beber algo y cuando contesto que no dije que yo si queria un trago y me fui a la mesita de las bebidas que estaba a su espalda. Y entonces lo hice.
– ?Que hizo?
– Golpearlo.
– ?Con que?
– Con una barra de hierro. La misma que tenia hoy. Va muy bien.
– ?Cuantas veces lo golpeo?
– Solo una. No queria manchar de sangre los muebles de Crespo. Tampoco queria matarlo. Queria que lo mataran ellos.
– ?Y lo mataron?
– No lo se. Bueno, no se cual de ellos. Estaban en el dormitorio. Los llame y lo llevamos al cuarto de bano. Aun vivia. Le oi quejarse.
– ?Por que al cuarto de bano?
La mirada de Malfatti indicaba que empezaba a sospechar que habia sobrevalorado la inteligencia de Brunetti.
– Por la sangre. -Siguio una larga pausa y, en vista de que Brunetti no decia nada, Malfatti prosiguio-: Lo pusimos en el suelo y yo fui en busca de la barra. Santomauro habia dicho que teniamos que desfigurarlo, lo habiamos planeado todo como un puzzle, dijo que tenia que estar irreconocible, para dar tiempo a cambiar las cuentas del banco o lo que fuera. Lo cierto es que no hacia mas que decir que habia que desfigurarlo, de modo que le di la barra y le dije que lo hiciera el. Entonces sali a la sala y me fume un cigarrillo. Cuando volvi a entrar, ya estaba hecho.
– ?Estaba muerto?
Malfatti se encogio de hombros.
– ?Lo mataron Ravanello y Santomauro?
– Yo ya habia hecho mi parte.
– ?Y luego?
– Lo desnudamos y le afeitamos las piernas. Fue un conazo.
– Lo imagino -se permitio Brunetti-. ?Y despues?
– Lo maquillamos. -Malfatti reflexiono-. No; lo maquillaron antes de darle en la cara. Uno de ellos dijo que seria mas facil. Luego volvimos a ponerle su ropa y lo sacamos como si estuviera borracho. Pero no hubieramos tenido que preocuparnos, porque nadie nos vio. Ravanello y yo lo bajamos al coche de Santomauro y lo llevamos al descampado. Yo sabia lo que hay por alli y me parecio un buen sitio para dejarlo.
– ?Donde le cambiaron de ropa?
– En el campo, en Marghera. Lo sacamos del coche y lo desnudamos. Luego le pusimos el vestido rojo y lo demas, y yo lo lleve al otro extremo del campo, y lo deje entre unas matas, para que tardasen mas en encontrarlo. -Malfatti callo, buscando en la memoria-. Se le cayo un zapato, y Ravanello me lo metio en el bolsillo. Yo lo tire a su lado. Fue idea de Ravanello, creo, lo de los zapatos.
– ?Que hicieron con su ropa?
– De vuelta a casa de Crespo, pare el coche y la eche en un contenedor. No habia que preocuparse, no estaba manchada de sangre. Tuvimos mucho cuidado. Le habiamos envuelto la cabeza en una bolsa de plastico.
El agente tosio, volviendo la cabeza, para que la tos no quedara registrada en la cinta.
– ?Y despues? -pregunto Brunetti.
– Volvimos al apartamento. Santomauro lo habia limpiado. Y no supe nada mas de ellos hasta la noche en que fue usted a Mestre.
– ?De quien fue la idea?
– Mia, no. Ravanello me llamo y me explico el plan. Creo que pensaban que, si nos deshaciamos de usted, se abandonaria la investigacion. -Aqui Malfatti suspiro-. Trate de hacerles comprender que las cosas no funcionan asi, que matarlo a usted no serviria de nada, pero no me hicieron caso. Se empenaron en que les ayudara.
– ?Y usted accedio?
Malfatti asintio.
– Tiene que responder de viva voz,
– Si; yo accedi.
– ?Que le indujo a cambiar de parecer?
– Pagaban bien.
Como estaba presente el agente, Brunetti se abstuvo de preguntar cuanto valia su vida. Ya se descubriria con el tiempo.
– ?Conducia usted el coche que trato de tirarnos del puente?
– Si. -Malfatti hizo una pausa larga y agrego-: Mire, de haber sabido que con ustedes iba una mujer, no creo que lo hubiera hecho. Trae mala suerte matar a una mujer. Era la primera. -Entonces cayo en la cuenta y levanto la cabeza-. ?Lo ve? Me ha traido mala suerte.
– Peor suerte la de la mujer,
– No; no tuve nada que ver con eso. Yo estaba en el coche con Ravanello. Dejamos a Santomauro con Crespo. Cuando subimos, ya estaba hecho.
– ?Que les dijo Santomauro?
– Nada. De eso nada. Solo nos dijo que habia ocurrido y, a mi, que me mantuviera fuera de la circulacion, mejor aun, que me marchara de Venecia. Iba a hacerlo, pero me parece que ya no podre.
– ?Y Ravanello?
– He ido a su casa esta manana, despues de que usted viniera a la mia.
Malfatti callo, y Brunetti se pregunto que mentira estaria preparando.
– ?Que ha ocurrido esta manana? -azuzo Brunetti.
– Le he dicho que la policia me buscaba y que necesitaba dinero para marcharme de la ciudad. Pero le ha entrado panico. Ha empezado a gritar que yo lo habia estropeado todo. Y entonces ha sacado la navaja.
Brunetti habia visto la navaja. No parecia propio de un alto empleado de banca llevar en el bolsillo una navaja automatica, pero no dijo nada.
– Me amenazo. Estaba fuera de si. Quise quitarsela de la mano, se resistio, forcejeamos y creo que cayo encima de ella.
«En efecto -penso Brunetti-. Dos veces. En el pecho.»
– ?Y luego?
– Luego he ido a casa de mi madre. Alli me han encontrado sus hombres.
Malfatti callo. Solo se oia el ligero zumbido de la grabadora.
– ?Y el dinero? -pregunto Brunetti.
– ?Que? -dijo Malfatti, sorprendido por este brusco cambio de rumbo.
– El dinero. El dinero de todos esos alquileres.
– El mio lo gastaba. Me lo gastaba cada mes. Pero no era nada comparado con lo que sacaban ellos.
– ?Cuanto sacaba usted?
– De nueve a diez millones.
– ?Sabe lo que hacian ellos?
Malfatti reflexiono, como si nunca se le hubiera ocurrido pensarlo.
– Supongo que Santomauro debia de gastarse buena parte del suyo en chicos. Ravanello, no se. Parecia una de esas personas que hacen inversiones.
El tono de Malfatti convirtio esta practica en una obscenidad.
– ?Tiene algo mas que decir sobre esto o sobre su implicacion con esos hombres?
– Solo que la idea de matar a Mascari fue suya, no mia. Yo solo les ayude, pero la idea fue suya. Yo no tenia mucho que perder si se descubria lo de los alquileres, de modo que no tenia por que matarlo.
Estaba claro que, de haber creido que tenia algo que perder, no hubiera vacilado en matar a Mascari, pero Brunetti no dijo nada.
– Eso es todo -dijo Malfatti.