El comisario le dio las gracias y pregunto:

– ?Penso que podia ser colico, dottore?

Brunetti oyo un roce de papel.

– Si, podia ser. -Nuevamente, recorrio la linea un susurro de hojas de papel-. Aqui tengo anotado que vino a verme tres veces en un periodo de dos semanas. Fue el diez, el diecinueve y el veintitres de septiembre.

Por lo tanto, la ultima visita debio de ser cinco dias antes del secuestro.

– ?Como estaba?

– Aqui anote que parecia irritado y nervioso, pero en realidad no tengo un recuerdo claro.

– ?Que clase de chico le parecia, doctor? -pregunto Brunetti bruscamente.

De Cal respondio al cabo de un momento.

– Imagino que bastante tipico.

– ?De que?

– De esa clase de familia, de esa esfera social.

Entonces Brunetti recordo que Franco, su companero de clase, era un comunista acerrimo. A menudo, estas ideas afectan a toda la familia, por lo que pregunto al medico:

– ?Se refiere a los ricos y ociosos?

De Cal tuvo a bien reirse por el tono de Brunetti.

– Supongo que si. Pobre chico. No habia maldad en el. Yo lo visitaba desde que el tenia diez anos, por lo que poco era lo que no supiera de Roberto.

– ?Por ejemplo?

– Pues que muy brillante no era. Creo que para su padre fue una decepcion.

A Brunetti le parecio que la frase habia quedado sin terminar, y aventuro:

– ?Que no fuera como su primo?

– ?Maurizio?

– Si.

– ?Lo conoce? -pregunto De Cal.

– Lo vi una vez.

– ?Y que le parecio.

– Que de el no puede decirse que no sea brillante.

De Cal se echo a reir y Brunetti se sonrio de esta reaccion.

– ?Tambien es paciente suyo, doctor?

– No; solo Roberto. En realidad, yo soy pediatra, pero Roberto siguio consultandome de mayor, y yo no tuve valor para indicarle que cambiara de medico.

– Hasta que le recomendo al doctor Montini -le recordo Brunetti.

– Si. Porque lo que tenia no era colico, desde luego. Pense que podia tratarse de la enfermedad de Crohn… Hasta lo anote en la ficha. Por eso lo envie a Montini. Es uno de los mejores de por aqui para el Crohn.

Brunetti habia oido hablar de la enfermedad, pero no recordaba como se manifestaba.

– ?Cuales son los sintomas? -pregunto.

– Para empezar, dolor abdominal. Luego diarrea y deposiciones sanguinolentas. Es muy dolorosa. Y grave. El tenia todos los sintomas.

– ?Y se confirmo su diagnostico?

– Ya se lo he dicho, comisario. Lo envie a Montini y cuando regrese de vacaciones ya lo habian secuestrado, por lo que no segui el caso. Podria preguntarselo a Montini.

– Asi lo hare, dottore -dijo Brunetti, y se despidio cortesmente del medico.

Brunetti marco inmediatamente el numero de Padua. El doctor Montini estaba pasando visita en el hospital y no volveria a su despacho hasta las nueve de la manana siguiente. Brunetti dejo su nombre y los numeros de la questura y de su casa, con el ruego de que el doctor le llamara lo antes posible. En realidad, no habia prisa alguna, pero Brunetti sentia una sorda impaciencia, provocada por no saber lo que estaba buscando ni lo que era importante, y le parecia que la urgencia, por lo menos, enmascararia la ignorancia.

Nada mas dejar el telefono, este empezo a sonar. Era la signorina Elettra, para decirle que habia preparado un dossier sobre las empresas Lorenzoni, tanto de Italia como del extranjero, por si le interesaba. Brunetti bajo a buscarlo.

La carpeta era tan gruesa como un paquete de cigarrillos.

– Signorina -empezo el comisario-, ?como ha podido reunir todo eso en tan poco tiempo?

– Hable con varios amigos que aun trabajan en el banco y les dije que preguntaran por ahi.

– ?Y tanta informacion ha recibido desde que yo le pedi que indagara?

– Es facil, comisario. Todo me llega por ahi. -Con un ademan que casi se habia convertido en ritual, agito la mano en direccion al ordenador, cuya pantalla parpadeaba a su espalda.

– ?Cuanto tardaria una persona en aprender a usar uno de esos, signorina?

– ?Usted, comisario?

– Si.

– Depende de dos cosas, mejor dicho, de tres.

– ?Que son?

– Lo inteligente que sea uno. Lo mucho que desee aprender. Y quien le ensene.

La modestia impidio a Brunetti pedir su opinion sobre la primera condicion y la duda no le permitio valorar la segunda.

– ?Usted podria ensenarme?

– Si.

– ?Querria?

– Desde luego. ?Cuando desea empezar?

– ?Manana?

Ella asintio y luego sonrio.

– ?Cuanto tiempo me llevara?

– Eso tambien depende.

– ?De que?

?Se habia ensanchado mas aun su sonrisa?

– De las tres mismas cosas.

Brunetti empezo a leer mientras subia la escalera y, cuando llego a su mesa, ya habia sumado paquetes de acciones por valor de miles de millones de liras, y comprendia por que los secuestradores habian elegido a los Lorenzoni. La informacion que contenia la abultada carpeta no estaba metodicamente ordenada, y Brunetti trato de clasificarla separando los papeles por empresas y colocandolos sobre la mesa segun la situacion geografica de cada una en el mapa de Europa.

Transportes, acero y fabricas de plasticos en Crimea. Brunetti iba siguiendo un sendero en constante expansion hacia nuevos mercados situados al este: los intereses Lorenzoni avanzaban rapidamente por los territorios que habian estado detras del Telon de Acero. En el mes de marzo se habian cerrado dos fabricas textiles en Vercelli y dos meses despues se habian abierto otras dos en Kiev. Al cabo de media hora, Brunetti dejo la ultima hoja en la mesa y vio que la mayoria habian quedado a su derecha, a pesar de que no tenia una idea exacta de la situacion de muchas de las poblaciones hacia las que se orientaban los intereses de los Lorenzoni.

Brunetti recordaba las noticias que ultimamente llenaban los diarios sobre la llamada mafia rusa, las bandas de chechenos que, si habia que creer aquellos relatos, se habian aduenado de la mayoria de negocios de Rusia, tanto legales como clandestinos. De aqui a plantearse la posibilidad de que estos hombres pudieran ser los responsables del secuestro, no habia mas que un paso. Al fin y al cabo, los que se llevaron a Roberto no habian pronunciado ni una palabra, solo lo apuntaron con las pistolas y se lo llevaron.

Pero, en tal caso, ?como podian haber ido a parar a aquel campo situado al pie de Col di Cugnan, un pueblo tan pequeno que la mayoria de venecianos jamas habia oido mencionar en su vida? Saco la carpeta del secuestro y la hojeo hasta encontrar las peticiones de rescate plastificadas. Las mayusculas podian haber sido trazadas por

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