dejado tras de si tan poca cosa, aparte de unos padres destrozados por la pena, una novia que ya habia tenido un hijo con otro y un primo que rapidamente se habia instalado en el puesto de heredero. De Roberto, hijo de padre terrenal y de padre celestial, quedaba muy poco. Habia sido un tipo corriente, hijo unico y mimado de padres ricos, un chico del que se exigia poco y del que se esperaba aun menos. Y ahora no era mas que unos huesos mondos y unas piltrafas, en una caja dentro de una iglesia, y ni el policia encargado de encontrar a su asesino podia sentir verdadera pena por su prematura muerte.
El fin de la ceremonia ahorro a Brunetti mayores cavilaciones. Cuatro hombres de mediana edad portaron el feretro desde el altar hasta la puerta de la iglesia. Detras salieron el conde Ludovico y Maurizio, que daban el brazo a la condesa. Francesca Salviati no habia asistido. Brunetti vio con tristeza que el cortejo funebre estaba compuesto por gente mayor, al parecer, amistades de los padres. Era como si a Roberto le hubieran robado no solo el futuro, sino tambien el pasado, porque no habia dejado amigos que pudieran venir a despedirlo y rezar una oracion por su alma, ausente desde hacia tanto tiempo. Que pena, haber significado tan poco, que solo acompanaran tu partida las lagrimas de tu madre. Entonces Brunetti reparo en que a su propia muerte no tendria ni eso, porque su madre, encerrada en su demencia, hacia tiempo que no distinguia entre padre e hijo ni entre vida y muerte. ?Y que sentiria el si aquella caja encerrara todo lo que quedara de su propio hijo?
Bruscamente, Brunetti salio al pasillo y se unio a la fila de gente que iba hacia la puerta de la iglesia. En la escalinata, se sorprendio al ver el sol que banaba el
Brunetti decidio no seguir el feretro hasta el borde del agua para verlo subir a bordo de la embarcacion que lo llevaria al cementerio, y regreso a la
Subio a su despacho. En la mesa encontro una postal de su hermano. En el anverso estaba la Fontana de Trevi y, en el reverso, en la letra cuadrada y pulcra de Sergio, el mensaje: «El trabajo, un exito, nosotros dos, unos heroes», seguido del garabato de la firma y de la posdata: «Roma, horrenda, sordida.»
Brunetti trato de ver si el matasellos llevaba fecha. Si la llevaba, estaba borrosa e ilegible. Se admiro de que la postal hubiera podido llegar de Roma en menos de una semana; el habia recibido cartas de Turin que habian tardado tres. Pero quiza Correos daba prioridad a las postales, o quiza las preferian porque eran mas pequenas y mas ligeras. Leyo el resto del correo, en el que habia cosas importantes, pero ninguna interesante.
La
– Son muy bonitos -dijo el al entrar.
– ?Verdad que si? Pero me gustaria saber por que los de invernadero no tienen aroma.
– ?No?
– Muy poco. Huela. -Se hizo a un lado.
Brunetti se inclino. No tenian aroma, solo un ligero olor generico a vegetal.
Pero, antes de que pudiera hacer un comentario, oyo una voz a su espalda que decia:
– ?Se trata de una nueva tecnica de investigacion, comisario?
La voz del teniente Scarpa tenia una cantinela de curiosidad. Cuando Brunetti se irguio y se volvio a mirarlo, la cara de Scarpa era una mascara de respetuosa atencion.
– Si, teniente -respondio-. La
– ?Y estan corrompidos? -pregunto el teniente Scarpa con aparente interes.
– Todavia no -se adelanto a contestar la
– El
– Pues adelante -dijo ella, agitando la mano en direccion a la puerta del despacho de Patta. Sin decir nada, Scarpa paso junto a Brunetti, dio un golpe en la puerta y entro sin aguardar respuesta.
Brunetti espero a que se cerrara la puerta para decir:
– Deberia tener cuidado con el.
– ?Con el? -hizo ella sin disimular el desden.
– Con el, si -repitio Brunetti-. Tiene el favor del
Ella se inclino hacia adelante y levanto un cuadernito de piel marron.
– Y yo tengo su agenda. Eso equilibra las cosas.
– Yo no estaria tan seguro -insistio Brunetti-. Puede ser peligroso.
– Si le quitas el arma, no es mas que otro
Brunetti no estaba seguro de si podia tolerar, por un lado, una falta de respeto hacia un funcionario que tenia el grado de teniente y, por otro, una alusion despectiva a su lugar de origen. Luego recordo que estaban hablando de Scarpa y lo dejo pasar.
– ?Ha hablado ya con el hermano de su amigo acerca de Roberto Lorenzoni,
– Si,
Brunetti observo con interes que ella parecia mas afectada por este olvido que por el incidente con el teniente Scarpa.
– ?Que dijo?
– No mucho. Quiza por eso lo olvide. Solo que Roberto era vago, que estaba muy mimado y que siempre copiaba.
– ?Nada mas?
– Tambien me dijo Edoardo que Roberto siempre estaba buscandose lios por meter la nariz en los asuntos de los demas, que cuando iba a casa de otros chicos abria cajones y curioseaba en sus cosas. Me dio la impresion de que casi lo admiraba por eso. Dijo que un dia Roberto se escondio despues de clase para quedarse encerrado en la escuela, y registro las mesas de todos los maestros.
– ?Por que lo hizo? ?Para robarles?
– Oh, no. Solo queria ver que tenian.
– ?Seguian en contacto cuando secuestraron a Roberto?
– En realidad, no. Edoardo estaba haciendo el servicio militar en Modena. Dijo que, cuando ocurrio el secuestro, hacia mas de un ano que no se veian. Pero que lo apreciaba.
Brunetti no sabia que pensar de la informacion. De todos modos, dio las gracias a la
Miro las cartas y los informes que tenia encima de la mesa y los aparto a un lado. Se sento, abrio el cajon de abajo con la punta del zapato derecho y apoyo los dos pies en la madera. Cruzo los brazos y se quedo con la mirada fija en el espacio situado encima del armario. Trataba de evocar alguna emocion por Roberto, y fue la imagen del chico encerrado en la escuela curioseando en las mesas de sus maestros lo que hizo que Brunetti empezara por fin a hacerse una idea de su manera de ser. No hizo falta mas que la percepcion de su humanidad inexplicable para que Brunetti, finalmente, se llenara de esa terrible compasion por los muertos que tantas veces habia sentido en su vida. Penso en todo lo que hubiera podido ser la vida de Roberto. Hubiera podido encontrar un trabajo que le gustara, una mujer a la que amar, hubiera podido tener un hijo.
Con el moria la familia; por lo menos, la descendencia directa del conde Ludovico.
Brunetti sabia que el linaje de los Lorenzoni se remontaba a los lejanos siglos en los que la historia y la leyenda se confunden, y se preguntaba que debia de sentir el conde al verlo acabar. Recordaba que Antigona decia que lo mas terrible de la muerte de sus hermanos era que, al no poder sus padres tener mas hijos, con aquellos cuerpos que se pudrian al pie de la muralla de Tebas, moria la familia.
Penso en Maurizio, ahora presunto heredero del imperio Lorenzoni. Aunque los dos muchachos se habian criado juntos, no daba la impresion de que entre ellos hubiera mucho afecto o carino. Al parecer, toda la devocion