donde los Lorenzoni tenian una gran operacion en marcha. No llegue a saber exactamente que habia pasado, pero me parece que Roberto abrio un paquete o algo por el estilo, o leyo un contrato y luego lo comento con alguien que no debia enterarse. Lo cierto es que la operacion se anulo.
La joven miro a Brunetti y vio su gesto de decepcion.
– Ya se, ya se que no es mucho, pero Maurizio estaba furioso. -Despues de reflexionar, opto por hacer el comentario-: Y Maurizio tiene muy mal genio.
– ?Lo dice por lo de la mano? -pregunto Brunetti.
– Nada de eso -respondio ella rapidamente-. Esto fue un accidente. El no queria hacerlo, creame; si lo hubiera hecho a proposito, yo hubiera ido al puesto de
– Y ?como es cuando parece el?
– Muy serio. Por eso deje de salir con el. Siempre estaba llamando para decir que tenia que quedarse a trabajar o que teniamos que llevar a cenar a alguien del negocio. Entonces ocurrio esto -dijo agitando otra vez la mano-, y le dije que habiamos terminado.
– ?El como lo tomo?
– Creo que con alivio, sobre todo cuando le dije que asi y todo firmaria el papel para los abogados.
– ?Ha sabido de Maurizio desde entonces?
– No. A veces lo veo por la calle, y nos saludamos. Pero sin hablar apenas, solo ?como estas? y cosas asi.
Brunetti volvio a sacar la cartera y extrajo de ella una tarjeta.
– Si recuerda algo mas, ?me llamara a la
Ella tomo la tarjeta y la guardo en el bolsillo de su jersey marron.
– Desde luego -dijo sin entonacion, y el dudo de que la tarjeta llegara a la noche.
Brunetti le tendio la mano, estrecho la de ella y se alejo hacia la escalera por entre los percheros de pieles. Mientras bajaba hacia la puerta principal, se preguntaba cuantos millones en negro habria recibido ella a cambio de su firma en un papel. Pero, como se habia recordado a si mismo en tantas ocasiones, la evasion de impuestos no era asunto suyo.
19
Cuando Brunetti volvio al despacho despues del almuerzo, el guardia de la puerta le dijo que el
Pero, si alguna queja habia formulado el teniente Scarpa, no se evidenciaba, ya que la disposicion de Patta parecia insolitamente afable. Al momento, Brunetti se puso en guardia.
– ?Algun progreso en el caso Lorenzoni, Brunetti? -pregunto Patta cuando el comisario hubo tomado asiento frente a la mesa del
– Todavia no, senor; pero tengo varias pistas interesantes. -Con esta bien dosificada mentira, Brunetti pretendia dar a entender que la investigacion avanzaba lo suficiente como para que se le mantuviera en el caso, pero no tanto como para que Patta pidiera detalles.
– Bien, bien -musito el
– Se trata del programa ese, Brunetti -dijo Patta al fin.
– ?Si, senor? -inquirio cortesmente su subordinado.
– El que hace la RAI sobre la policia.
Brunetti recordo entonces vagamente el proyecto de un programa dedicado a la policia que debia realizarse en unos estudios cinematograficos de Padua. Hacia varias semanas que habia recibido una carta en la que se le preguntaba si estaria dispuesto a colaborar en calidad de asesor, ?o en la de comentarista? Echo la carta a la papelera y se olvido de ella.
– ?Si, senor? -repitio, sosteniendo el tono de cortesia.
– Le quieren a usted.
– ?Como?
– A usted. Quieren que sea el asesor y hacerle una entrevista acerca del funcionamiento del sistema policial.
Brunetti penso en todo el trabajo que le aguardaba, y en la investigacion Lorenzoni.
– Eso es ridiculo.
– Estoy completamente de acuerdo con usted -convino Patta-. Les he dicho que necesitan a alguien que tenga mas experiencia, alguien con una vision mas amplia del trabajo policial, que pueda verlo como un todo, no como una serie de casos y delitos aislados.
Una de las cosas de Patta que mas irritaban a Brunetti era que el melodrama barato de su vida tuviera unos dialogos tan ramplones.
– ?Y que han contestado ellos a esa sugerencia?
– Que tenian que hablar con Roma. De alli partio la idea. Han quedado en volver a llamarme manana por la manana. -Patta dio a la frase una inflexion que la convertia en pregunta.
– No se quien puede haberme propuesto para este proyecto. No me gustan estas cosas, ni deseo intervenir.
– Eso mismo les he dicho yo -asintio Patta y, al observar el gesto de sorpresa de Brunetti, agrego-: Me ha parecido que no querria que algo lo distrajera del caso Lorenzoni, ahora que hemos vuelto a abrirlo.
– ?Y entonces?
– Pues entonces les he sugerido que elijan a otro.
– ?Otro con mas experiencia?
– Si.
– ?A quien? -pregunto Brunetti bruscamente.
– A mi, naturalmente -dijo Patta con voz llana y en tono discursivo, como el que enuncia el punto de ebullicion del agua.
Aunque era cierto que Brunetti no deseaba intervenir en un programa de television, le irritaba que Patta se creyera con derecho a arrogarse la intervencion.
– ?Lo hace TelePadova? -pregunto Brunetti.
– Si. ?Eso que tiene que ver? -pregunto Patta. Para el
Brunetti, dejandose llevar de la pura perversidad, contesto:
– En tal caso, quiza el programa este dirigido a una audiencia local y deseen a alguien que hable el dialecto o que, por lo menos, tenga el acento del Veneto.
De la voz y el semblante de Patta desaparecio hasta el ultimo vestigio de cordialidad.
– No veo que importancia pueda tener eso. El crimen es un problema nacional y hay que tratarlo a escala nacional, no fragmentado por provincias, como parece creer usted. -Entorno los ojos al preguntar-: ?O acaso es miembro de esa Lega Nord?
Brunetti no era miembro de la Lega Nord, pero no reconocia a Patta el derecho a hacer la pregunta ni a recibir la respuesta.
– No creo que me haya llamado para hablar de politica.
Patta, con el apetecible premio de una aparicion en television danzando ante los ojos, domino la colera con evidente esfuerzo.