cargos son meramente honorificos.

– ?Que significa eso, avvocato?

Antes de contestar, Santomauro apoyo la yema de un dedo en la mesa para recoger una mota de polvo, llevo la mano a un lado de la mesa y la agito para desprenderse de la mota.

– Como le decia, mi cargo es solo representativo. No me pareceria correcto que, conociendo a tanta gente de la ciudad como conozco, tratara de escoger a los beneficiarios de la Liga. Y, si puedo tomarme la libertad de hablar en su nombre, estoy seguro de que lo mismo opinan mis companeros de consejo.

– Ya -dijo Brunetti sin esforzarse por disimular su escepticismo.

– ?Le resulta dificil de creer, comisario?

– Seria una imprudencia por mi parte decirle que es lo que me resulta dificil de creer, avvocato -dijo Brunetti. Y pregunto-: ?Y el signar Crespo? ?Se ocupa usted de sus bienes?

Hacia anos que Brunetti no veia a una persona fruncir los labios, y esto precisamente hizo Santomauro antes de contestar:

– Yo era el abogado del signor Crespo y, por lo tanto, me ocupo de sus bienes, por supuesto.

– ?Son muy cuantiosos?

– Esa es informacion confidencial, comisario, como usted debe de saber, siendo licenciado en derecho.

– Y supongo que la indole de su relacion con el signor Crespo, cualquiera que sea, tambien sera confidencial.

– Veo que recuerda el codigo, comisario -dijo Santomauro con una sonrisa.

– ?Podria decirme si ya se han entregado a la policia las cuentas de la Liga?

– Habla de la policia como si no formara parte de ella, comisario.

– Las cuentas, signor Santomauro, ?donde estan?

– Pues en manos de sus colegas, comisario. Esta manana he pedido a mi secretaria que sacara copias de todo.

– Queremos los originales.

– Desde luego, les he dado los originales, comisario -dijo Santomauro dispensando otra pequena sonrisa-. Me he tomado la libertad de sacar copias para mi, por si se extravia algo mientras estan en su poder.

– Muy precavido, avvocato -dijo Brunetti, pero el no sonrio-. No le entretengo mas. Imagino lo precioso que ha de ser el tiempo de una persona de su relevancia social. Solo una pregunta mas. ?Puede decirme quien es el empleado del banco que gestiona las cuentas de la Liga? Me gustaria hablar con el.

La sonrisa de Santomauro florecio.

– Me temo que eso sera imposible, comisario. Las cuentas de la Liga siempre fueron gestionadas por el difunto Leonardo Mascari.

25

Brunetti volvio a su despacho admirado de la habilidad con que Santomauro habia sugerido la culpabilidad de Mascari. El caso se apoyaba en unos presupuestos muy fragiles: si ahora se descubria alguna irregularidad en los documentos del banco, se podria alegar que de ellos se encargaba Mascari; los empleados del banco no sabrian, o podrian ser inducidos a no recordar, si alguna otra persona habia llevado las cuentas de la Liga, y los asesinatos de Mascari y Crespo nunca serian aclarados.

En la questura, Brunetti fue informado de que los papeles de la Banca di Verona y la Liga habian sido entregados a los agentes que habian ido a recogerlos y que tres hombres de la Guardia di Finanza ya habian empezado a repasarlos, en busca de algun indicio de quien supervisaba las cuentas en las que se ingresaban los alquileres y con cargo a las cuales se extendian los cheques de los donativos de la Liga.

Brunetti comprendio que nada adelantaria quedandose a su lado mientras trabajaban, y como no podia reprimir el deseo de, por lo menos, pasar por delante del despacho en el que se les habia instalado, para huir de la tentacion salio a almorzar y eligio un restaurante del Ghetto, a pesar de que, para ir y volver, tendria que andar mucho, a la hora de mas calor. Eran mas de las tres cuando volvio, con la chaqueta empapada y los zapatos aprisionando unos pies que le ardian.

A los pocos minutos, Vianello entro en su despacho y dijo sin preambulos:

– He comprobado la lista de los que reciben cheques de la Liga.

Brunetti conocia el tono.

– ?Y que ha encontrado?

– Que la madre de Malfatti ha vuelto a casarse y tomado el apellido del nuevo marido.

– ?Y que mas?

– Que recibe cheques a nombre del primer marido y del segundo. Lo que es mas, el segundo tambien cobra, y dos primos, y parece que cada uno recibe cheques con dos nombres distintos.

– ?A cuanto asciende todo lo que percibe la familia Malfatti?

– Los cheques son de unas quinientas mil liras al mes, lo que nos da un total de casi tres millones. -Vianello pregunto, casi involuntariamente-: ?Como no se les ocurrio pensar que podian descubrirlos?

Brunetti, considerando que la respuesta era obvia, pregunto a su vez:

– ?Y que han averiguado de los zapatos?

– Hasta ahora, nada. ?Ha hablado con Gallo?

– Sigue en Milan, pero estoy seguro de que, si hubieran encontrado algo, Scarpa me hubiera llamado. ?Que hacen los de Delitos Monetarios?

Vianello se encogio de hombros.

– Estan con eso desde esta manana.

– ?Saben lo que tienen que buscar? -pregunto Brunetti sin poder reprimir un deje de impaciencia.

– Algun indicio sobre quien lo manejaba todo, supongo.

– ?Podria bajar a preguntarles si han encontrado algo? Si Ravanello esta implicado, quiero proceder contra el lo antes posible.

– Si, senor -dijo Vianello y salio del despacho.

Mientras esperaba el regreso del sargento, Brunetti se subio las mangas de la camisa, mas para tener las manos ocupadas que por la esperanza de que ello le aliviara el calor.

Volvio a entrar Vianello, y traia la respuesta escrita en la cara.

– He hablado con su capitan. Dice que, por lo que han podido averiguar hasta ahora, el responsable era Mascari.

– ?Que diablos significa eso? -pregunto Brunetti con sequedad.

– Es lo que me han dicho ellos -respondio Vianello, hablando despacio, con voz sosegada. Y, despues de una larga pausa, agrego-: Senor. -Permanecieron un momento en silencio-. Quiza si hablara usted con ellos directamente podria hacerse una idea mas clara de lo que eso significa.

Brunetti desvio la mirada y se bajo las mangas.

– Bajemos los dos, Vianello.

Era lo mas parecido a una disculpa que estaba dispuesto a ofrecer, pero Vianello parecio darse por satisfecho. Con el calor que hacia en el despacho, probablemente era lo mas que iba a conseguir.

Una vez abajo, Brunetti entro en el despacho en el que trabajaban los tres hombres uniformados de gris de la Guardia di Finanza. Estaban sentados a una larga mesa cubierta de carpetas y papeles. En la mesa habia dos calculadoras de bolsillo y un ordenador portatil, y delante de cada uno de estos aparatos estaba sentado un funcionario. Como concesion al calor, se habian quitado la chaqueta de lana, pero aun llevaban la corbata.

El que estaba delante del ordenador levanto la cabeza al entrar Brunetti, miro un momento por encima de las gafas y siguio tecleando. Miro la pantalla, consulto uno de los papeles que tenia al lado del teclado, pulso varias teclas y volvio a mirar la pantalla. Tomo la hoja de encima del monton que tenia a la derecha del ordenador, la paso a la izquierda de cara abajo y empezo a leer numeros de la hoja siguiente.

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