vio mas sellos. Luego la plego y abrio el pasaporte por la primera pagina.

Habia sido expedido seis anos atras y renovado cada ano, hasta la desaparicion de Roberto. Indicaba fecha de nacimiento, estatura, peso y domicilio habitual. Brunetti fue pasando paginas. Evidentemente, no habia sellos de los paises de la Comunidad Europea, pero si los habia de Estados Unidos, Mexico, Colombia y Argentina. Seguian, por orden cronologico, los de Polonia, Bulgaria y Rumania. A partir de ahi, la cronologia se alteraba, como si los policias de aduana, sencillamente, lo hubieran sellado en el primer hueco que encontraban.

Brunetti fue a la cocina en busca de papel y boligrafo e hizo la lista de los viajes de Roberto por riguroso orden cronologico. Al cabo de quince minutos, habia llenado dos hojas de fechas y nombres de paises, dispuestos en columnas un tanto embarulladas con las inserciones que habia ido haciendo a medida que encontraba sellos estampados al azar.

Cuando hubo anotado todas las fechas y lugares, los copio de nuevo ordenadamente, llenando esta vez tres hojas. El ultimo pais que habia, visitado Roberto, diez dias antes del secuestro, era Polonia, adonde habia llegado por el aeropuerto de Varsovia. El visado de salida indicaba que habia estado en el pais un dia tan solo. Con anterioridad, tres semanas antes del secuestro, habia viajado a paises cuyos nombres estaban impresos en caracteres cirilicos, y supuso que serian Bielorrusia y Tadzikistan.

Brunetti fue al estudio de Paola, que estaba al fondo del pasillo. Ella lo miro por encima de las gafas.

– ?Si?

– ?Que tal tu ruso?

– ?Te refieres al amigo o a la lengua? -pregunto ella dejando el boligrafo y quitandose las gafas.

– Tu amigo es asunto tuyo -dijo el con una sonrisa-. Me refiero a la lengua.

– Yo diria que a mitad de camino entre Pushkin y las senales de carretera.

– ?Nombres de ciudades? -pregunto el.

Ella alargo la mano hacia el pasaporte que su marido sostenia ante si. El se acerco a la mesa, le dio el pasaporte y se situo detras de ella, quitandole un hilo del jersey con gesto maquinal.

Ella tomo el pasaporte y pregunto:

– ?Donde estan?

– Detras, en la hoja extra.

Paola abrio el pasaporte y desplego el papel.

– Brest.

– ?Donde esta?

– En Bielorrusia.

– ?Tenemos un atlas?

– En el cuarto de Chiara, me parece.

Cuando el volvio, Paola habia copiado en un papel los nombres de las ciudades y paises.

– Antes de molestarnos en buscar -dijo Paola cuando su marido le puso el libro delante-, veamos de que ano es la edicion.

– ?Por que?

– Han cambiado muchos nombres, no solo de paises sino tambien de ciudades.

Paola abrio el libro por la pagina de creditos.

– Quiza nos sirva -dijo-. Es la edicion del ano pasado. -Fue al indice, busco Bielorrusia y miro el mapa.

Durante un momento, contemplaron el mapa del pequeno pais situado entre Polonia y Rusia.

– Es una de las llamadas republicas separadas.

– Lastima que sean los rusos los unicos que pueden separarse -dijo Brunetti, imaginando la dicha que seria para Italia del Norte poder librarse de Roma.

Paola, que estaba acostumbrada a estos comentarios, no contesto. Calandose las gafas, se inclino sobre el mapa. Puso un dedo encima de un nombre.

– Aqui esta la primera. En la frontera con Polonia. -Sin levantar el dedo, siguio mirando el mapa. A los pocos momentos, con la otra mano senalo otro lugar-. Y aqui tenemos la segunda. Parece que esta solo a unos cien kilometros de la otra.

Brunetti puso la hoja del pasaporte al lado del atlas y volvio a mirar los visados, concretamente, las fechas.

– El mismo dia -dijo.

– ?Y significa…?

– Que de Polonia a Bielorrusia fue por tierra y se quedo un solo dia, quiza menos.

– ?Y eso es extrano? Dijiste que era una especie de mensajero de la empresa. Quiza tenia que entregar un contrato o recoger algo.

– Hummm -asintio Brunetti. Tomo el atlas y se puso a hojearlo.

– ?Que buscas?

– Me gustaria saber que ruta eligio para regresar a Italia -contesto, mirando el mapa del este de Europa y recorriendo con el indice el camino mas probable-. Si iba en su propio coche, pasaria por Polonia y Rumania.

– No me parece que Roberto fuera de los que van en autocar -comento Paola.

Brunetti gruno, con el dedo en el mapa.

– Y luego Austria y hacia abajo por Tarvisio y Udine.

– ?Crees que eso importa?

Brunetti se encogio de hombros.

Paola, desinteresandose del tema, doblo la larga hoja y le devolvio el pasaporte.

– Si importa, lo siento por ti, porque nunca lo sabras. El no va a decirtelo -dijo volviendo al libro que tenia delante.

– «Hay mas cosas en el cielo y la tierra, Horacio, de las que pueda sonar tu filosofia» -le solto el, frase que ella le habia citado mas de una vez en sus discusiones.

– ?Y eso que quiere decir? -sonrio Paola, contenta de que le hubiera ganado un asalto.

– Quiere decir que estamos en la era del plastico.

– ?El plastico? -repitio ella, desconcertada.

– Y los ordenadores.

Como Paola siguiera sin comprender, el sonrio y dijo imitando a la perfeccion el tono de los anuncios de television:

– No salga de casa sin su tarjeta de American Express. -Y al ver que ella empezaba a captar la onda, agrego-: Porque de ese modo podre seguir sus movimientos con… -y Paola, comprendiendo al fin, termino la frase a coro con el-:… el ordenador de la signorina Elettra.

21

– Pues claro que a las prostitutas se les puede pagar con tarjeta -insistio la signorina Elettra, mirando muy seria al asombrado Brunetti. Dos dias despues de su visita al palazzo Lorenzoni, el estaba junto a la mesa de la joven, sosteniendo en la mano las cuatro hojas de la relacion de los pagos hechos por Roberto Lorenzoni con cargo a sus tres tarjetas de credito durante los dos meses anteriores a su secuestro.

Eran unos gastos desmesurados, por un importe que excedia de cincuenta millones de liras, mas de lo que la mayoria de la gente gana en un ano. Los cargos habian sido convertidos en liras y correspondian a gastos hechos en monedas diversas, familiares unas y mas exoticas otras: libras, dolares, marcos, lev, zloty, rublos.

Brunetti iba por la tercera hoja, las cuentas de un hotel de San Petersburgo. En un periodo de dos dias, Roberto habia gastado mas de cuatro millones de liras en servicio de habitaciones. Cualquiera hubiera podido sacar la impresion de que el chico no habia salido de su habitacion, que se habia hecho servir alli todas las comidas y que no habia bebido mas que champana, de no ser porque en la lista aparecian tambien cuantiosos cargos de restaurantes y de lo que, a juzgar por el nombre, debian de ser discotecas o clubes nocturnos: Pink Flamingo, Can Can y Elvis.

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