– ?Y para las chicas del Ufficio Stranieri? -pregunto el, curioso por saber si la signorina Elettra era de las que solo regalan flores a los hombres.

– No -respondio ella-. Hace dos meses que las reciben con el pedido normal, dos veces por semana. -Termino con las flores y lo miro.

– ?Donde las quiere? -pregunto dejando el ramo en un angulo de la mesa-. ?Aqui?

– No; quiza en el alfeizar.

Obediente, ella las puso delante de la ventana central.

– ?Aqui? -pregunto volviendose para ver la expresion de Brunetti.

– Si -dijo el relajando la cara en una sonrisa-. Perfecto. Gracias, signorina.

– Me alegro de que le gusten, dottore -dijo ella sonriendo a su vez.

Brunetti volvio a su mesa, penso en poner los papeles en la carpeta sin leerlos, pero luego los aliso con el canto de la mano y empezo a leer. Hubiera podido ahorrarse la molestia, porque alli no habia mas que una lista de nombres y numeros. Los nombres no le decian nada, aunque debian de referirse a las distintas pruebas que el medico habia solicitado para el joven que se quejaba de fatiga. Los numeros tanto podian corresponder a un marcador de cricket como a cotizaciones de la Bolsa de Tokio: para el eran un misterio. Este galimatias le produjo una brusca irritacion que se disipo tan pronto como habia brotado. Durante un momento, penso en olvidarse de aquellos papeles, pero entonces acerco el telefono hacia si y marco el numero de casa de Sergio.

Despues de decir a su cunada las frases de rigor y prometerle que irian a cenar el viernes, pregunto por su hermano, que ya habia vuelto del laboratorio. Cansado de amables preambulos, Brunetti fue directamente al asunto:

– Sergio, ?tu podrias explicarme lo que significan los valores de unos analisis clinicos?

Su hermano, captando el tono perentorio de su voz, no hizo preguntas.

– Creo que si, por lo menos, de la mayoria.

– Glucosa, setenta y cinco.

– Eso se refiere a la diabetes. Es normal.

– Trigliceridos. Dos cincuenta, me parece.

– Colesterol. Un poco alto, pero no preocupante.

– Globulos blancos, mil.

– ?Que?

Brunetti repitio el valor.

– ?Estas seguro?

Brunetti acerco los ojos a las cifras mecanografiadas.

– Si, mil.

– Hum. Cuesta creerlo. ?Tu te encuentras bien? ?Tienes mareos? -Se notaba inquietud, y algo mas, en la voz de Sergio.

– ?Que?

– ?Cuando te han hecho esos analisis? -pregunto Sergio.

– No, no. No son mios. Son de otra persona.

– Ah. Bien. -Sergio reflexiono y pregunto-: ?Que mas?

– ?Que significa esa cifra? -pregunto Brunetti, intrigado por las preguntas de Sergio.

– No estare seguro hasta que sepa el resto.

Brunetti leyo los restantes analisis y las cifras correspondientes.

– Eso es todo -termino.

– ?No hay nada mas?

– Una nota al pie dice que el funcionamiento del bazo parece deficiente. Y algo de… -Brunetti escudrino la enrevesada letra del medico-. Algo que parece «hyame» y no se que mas. «Membranas», parece.

Despues de una larga pausa, Sergio pregunto:

– ?Cuantos anos tenia esa persona?

– Veintiuno -y, al reparar en el tiempo del verbo, agrego-: ?Por que dices «tenia»?

– Porque, con esos niveles, nadie se salva.

– ?Niveles de que? -pregunto Brunetti.

En lugar de responder, Sergio pregunto:

– ?Fumaba?

Brunetti recordo entonces que Francesca Salviati habia dicho que, por su forma de quejarse de los fumadores, Roberto parecia americano.

– No.

– ?Bebia?

– Todo el mundo bebe, Sergio.

En la voz de Sergio vibro entonces una nota de impaciencia.

– No seas burro, Guido. Ya sabes a lo que me refiero. ?Bebia mucho?

– Probablemente, mas de lo normal.

– ?Enfermedades?

– Que yo sepa, ninguna. Tenia una salud excelente, en fin, buena.

– ?De que murio?

– De un disparo.

– ?Vivia cuando le dispararon?

– Naturalm… -Brunetti se interrumpio. No lo sabia-. Suponemos que si.

– Yo lo comprobaria -dijo Sergio.

– No se si se podra.

– ?Por que? ?No teneis el cadaver?

– No quedaba mucho de el.

– ?El chico Lorenzoni?

– Si -dijo Brunetti y, tras un silencio-: ?Que significan todos esos valores?

– Bien, yo no soy medico… -empezo Sergio, pero Brunetti corto:

– Sergio, esto no es un juicio. Solo quiero que me digas, para mi conocimiento, que indican estos analisis.

– Yo diria que contaminacion por radiactividad -dijo Sergio y, como Brunetti no respondiera, explico-: El bazo. No podia estar tan danado si no habia dolencia organica. Y el numero de globulos blancos es bajisimo. Luego, la capacidad pulmonar. ?Quedaba mucho pulmon?

Brunetti recordo que el medico habia dicho que aquellos parecian los pulmones de un gran fumador, de alguien mucho mayor que Roberto, alguien que hubiera fumado durante decadas. En aquel momento, Brunetti no habia cuestionado esta informacion ni indagado en la contradiccion que introducia con el hecho de que Roberto no fumaba. Se lo explico a Sergio, y pregunto:

– ?En resumen?

– Todo apunta en el mismo sentido: el bazo, la sangre, los pulmones.

– ?Estas seguro, Sergio? -pregunto Brunetti, olvidando que estaba hablando con su hermano mayor, que acababa de conseguir un gran exito en un congreso internacional sobre contaminacion por radiactividad en Chernobil.

– Si.

El pensamiento de Brunetti estaba ahora lejos de Venecia, siguiendo el rastro de las tarjetas de credito de Roberto por la faz de Europa. La Europa del Este. Por las republicas secesionistas de la antigua Union Sovietica, ricas en recursos naturales ocultos bajo tierra y no menos ricas en el armamento que los rusos habian dejado atras en su precipitada marcha ante el inminente hundimiento de su imperio.

– Madre di Dio -suspiro, asustado ante lo que acababa de comprender.

– ?Que hay, Guido? -pregunto su hermano.

– ?Como transportas esas cosas?

– ?Que cosas?

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