profesor?

– Yo diria que de nada.

– Entiendo -dijo Brunetti, poniendo el capuchon al boligrafo.

Vianello se acerco a la puerta, la abrio y retrocedio para dejar paso al profesor y a la signora Ratti.

El profesor Ratti debia de tener mas de cincuenta anos, pero procuraba disimularlo lo mejor que podia. A ello le ayudaban los cuidados de un peluquero que le cortaba el pelo tan corto que el gris casi se confundia con el rubio. Un traje de Gianni Versace de seda gris tortola acentuaba su aire juvenil, al igual que la camisa de seda color burdeos con el cuello desabrochado. Los zapatos, que llevaba sin calcetines, eran del mismo tono que la camisa y estaban fabricados con un cuero trenzado que no podia proceder mas que de Bottega Veneta. Alguien debia de haberle puesto en guardia contra un incipiente doble menton, porque llevaba un foulard de seda blanca anudado bajo la barbilla y levantaba la cabeza, como si tratara de compensar el defecto de unas lentes bifocales malogradas por un optico incompetente.

Si el profesor se mantenia a la defensiva frente a la edad, su esposa hacia una guerra sin cuartel. Su cabello guardaba un curioso parecido con la camisa del marido, y su cara tenia la tersura que solo proporcionan una juventud pimpante o el bisturi de un buen cirujano. Era delgada como una espatula y vestia un conjunto de hilo blanco, con la chaqueta abierta para mostrar una blusa de seda verde esmeralda. Brunetti, al verlos no pudo menos que preguntarse como podian tener un aspecto tan pulcro y tan fresco, con aquel calor. Lo mas frio de su persona eran los ojos.

– ?Queria hablar conmigo, professore?. -pregunto Brunetti levantandose pero sin extender la mano,

– En efecto -dijo Ratti indicando a su mujer que se sentara en la silla que estaba frente a la mesa de Brunetti y acercando otra de la pared, sin pedir permiso. Cuando los dos estuvieron instalados, prosiguio-: He venido para decirle lo mucho que me desagrada que la policia invada la intimidad de mi hogar. Mas aun, deseo formular una queja por las insinuaciones que se me han hecho-. Ratti, como tantos milaneses, se comia las erres, con lo que producia un sonido que Brunetti asociaba inconscientemente al de ciertas actrices de las mas exuberantes.

– ?Y que insinuaciones son esas, professore? -pregunto Brunetti, volviendo a sentarse e indicando a Vianello con una sena que se quedara donde estaba, al lado de la puerta.

– Que existen irregularidades en el arriendo de mi apartamento.

Brunetti miro a Vianello y vio que el sargento alzaba la mirada al techo. No solo acento milanes sino tambien un lenguaje relamido.

– ?Que le hace pensar que se haya hecho tal insinuacion? -pregunto Brunetti.

– Bien, ?por que si no iba su policia a irrumpir en mi apartamento exigiendo que le ensene los recibos del alquiler?

Mientras el profesor hablaba, su esposa examinaba el despacho.

– ?«Irrumpir», professore?-pregunto Brunetti en tono afable-. ?«Exigir»? -Y a Vianello-: Sargento, ?como entro en la propiedad que el profesor tiene… en arriendo?

– Me abrieron la puerta.

– ?Y que dijo usted a la persona que le abrio la puerta?

– Que deseaba hablar con el professore Ratti.

– Comprendo -dijo Brunetti y se volvio de nuevo hacia Ratti-. ?Y como se le formulo la «exigencia», professore?

– Su sargento me pidio que le ensenara los recibos del alquiler. Como si yo fuera a guardar eso.

– ?Usted no acostumbra guardar recibos, professore?

Ratti agito una mano y su esposa lanzo a Brunetti una mirada de estudiada sorpresa, dando a entender que consideraba una perdida de tiempo guardar comprobantes de sumas tan pequenas.

– ?Y que haria si un dia el propietario del apartamento dijera que no habia pagado el alquiler? ?Que pruebas podria presentar usted? -pregunto Brunetti.

Ahora el ademan de Ratti indicaba que habia que descartar semejante posibilidad, mientras la mirada de la esposa daba a entender que nadie podria pensar siquiera en dudar de la palabra de su marido.

– ?Puede decirme como paga el alquiler, professore?

– No creo que eso sea asunto de la policia -dijo Ratti, combativo-. No estoy acostumbrado a que se me trate de este modo.

– ?De que modo, professore? -pregunto Brunetti con autentica curiosidad.

– Como se trata a un sospechoso.

– ?Le han tratado como a un sospechoso antes de ahora otros policias, para que este familiarizado con ese trato?

Ratti se levanto a medias mirando a su mujer.

– No tengo por que aguantar esto. Tengo un amigo que es concejal de la ciudad.

La mujer hizo un ligero ademan y el volvio a sentarse lentamente.

– ?Podria decirme como paga el alquiler, professore Ratti?

Ratti lo miro de frente.

– Lo ingreso en la Banca di Verona.

– ?En San Bartolomeo?

– Si.

– ?Y a cuanto asciende el alquiler, professore?

– No es nada -dijo el profesor con displicencia.

– ?Son doscientas veinte mil liras?

– Si.

Brunetti asintio.

– Y el apartamento, ?cuantos metros cuadrados tiene?

Ahora intervino la signora Ratti, como si ya no pudiera seguir soportando tanta idiotez.

– No tenemos ni idea. Lo suficiente para nuestras necesidades.

Brunetti se acerco la lista de los apartamentos administrados por la Liga, busco la tercera pagina y deslizo el indice por la columna de nombres hasta llegar al de Ratti.

– Me parece que son trescientos doce metros cuadrados -dijo-. Repartidos entre seis habitaciones. Si, imagino que eso sera suficiente para las necesidades de cualquiera.

La signora Ratti salto:

– ?Que quiere decir?

Brunetti la miro friamente.

– Lo que he dicho, signora, ni mas ni menos. Que seis habitaciones han de ser suficientes para dos personas, porque son dos, ?verdad?

– Y la criada.

– Tres -concedio Brunetti-. Pero siguen siendo suficientes. -Desvio la mirada hacia el marido, con la cara impasible-. ?Como consiguio un apartamento de la Liga, professore?

– Muy sencillo -empezo a decir Ratti, pero a Brunetti le parecio que estaba nervioso y trataba de disimularlo dando enfasis a sus palabras-. Lo solicite por el procedimiento habitual y me fue concedido.

– ?A quien lo solicito?

– A la Lega della Moralita, por supuesto.

– ?Y como sabia que la Liga alquilaba apartamentos?

– Es de dominio publico en la ciudad, ?no, comisario?

– Si aun no lo es, no tardara en serlo, professore.

Los Ratti no contestaron a esto, pero la signora Ratti miro rapidamente a su marido y despues a Brunetti.

– ?Recuerdan si alguien en particular les hablo de los apartamentos?

Los dos respondieron instantaneamente.

– No.

Brunetti se permitio una sonrisa levemente sardonica.

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