– ?Verdad, mama? -repitio Chiara, en tono mas alto.

– Si. Hay que dejarlos unos minutos y podremos empezar a rellenar.

– Has dicho que podria hacerlo yo, mama -insistio Chiara.

Antes de que su hija pudiera poner a Brunetti por testigo de la injusticia, Paola transigio.

– Si, si tu padre me pone una copa de vino mientras acaban de hacerse las setas, ?de acuerdo?

– ?Quereis que os ayude a rellenar? -pregunto Brunetti medio en broma.

– ?Papa! Sabes perfectamente que harias un desastre.

– No hables a tu padre de esa manera -dijo Paola.

– ?De que manera?

– De esa manera.

– No te entiendo.

– Si que me entiendes.

– ?Blanco o tinto, Paola? -corto Brunetti. Paso por el lado de Chiara y, viendo que Paola estaba de cara al fogon, miro a Chiara entornando los ojos y meneo la cabeza ligeramente senalando a la madre con la barbilla.

Chiara fruncio los labios y se encogio de hombros, pero luego asintio:

– Esta bien, papa, puedes ayudar. -Y, despues de una pausa, a reganadientes-: Y mama tambien, si quiere.

– Tinto -dijo Paola pasando la cuchara alrededor de la sarten.

Brunetti paso por detras de su mujer y se agacho para abrir el armario de debajo del fregadero.

– ?Cabernet? -pregunto.

– Aja -accedio Paola.

El abrio la botella y sirvio dos copas. Cuando Paola alargaba la mano, el se la tomo y le dio un beso en la palma. Ella lo miro con sorpresa.

– ?Y eso por que? -pregunto.

– Porque te quiero con locura.

– ?Papa! -gimio Chiara-. Esas cosas solo se dicen en las peliculas.

– Tu sabes que tu padre no va al cine -dijo Paola.

– Pues lo habra leido en una novela -respondio Chiara, perdiendo el poco interes que pudiera tener en lo que las personas mayores tuvieran que decirse-. ?Todavia no estan las setas?

Agradeciendo la distraccion que proporcionaba la impaciencia de su hija, Paola dijo:

– Un minuto y ya estaran. Pero tendras que esperar a que se enfrien.

– ?Cuanto tardaran?

– Diez minutos o un cuarto de hora.

Brunetti, de espaldas a ellas, miraba por la ventana las montanas que se perfilaban al norte de Venecia.

– ?Puedo volver luego para rellenarlos?

– Claro que si.

Brunetti oyo a Chiara salir de la cocina y alejarse por el pasillo hacia su cuarto.

– ?Por que has dicho eso? -pregunto Paola cuando la nina se fue.

– Porque es la verdad -dijo Brunetti, sin dejar de mirar por la ventana.

– Pero, ?por que ahora?

– Porque no lo digo nunca. -Tomo un sorbo de vino. Fue a preguntarle si no le creia o si no le gustaba oirlo, pero no lo pregunto, y bebio otro sorbo de vino.

Antes de oirla moverse, la sintio a su lado. Ella le rodeo la cintura con el brazo izquierdo apretandose contra el y se quedo mirando por la ventana sin decir nada.

– No recuerdo cuando fue la ultima vez que estuvo tan claro el aire. ?Dirias que ese es el Navegal? -pregunto senalando la montana mas cercana con la mano derecha.

– Esta cerca de Belluno, ?verdad?

– Me parece que si. ?Por que?

– Quiza manana tenga que ir.

– ?Por que?

– Han encontrado el cuerpo del chico Lorenzoni. Cerca de Belluno.

Ella tardo en decir algo.

– Oh, pobre chico. Y pobres padres. Es terrible. -Otra larga pausa-. ?Lo saben?

– No; tengo que decirselo ahora. Antes de cenar.

– Oh, Guido, ?por que siempre te toca hacer esas cosas horribles?

– Si otros no hicieran cosas horribles, yo no tendria que hacerlas, Paola.

El temio que su respuesta la molestara, pero ella hizo como si no la hubiera oido y se apreto aun mas contra el.

– A pesar de que no los conozco, me dan mucha pena. Que espanto. -Y el la sintio ponerse tensa al pensar que hubiera podido haber sido su propio hijo-. Que horror. ?Como se puede hacer algo asi?

El no tenia respuesta para esto, como no la tenia para ninguna de las grandes preguntas de por que la gente cometia crimenes o se atacaban unos a otros salvajemente. El solo tenia respuestas para las preguntas pequenas.

– Lo hacen por dinero.

– Pues peor todavia -fue su inmediata respuesta-. Ojala los atrapen -y enseguida rectifico-: Ojala los atrapeis.

Lo mismo pensaba el, y lo sorprendia la fuerza con que deseaba encontrar a los que habian hecho aquello. Pero no queria hablar de eso, ahora no. El queria contestar la pregunta de por que habia dicho que la queria. No era hombre acostumbrado a hablar de sus emociones, pero queria decirselo, atarla a el de nuevo con la fuerza de sus palabras y de su amor.

– Paola -empezo, pero antes de que pudiera decir mas, ella se aparto cortandolo bruscamente.

– Las setas -dijo retirando la sarten del fuego con una mano y abriendo la ventana con la otra. Y las palabras de amor se fueron volando por el aire con el humo de las setas.

12

Cuando hubo terminado el vino, Brunetti fue pasillo adelante y llamo con los nudillos a la puerta de Raffi. Al no oir en el interior nada aparte del persistente bum, bum, bum de la musica, empujo la puerta. Raffi estaba echado en la cama, con un libro abierto sobre el pecho, profundamente dormido. Pensando en Paola, Chiara, los vecinos y la tranquilidad del mundo en general, Brunetti se acerco al pequeno aparato estereo de la estanteria y bajo el volumen. Miro a Raffi, que no se habia movido, y lo bajo mas aun. Acercandose a la cama, leyo el titulo del libro. Calculo. No era de extranar que se hubiera dormido.

Chiara estaba en la cocina, musitando torvas amenazas a los raviolis, que se resistian a conservar la forma que ella les daba. Su padre le lanzo un saludo y fue al estudio de Paola. Asomo la cabeza y dijo:

– Siempre podemos traer una pizza de Gianni's.

Ella levanto la mirada de los papeles que tenia delante.

– Haga lo que haga con esos pobres raviolis, nos comeremos todos los que nos ponga en el plato, y tu repetiras. -Sin darle tiempo a protestar, le atajo apuntandole con el lapiz-: Es la primera vez que nos hace la cena, y sera deliciosa. -Vio que el abria la boca y corto su protesta-: Setas quemadas, una pasta como engrudo y un pollo que nos ha marinado en salsa de soja y que, por consiguiente, estara tan salado como el mar Muerto.

– Oyendote ya se me hace la boca agua. -«Por lo menos, no puede hacerle nada al vino», penso-. ?Y Raffi? ?Como vas a conseguir que se lo coma?

– ?Es que crees que no quiere a su hermana? -pregunto Paola con la falsa indignacion que el conocia bien.

Brunetti no hizo ningun comentario.

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