– ?Tienen mas hijos?

– Que yo sepa, una nina. Quiza haya mas.

– Ojala -dijo Paola. Estiro las piernas, introduciendo los pies debajo de los muslos de el-. ?Quieres cenar?

– Si, pero antes me duchare.

– De acuerdo -dijo ella poniendo los pies en el suelo-. He hecho salsa de pimientos y salchichas.

– Ya lo se.

– Te enviare a Chiara cuando este lista la cena. -Se levanto, puso el vaso, mas que medio lleno todavia, en la mesa que estaba delante del sofa y, dejando a su marido en el estudio, se fue a la cocina a preparar la cena.

Sentado a la mesa con toda la familia -Raffi llego cuando Paola servia la pasta-, Brunetti empezo a sentirse un poco mas animado. Ver a sus hijos enrollar en el tenedor las pappardelle recien hechas, le infundia una irracional sensacion de seguridad y bienestar, y tambien el empezo a comer con buen apetito. Paola se habia tomado la molestia de asar y pelar los pimientos, y la salsa estaba cremosa y dulce, como a el le gustaba. Las salchichas contenian granos de pimienta roja y blanca hundidos en la suave masa del relleno, como cargas de profundidad del sabor, preparadas para hacer explosion al primer mordisco, y Gianni, el carnicero, tampoco habia sido avaro con el ajo.

Todos repitieron, un poco avergonzados de que la segunda racion fuera tan grande como la primera. Despues a nadie le quedaba sitio para algo que no fuera la lechuga, pero cuando esta desaparecio aun encontraron un huequecito para una cucharada de fresas aderezadas con una gota de vinagre balsamico.

Durante toda la cena, Chiara siguio en su papel de lobo de mar, enumerando incansablemente la flora y la fauna de tierras lejanas, brindandoles informaciones escalofriantes, como la de que la mayoria de los marinos del siglo xviii no sabian nadar y describiendo los sintomas del escorbuto hasta que Paola le recordo que estaban cenando.

Los chicos se fueron, Raffi, en busca de los aoristos griegos y Chiara, o mucho se equivocaba su padre, a naufragar en el Atlantico Sur.

– ?Va a leerse todos esos libros? -pregunto Brunetti, mientras Paola fregaba los cacharros y el le hacia compania, con un vasito de grappa.

– Asi lo espero -dijo ella inspeccionando la fuente de servir.

– ?Los lee por lo mucho que a ti te gustan o porque le gustan a ella?

De espaldas a su marido, Paola restregaba el fondo de una cacerola.

– ?Cuantos anos tiene, Guido? -pregunto.

– Quince.

– ?Sabes de alguna chica de quince anos, del presente o del pasado, que haga algo porque se lo pide su madre?

– ?Quieres decir que hemos topado con la adolescencia? -Ya habian sufrido esa etapa con Raffi, que al padre le parecio que duraba por lo menos veinte anos, y no le seducia la perspectiva de tener que volver a pasarla con Chiara.

– Con las chicas es distinto -dijo Paola, volviendose hacia el mientras se secaba las manos con un pano. Se sirvio una gota de grappa y se apoyo en el fregadero.

– ?Como, distinto?

– Ellas solo se rebelan contra la madre, no contra el padre.

El se quedo pensativo.

– ?Y eso es bueno o es malo?

Ella se encogio de hombros.

– Es algo que esta en los genes, o en la cultura, de modo que, sea bueno o malo, no hay manera de evitarlo. Solo cabe esperar que no dure mucho.

– ?Cuanto puede durar?

– Hasta los dieciocho. -Paola tomo otro sorbo y ambos examinaron la perspectiva.

– ?Crees que querrian quedarsela las carmelitas hasta entonces?

– No es probable -dijo Paola con vivo pesar en la voz.

– ?Nunca has pensado que si los arabes casan a sus hijas tan jovenes quiza sea para ahorrarse todo esto?

Paola, recordando la vehemencia con que aquella manana Chiara habia expuesto la necesidad de disponer de su propio telefono, respondio:

– Seguro.

– No es de extranar que se admire tanto la sabiduria de Oriente.

Ella se volvio y dejo el vasito en el fregadero.

– Aun tengo que corregir varios ejercicios. ?Vienes conmigo y, mientras yo corrijo, ves como les va a tus griegos en el viaje de regreso a casa?

Brunetti, agradecido, se levanto y la siguio por el pasillo hasta el estudio.

15

A la manana siguiente, a pesar suyo, Brunetti hizo algo insolito en el: implicar en su trabajo a uno de sus hijos. Raffi no tenia clase hasta las once y habia quedado a primera hora con Sara Paganizzi, por lo que se presento a desayunar despejado y alegre, cualidades que rara vez exhibia a esa hora. Paola aun dormia y Chiara no habia salido del bano, por lo que padre e hijo estaban solos en la cocina, comiendo los bollitos de leche recien hechos que Raffi habia subido de la pasteleria.

– Raffi -dijo Brunetti mientras partia el primer bollito-, ?sabes algo de los que venden droga aqui?

Raffi lo miro, con el resto de su bollito a medio camino de la boca.

– ?Aqui?

– En Venecia.

– ?Drogas duras o blandas, como la marihuana?

Aunque lo alarmo un poco la distincion que hacia Raffi y le hubiera gustado averiguar la razon por la que su hijo hablaba con tanto desparpajo de las «drogas blandas como la marihuana», no pregunto.

– Drogas duras. Concretamente, heroina.

– ?Es por lo del estudiante que murio por sobredosis? -pregunto Raffi y, ante la mirada de sorpresa de su padre, abrio Il Gazzettino y le mostro la noticia. Desde la pagina lo miraba la foto tamano sello de correos de un muchacho. Hubiera podido ser cualquier muchacho de pelo negro y ojos oscuros. Incluso el mismo Raffi.

– Si.

Raffi partio el resto del bollito y mojo una parte en el cafe. Al cabo de un momento, dijo:

– Dicen que en la universidad hay gente que puede porporcionartela.

– ?Gente?

– Estudiantes. O eso creo. Bueno -agrego despues de pensar un poco-, por lo menos, gente que esta matriculada. -Levanto la taza rodeandola con las dos manos y apoyo los codos en la mesa, copiando una postura de Paola-. ?Quieres que pregunte?

– No. -La respuesta de Brunetti fue inmediata. Antes de que su hijo pudiera reaccionar a la aspereza de su voz, agrego-: Era solo curiosidad, me interesa lo que dice la gente, en general. -Termino el bollito y empezo a beber el cafe.

– El hermano de Sara esta en la universidad. En Economicas. Podria preguntarle.

La tentacion era fuerte, pero Brunetti rechazo la propuesta con un displicente:

– No tiene importancia, era solo una idea.

Raffi bajo la taza a la mesa.

– Papa, tu ya sabes que a mi eso no me interesa.

A Brunetti le sorprendio percibir un tono tan grave en la voz de su hijo. Pronto seria un hombre. O quiza ese

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