cuerpo doblado. Nada mas cruzar el umbral se separaron, uno hacia cada lado, para ofrecer dos blancos distintos.

Pero Ravanello no dispararia contra ellos; les basto una mirada para comprenderlo. Su cuerpo yacia atravesado sobre un sillon caido durante la lucha que se habria librado en esta habitacion. Estaba de lado, con la cara vuelta hacia la puerta y los ojos muy abiertos, pero perdida para siempre toda curiosidad hacia estos hombres que entraban en su casa de improviso.

Ni un momento penso Brunetti que Ravanello pudiera estar aun con vida; la postura del cuerpo y la palidez de la cara no dejaban lugar a dudas. Habia muy poca sangre, esto fue lo primero que observo Brunetti. Al parecer, Ravanello habia sido apunalado dos veces, porque tenia dos manchas rojas en la chaqueta, y habia sangre en el suelo, debajo del brazo, pero no la suficiente como para indicar que habia muerto desangrado.

– Oh, Dio -oyo jadear a la anciana a su espalda, se volvio y la vio en la puerta, mirando a Ravanello y oprimiendose los labios con el puno.

Brunetti dio dos pasos hacia la derecha, interponiendose entre ella y el cadaver. La mujer lo miro hoscamente. ?Era posible que estuviera molesta con el porque le impedia ver al muerto?

– ?Como era esa persona, signora? -pregunto.

Ella desvio la mirada hacia la izquierda, pero seguia sin poder ver.

– ?Como era, signora?

A su espalda oia moverse a Vianello, que iba a otra habitacion, marcaba un numero y, con voz suave y serena, informaba a la questura de lo sucedido y solicitaba la presencia de los funcionarios necesarios.

Brunetti avanzo hacia la mujer y, tal como el esperaba, ella retrocedio hacia la escalera.

– ?Podria decirme exactamente que es lo que ha visto, signora?

– Un hombre no muy alto que bajaba la escalera corriendo. Llevaba camisa blanca de manga corta.

– ?Lo reconoceria si volviera a verlo?

– Si.

Brunetti tambien.

A su espalda, Vianello salio del apartamento dejando abierta la puerta.

– Ya vienen.

– Quedese aqui -dijo Brunetti yendo hacia la escalera.

– ?Santomauro? -pregunto Vianello.

Brunetti agito la mano en senal de que le habia oido y bajo las escaleras corriendo. En la calle, giro hacia la izquierda y se dirigio rapidamente hacia campo San Angelo, despues campo San Luca y el bufete del abogado.

Brunetti tenia la impresion de que pretendia avanzar contra una fuerte marea, mientras se movia por entre la muchedumbre que, a ultima hora de la manana, se agolpaba delante de los escaparates, se paraba a charlar en mitad de la calle o remoloneaba frente a una tienda, para aprovechar el respiro momentaneo del aire refrigerado que escapaba del interior. Abriendose paso con los codos y la voz, corria por la estrecha calle de la Mandorla, indiferente a las miradas de indignacion y a las sarcasticas observaciones que su paso suscitaba.

Salio a la explanada de campo Manin y, a pesar de que estaba sudando por todos los poros, se mantuvo al trote, doblo por la ribera y salio a campo San Luca, muy concurrido a aquella hora del aperitivo.

La puerta de la calle estaba entornada, Brunetti entro y subio las escaleras de dos en dos. Arriba, la puerta del despacho estaba cerrada y la luz que escapaba por debajo iluminaba debilmente la escalera. Saco la pistola, empujo la puerta y entro bruscamente saltando hacia un lado al tiempo que se agachaba, tal como habia hecho al entrar en el despacho de Ravanello.

La secretaria lanzo un grito y, como un personaje de historieta, se llevo las manos a la boca, dio un salto hacia atras, tiro la silla y cayo de espaldas.

