– ?Quienes lo arrestaran?

– Los de Delitos Monetarios. Mintio en su solicitud de la ciudadania monegasca y, por lo tanto, no es valida. Ello quiere decir que sigue siendo subdito italiano y hace siete anos que no paga impuestos. Lo crucificaran. Lo colgaran cabeza abajo.

Al pensar en las evasiones de impuestos que habian perpetrado impunemente ex ministros y actuales ministros del gobierno, Brunetti dudo que los suenos de Patta pudieran hacerse realidad, pero no le parecio oportuno manifestarlo. No sabia como hacer la pregunta inmediata, y la formulo con toda la delicadeza de que era capaz:

– ?Estara solo cuando lo arresten?

– Eso es lo malo -dijo Patta mirandolo fijamente-. El arresto es secreto. Iran a las ocho de la noche. Si yo lo se es porque me ha avisado un amigo que tengo en Delitos Monetarios. -La preocupacion ensombrecio el semblante de Patta-. Si la llamo, ella se lo dira y el huira de Milan. Pero, si no digo nada, estara alli cuando lo arresten.

Y entonces, no hacia falta que lo dijera, no habria manera de evitar que su nombre apareciera en los periodicos. Y el de Patta. Brunetti observaba la cara de Patta, fascinado por las emociones que reflejaba, la pugna entre el deseo de venganza y el amor propio.

Tal como esperaba Brunetti, gano el amor propio.

– No se me ocurre la manera de hacerla salir de alli sin advertirle a el.

– Quiza, eso siempre que a usted le parezca bien, quiza su abogado podria llamarla por telefono para pedirle que fuera a verle a su despacho de Milan. Esto la obligaria a salir de… de donde ahora se encuentra antes de que llegara la policia.

– ?Por que habia de querer verla mi abogado?

– Quiza podria decirle que esta usted dispuesto a discutir las condiciones. Eso bastaria para que no la encontraran alli.

– Ella detesta a mi abogado.

– ?Estaria dispuesta a hablar con usted, senor? ?Si le dijera que va a Milan para tener una entrevista?

– Ella… -empezo a decir Patta, pero entonces echo el sillon hacia atras y se levanto dejando la frase sin terminar. Se acerco a la ventana e inspecciono a su vez, en silencio, la fachada de San Lorenzo.

Estuvo un minuto entero sin decir nada, y Brunetti adivino el peligro del momento. Si ahora Patta se volvia y, cediendo a la emocion, confesaba que queria a su mujer y que deseaba que volviera, nunca le perdonaria que hubiera sido testigo de su debilidad y seria implacable en su venganza.

Con voz serena y firme, como si ya hubiera dejado de pensar en Patta y sus problemas personales, Brunetti dijo:

– Yo he bajado para hablarle del caso Mascari. Debo informarle de varias cosas.

Patta levanto y bajo los hombros con un profundo suspiro, giro sobre si mismo y volvio a la mesa.

– ?Que ha sucedido?

Rapidamente, con voz desapasionada, interesado solo en este asunto, Brunetti le hablo del dossier de la Liga, de los apartamentos que administraba, uno de los cuales habia habitado Crespo y de las sumas que mensualmente se distribuian entre los necesitados.

– ?Millon y medio al mes? -dijo Patta cuando Brunetti acabo de relatarle la visita de Canale-. ?Que alquiler percibe la Liga teoricamente?

– Por el apartamento de Canale, ciento diez mil liras al mes. Y ninguno de los que estan en la lista paga mas de doscientas mil. Es decir, segun los libros de la Liga, no se cobra mas por ninguno de los apartamentos.

– ?Como son esos apartamentos?

– El de Crespo tiene cuatro habitaciones y el edificio es moderno. Es el unico que he visto, pero, por las direcciones que figuran en la lista, por lo menos las de Venecia y por el numero de habitaciones, yo diria que muchos han de ser apartamentos muy apetecibles.

– ?Tiene idea de cuantos son como el de Canale y cuantos inquilinos pagan el alquiler en efectivo?

– No, senor. Ahora necesito hablar con la gente que vive alli, para averiguar a cuantos afecta este asunto. Tengo que ver las cuentas de la Liga en el banco. Y necesito la lista de las viudas y huerfanos que supuestamente reciben dinero todos los meses.

– Eso significa una orden judicial, ?eh? -dijo Patta, en un tono que recuperaba su innata cautela.

No habia inconveniente en proceder contra personas como Canale o Crespo, y a nadie importaba como se hiciera. Pero un banco… un banco era muy distinto.

– Supongo que alli encontraremos el enlace con Santomauro y que la investigacion de la muerte de Mascari nos conducira a el.

Cabia en lo posible que Patta quisiera desahogarse con Santomauro, cuya esposa no habia dado motivo de escandalo.

– Es posible -dijo Patta, titubeando.

A la primera senal de debilidad de un argumento verdadero, Brunetti no vacilaba en recurrir a uno falso.

– Quiza las cuentas del banco esten en regla y el banco no tenga nada que ver con el caso, quiza todo sea un chanchullo de Santomauro. Una vez descartemos la posibilidad de irregularidades en el banco podremos actuar contra Santomauro con libertad.

Patta no necesitaba mas para dejarse convencer.

– Esta bien. Pedire al juez de instruccion una orden para examinar las cuentas del banco.

– Y la documentacion de la Liga -aventuro Brunetti, que iba a mencionar otra vez a Santomauro pero, despues de pensarlo, desistio.

– De acuerdo -accedio Patta, pero con una voz que dejaba bien claro que Brunetti no iba a conseguir mas.

– Muchas gracias, senor -dijo Brunetti poniendose en pie-. Pondremos manos a la obra inmediatamente. Enviare a los hombres a hablar con la gente de la lista.

– Esta bien -dijo Patta, que, perdido ya todo interes en el asunto, se inclino otra vez sobre los papeles que tenia encima de la mesa, los aliso con ademan afectuoso y, levantando la mirada, parecio sorprenderse de ver alli a Brunetti-. ?Algo mas, comisario?

– No, senor, nada mas -dijo Brunetti. Cuando cerraba la puerta, vio a Patta alargar la mano hacia el telefono.

Al llegar a su despacho, llamo a Bolzano y pregunto por la signora Brunetti.

Despues de varios chasquidos y silencios, le llego la voz de Paola.

– Ciao, Guido. Come stai? Te llame a casa el lunes por la noche. ?Por que no has llamado antes?

– Mucho trabajo, Paola. ?Has leido los periodicos?

– Guido, ya sabes que estoy de vacaciones. He leido al maestro. La fuente sagrada es una maravilla. No pasa nada, absolutamente nada.

– Paola, no he llamado para hablar de Henry James.

Ella habia oido antes palabras como estas, pero nunca en este tono.

– ?Que te pasa, Guido?

El recordo que su mujer nunca leia los periodicos cuando estaba de vacaciones, y le peso no haberse esforzado mas por llamarla antes.

– Hemos tenido contratiempos -dijo, procurando restar importancia a sus palabras.

Ella, inquieta, pregunto rapidamente:

– ?Que contratiempos?

– Un accidente.

Con voz mas suave, ella dijo:

– Cuenta, Guido.

– Cuando volviamos de Mestre, alguien trato de tirarnos del puente.

– ?Tiraros?

– Vianello estaba conmigo. -Hizo una pausa y agrego-: Y Maria Nardi.

– ?La chica de Canareggio? ?La nueva?

– Si.

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