequestore, el tenia el mando, ya que el questore estaba de vacaciones en Irlanda.

A las nueve, Vianello llamo para informar de que ya habia estado en el apartamento de Rossi, despues de pasar por el hospital a recoger las llaves. No habia visto nada de particular, y los unicos papeles eran facturas y recibos. Habia encontrado una libreta de direcciones al lado del telefono, y Pucetti ya estaba llamando a las personas que aparecian en ella. Hasta el momento, el unico pariente que habia aparecido era un tio que residia en Vicenza, al que ya habian llamado del hospital y que estaba haciendo los tramites para el entierro. Poco despues, llamo Bocchese, el tecnico del laboratorio, quien le dijo que un agente le subiria la cartera de Rossi al despacho.

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