Segundos despues se abrio la puerta del despacho de Santomauro y el abogado salio en tromba. Le basto una ojeada para hacerse cargo de la situacion al ver a la secretaria, que trataba de esconderse debajo de la mesa y no podia porque su hombro chocaba con el tablero de la mesa, y a Brunetti que se ponia de pie y guardaba la pistola.

– Tranquilicese, Louisa -dijo arrodillandose al lado de la mujer-. No pasa nada, no es nada.

Ella estaba consternada, no podia hablar, ni pensar. Sollozando, se volvio hacia su jefe con las manos extendidas. El le rodeo los hombros con un brazo y ella apoyo la cara en su pecho, hiposa. Santomauro le daba golpecitos en la espalda, hablandole con suavidad. Poco a poco, la mujer se calmo y al fin se incorporo.

– Scusi, avvocato -fue lo primero que dijo, y sus palabras pusieron punto final al incidente.

Ya en silencio, Santomauro la ayudo a ponerse de pie y la acompano hasta una puerta del fondo. Cuando la mujer hubo salido, el miro a Brunetti.

– ?Y bien? -dijo con voz tranquila, pero no por ello menos amenazadora.

– Ravanello ha sido asesinado -dijo Brunetti-. Pense que usted seria el siguiente y he venido para tratar de impedirlo.

Si la noticia sorprendio a Santomauro, el no lo dejo traslucir.

– ?Por que? -pregunto. Como Brunetti no contestara, repitio la pregunta-: ?Por que tenia que ser yo el siguiente?

Brunetti no contesto.

– Le he hecho una pregunta, comisario. ?Por que tenia que ser yo el siguiente? ?Por que tendria que estar en peligro? -En vista del silencio de Brunetti, Santomauro prosiguio-: ?Cree que estoy complicado en esto? ?Por eso ha venido, jugando a los indios y los vaqueros y aterrorizando a mi secretaria?

– Tenia razones para creer que el vendria -explico Brunetti.

– ?Quien? -pregunto el abogado.

– No puedo decirselo.

Santomauro se agacho, enderezo la silla de la secretaria y la puso detras de la mesa. Al fin miro a Brunetti y dijo:

– Marchese. Fuera de mi despacho. Pienso quejarme al Ministerio del Interior. Y enviare copia a su superior. No tolero que me traten como a un criminal ni que asusten a mi secretaria con sus metodos de la Gestapo.

Brunetti habia visto suficiente colera en su vida y en su carrera como para comprender que aquello iba en serio. Sin decir nada, salio del despacho y bajo a campo San Luca. Le adelantaba, caminando deprisa, la gente que iba a comer a casa.

28

Brunetti tuvo que hacer un esfuerzo de voluntad para regresar a la questura. Estaba cerca de su casa, y ahora no queria sino darse una ducha y pensar en algo que no fuera las ineludibles consecuencias de lo que acababa de ocurrir. Habia irrumpido en el despacho de uno de los hombres mas poderosos de la ciudad, aterrorizado a su secretaria y puesto claramente de manifiesto, con la explicacion de su conducta, que lo consideraba implicado con Malfatti en hechos delictivos y en la manipulacion de las cuentas de la Liga. Todos los meritos que, aunque erroneamente, Patta le habia atribuido durante las ultimas semanas, se desvanecerian por efecto de la protesta de un hombre de la influencia de Santomauro.

Y ahora, muerto Ravanello, se esfumaba toda esperanza de poder acusar a Santomauro, porque la unica persona que podia implicar a Santomauro era Malfatti, y su culpabilidad en la muerte de Ravanello invalidaria toda acusacion que pudiera hacer contra Santomauro. Seria la palabra de Malfatti contra la de Santomauro, y no habia que ser un lince para ver cual pesaria mas.

Cuando Brunetti llego a la questura observo mucha agitacion. Tres agentes uniformados deliberaban en el vestibulo, y los que hacian cola en Ufficio Stranieri intercambiaban comentarios en una confusion de lenguas.

– Ya lo han traido, comisario -dijo uno de los agentes al ver a Brunetti.

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