mirada de los fatigados bocadillos de la vitrina que estaba a un lado del mostrador.
– Vayase a casa, Lorenzo -dijo Brunetti-. Nada mas podemos hacer. Por lo menos, esta noche.
– Pobre hombre -dijo Vianello, sacando del bolsillo unos billetes de mil liras que dejo en el mostrador-. Y pobre mujer. ?Cuantos anos tendra? No muchos mas de cincuenta. Y parece de setenta. O mas. Esto la matara.
Brunetti asintio tristemente.
– Quiza el pueda hacer algo.
– ?Quien? ?Lorenzoni?
Brunetti movio la cabeza de arriba abajo, pero no dijo nada.
Salieron del bar sin responder al saludo del camarero. En Rialto, Vianello se despidio para ir a tomar el barco que lo llevaria a su casa, en Castello. El
La vision del cuerpo de Maurizio y de las huellas terribles de la tragedia que habian quedado esparcidas en la pared, perseguia a Brunetti mientras andaba por la calle y subia la escalera de su casa. Nada mas cerrar la puerta, oyo la television: la familia estaba viendo una serie policiaca que seguian todas las semanas, generalmente, con el que, sentado en su butaca, les senalaba los despropositos e inexactitudes.
–
Chiara asomo la cabeza por la puerta de la sala.
– ?Has cenado, papa?
– Si, tesoro -mintio el, colgando la chaqueta y procurando mantenerse de espaldas a la nina.
Chiara se quedo quieta un instante y volvio a la habitacion. Al cabo de un momento, en la puerta aparecio Paola, con una mano extendida hacia el.
– ?Que ha pasado, Guido? -pregunto con aprension en la voz.
El seguia junto a la chaqueta palpando los bolsillos, como si buscara algo. Ella le rodeo la cintura con el brazo.
– ?Que ha dicho Chiara? -consiguio articular el.
– Que algo terrible te habia pasado. -Paola le saco las manos de la inutil exploracion de los bolsillos de la chaqueta-. ?Que es? -pregunto, llevandose a los labios una de sus manos y dandole un beso.
– Ahora no puedo hablar.
Ella asintio y, sin soltarle las manos, lo empujo hacia su dormitorio, al extremo del pasillo.
– Acuestate, Guido. Te traere una tisana.
– No puedo hablar, Paola -repitio.
Ella lo miraba muy seria.
– Ni yo quiero que hables, Guido. Lo unico que te pido es que te metas en la cama, tomes algo caliente y duermas.
– Si -dijo el, y volvio a experimentar aquella sensacion de irrealidad. Mas tarde, ya en la cama, se tomo la tisana -tila con miel- y sostuvo la mano de Paola, o ella la de el, hasta que se durmio.
Paso una noche tranquila, solo abrio los ojos dos veces y se encontro con la cabeza apoyada en el hombro de Paola, que lo abrazaba. Ninguna de las dos veces llego a despertarse del todo y volvio a dormirse, reconfortado al sentir sus besos en la frente y el calor de su presencia.
Por la manana, cuando los ninos se fueron a la escuela, le conto parte de lo ocurrido. Ella escuchaba su version un tanto suavizada de los hechos, sin hacer preguntas, observando su cara, mientras tomaba el cafe. Cuando el termino, pregunto:
– Entonces, ?ya se ha acabado?
– No lo se. -Brunetti meneo la cabeza-. Aun quedan los secuestradores.
– Pero, si los envio el sobrino, en realidad, el responsable era el.
– Eso es lo malo -dijo Brunetti.
– ?El que? -pregunto Paola, desconcertada.
– Si el los envio.
Paola conocia muy bien a su marido como para perder el tiempo preguntando lo que queria decir.
– Aja -dijo moviendo la cabeza de arriba abajo, tomo otro sorbo de cafe y espero a que el se explicara.
– Hay algo que no encaja -dijo Brunetti al fin-. El sobrino no parecia capaz de eso.
– «Un hombre puede sonreir y sonreir, y ser un malvado» -dijo Paola con la voz que usaba para las citas, pero Brunetti estaba muy abstraido para preguntar de quien era.
– Parecia querer realmente a Roberto, casi daba la impresion de haber deseado protegerlo. -Brunetti movio la cabeza-
– ?Quien, entonces? -pregunto Paola-. La gente no mata a sus hijos; los hombres no matan a su unico hijo.
– Ya lo se, ya lo se -dijo Brunetti descartando lo impensable.
– Entonces, ?quien?
– Eso es lo malo. Que no existe otra posibilidad.
– ?No es posible que te equivoques con el sobrino? -pregunto ella.
– Claro que si -admitio Brunetti-. Puedo equivocarme con todo. No tengo ni idea de lo que paso. Ni por que.
– Por dinero. ?No es el motivo de la mayoria de secuestros? -pregunto ella.
– No se si fue un secuestro, ya no estoy seguro.
– Pues ahora mismo hablabas de los secuestradores.
– Oh, si, se lo llevaron. Y alguien mando las cartas pidiendo rescate. Pero no creo que existiera la intencion de conseguir dinero. -Le hablo del ofrecimiento de dinero hecho al conde Lorenzoni.
– ?Como lo has sabido?
– Me lo dijo tu padre.
Ella sonrio por primera vez.
– Asi me gusta, que lo mantengas todo en familia. ?Cuando has hablado con el?
– Hace una semana. Y ayer.
– ?Del caso?
– Si, y de otras cosas.
– ?Que otras cosas? -pregunto ella con suspicacia.
– Me dijo que no eras feliz.
Brunetti espero a ver como reaccionaba Paola. Esta le parecia la forma mas franca de plantear la cuestion para inducirla a hablar de lo que la inquietara.
Paola no dijo nada durante mucho rato. Se levanto, echo mas cafe en las tazas, luego leche caliente y azucar, y volvio a sentarse frente a el.
– En la jerga del psicoanalisis se llama a esa figura proyeccion.
Brunetti probo el cafe, echo mas azucar y miro a su mujer.
– Tu ya sabes que la gente siempre ve en los demas sus propios problemas -prosiguio ella.
– ?Y cual es el problema de tu padre?
– ?Cual te dijo que era el mio?
– Nuestro matrimonio.
– Pues ahi lo tienes -dijo ella llanamente.
– ?Tu madre te ha dicho algo?
Ella movio la cabeza negativamente.
– No pareces sorprendida.
– Se hace viejo, Guido, y empieza a notarlo. De modo que ahora se da cuenta de lo que para el es realmente importante y lo que no lo es.
– ?Y su matrimonio no lo es?
– Todo lo contrario. Yo diria que se ha dado cuenta de lo importante que es y de como lo ha descuidado durante anos. Decadas.
Nunca habian hablado del matrimonio de los padres de Paola, a pesar de que desde hacia anos Brunetti habia