Brunetti penso que esta observacion era la replica a la pregunta con que el parecia poner en duda su discrecion, y la dejo pasar sin hacer comentarios.

– ?Que impresion dan los dos juntos?

– Ella es la que habla, mientras el te mira muy tieso, como si no hubiera en diez kilometros a la redonda algo o alguien que pudiera merecer su aprobacion. Siempre me han parecido dos santurrones hipocritas y engreidos. No tuve mas que oirla hablar durante cinco minutos para darme cuenta. Parece un personaje menor de una novela de Dickens, una de esas arpias beatas. Como la unica que hablaba era ella, a el lo juzgue por instinto, pero me alegra saber que no me equivocaba.

– Paola -advirtio el-. No tengo motivos para pensar que el estuviera en casa de Crespo mas que en su calidad de abogado.

– ?Y para eso tenia que quitarse los zapatos? -dijo ella con un bufido de incredulidad-. Guido, haz el favor, vuelve a este siglo. El avvocato Santomauro estaba alli por un motivo que nada tiene que ver con su profesion, a no ser que haya ideado para el signor Crespo una forma de pago muy original por sus servicios.

Paola, segun habia podido comprobar Guido durante mas de dos decadas, era propensa a «pasarse». Al cabo de tanto tiempo, el aun no sabia si considerarlo un vicio o una virtud, pero indiscutiblemente era parte irrenunciable de su caracter. Hasta se le ponia una mirada especial, de audacia, cuando iba a «pasarse», y ahora tenia esa mirada. El no sabia como, pero podia estar seguro de que se pasaria.

– ?Crees que habra agenciado el mismo sistema de pago para el patriarca?

Durante aquellas decadas, el tambien habia comprobado que la unica forma de contrarrestar esta inclinacion de su esposa era la de hacer caso omiso.

– Como te decia -prosiguio el-, el que estuviera en el apartamento no demuestra nada.

– Ojala tengas razon, o tendria que pensar mal cada vez que lo viera salir del Palacio Patriarcal o de la Basilica.

El se limito a lanzarle otra mirada.

– De acuerdo, Guido, habia ido al apartamento para un asunto profesional, un asunto juridico. -Dejo transcurrir unos momentos y agrego, en un tono de voz totalmente distinto, para darle a entender que ahora iba a comportarse y hablaba en serio-: Pero dices que Crespo reconocio al hombre del retrato.

– En principio, yo diria que si, pero cuando me miro, ya habia tenido tiempo para disimular la sorpresa, y su expresion era normal.

– Entonces, el hombre del retrato podria ser cualquiera. Tanto un chapero como un cliente. ?No se te ha ocurrido pensar, Guido, que pudiera ser un cliente al que le gustaba vestirse de mujer para, en fin, para salir con esos hombres?

Brunetti sabia que, en el supermercado del sexo que era la sociedad moderna, aquel hombre, por su edad, tenia que ser comprador mas que vendedor.

– Eso quiere decir que tendriamos que tratar de identificar no a un chapero sino a un cliente.

Paola removio el liquido de su vaso y lo apuro.

– Esa seria una lista mas larga. Y, por lo que acabas de decirme acerca del avvocato del Patriarcato, una lista mucho mas interesante.

– ?Es otra de tus teorias, Paola, la de que la ciudad esta llena de hombres felizmente casados que estan ansiosos de liarse con un travesti?

– Por el amor de Dios, Guido, ?de que hablais los hombres cuando os reunis? ?De futbol? ?De politica? ?Es que nunca chismorreais?

– ?Sobre que? ?Los chicos de via Cappuccina?

Dejo el vaso con mas energia de la necesaria y se rasco el tobillo, donde acababa de picarle uno de los primeros mosquitos de la noche.

– Es porque no tienes amigos gays -dijo ella con ecuanimidad.

– Tenemos muchos amigos gays -replico el, consciente de que solo en una discusion con Paola podia sentirse impulsado a hacer esta afirmacion para atribuirse una virtud.

– Claro que los tenemos, pero tu no hablas con ellos, Guido, no hablas con ellos.

– ?Y que quieres que haga, intercambiar recetas de cocina o divulgar mis secretos de belleza?

Ella fue a responder, pero desistio, lo miro largamente y luego dijo con voz neutra:

– No se si esa observacion es mas ofensiva que estupida o viceversa.

El se rasco el tobillo, reflexiono y dijo:

– Yo diria que mas estupida, pero tambien bastante ofensiva. -Ella lo miro con suspicacia-. Lo siento -agrego el, y Paola sonrio-. De acuerdo, dime todo lo que deberia saber sobre esto -y volvio a rascarse.

– Lo que trato de decir es que algunos de los gays que conozco dicen que muchos hombres de aqui, casados, padres de familia, medicos, abogados y tambien sacerdotes, desean tener relaciones sexuales con ellos. Supongo que en esa afirmacion hay un mucho de exageracion y no poca vanidad, pero tambien una parte de verdad. - Cuando el creia que Paola ya habia terminado de hablar, ella anadio-: Siendo policia, probablemente habras oido hablar de eso, pero imagino que la mayoria de los hombres no querrian admitirlo.

No parecia incluirle a el en este grupo, pero no podia estar seguro.

– ?Cual es tu fuente de informacion en la materia? -pregunto.

– Ettore y Basilio -dijo ella, nombrando a dos colegas de la universidad-. Y lo mismo dicen algunos amigos de Raffi.

– ?Que?

– Dos amigos de Raffi del liceo. No pongas esa cara, Guido. Tienen diecisiete anos.

– ?Tienen diecisiete anos y que mas?

– Son gays, Guido. Gays.

– ?Son muy amigos? -pregunto sin poder contenerse.

Paola se levanto bruscamente.

– Voy a poner el agua para la pasta. Me parece que es preferible esperar hasta despues de la cena para continuar la conversacion. Eso te dara tiempo para recapacitar sobre algunas cosas que has dicho y algunas ideas preconcebidas que pareces tener.

Recogio su propio vaso, le quito el otro de la mano a el y entro en la casa, dejandolo solo para que recapacitara sobre sus ideas preconcebidas.

La cena fue mas apacible de lo que Guido esperaba, vista la brusquedad con que Paola habia ido a prepararla. Habia hecho una salsa de atun fresco, tomates y pimientos, que estaba seguro de no haber probado nunca en casa, para acompanar los gruesos espaguetis Martelli, que eran los que el preferia. Despues tomaron ensalada, un trozo de pecorino que los padres de la amiga de Raffi habian traido de Cerdena y melocotones frescos. Respondiendo a sus mas halaguenas fantasias, sus hijos se brindaron a fregar los cacharros, sin duda, preparando el asalto a la cartera paterna antes de marchar a la montana de vacaciones.

El se retiro a la terraza, con un vasito de vodka helado en la mano, y volvio a sentarse. Encima y alrededor de el, murcielagos surcaban el cielo nocturno con su vuelo irregular. A Brunetti le gustaban los murcielagos; se comen los mosquitos. Al cabo de unos minutos, Paola se reunio con el. El le ofrecio el vaso y ella bebio un sorbo.

– ?Es de la botella del congelador? -pregunto.

El asintio.

– ?Como la conseguiste?

– Supongo que podrias considerarla un soborno.

– ?De quien?

– Donzelli. Me pidio que combinara el calendario de las vacaciones para que el pudiera ir a Rusia, o a la antigua, de vacaciones. Y al regresar me trajo la botella.

– Todavia es Rusia.

– ?Si?

– Antigua Union Sovietica, pero lo de Rusia no ha cambiado.

– Ah, gracias.

Ella asintio.

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