– ?A quien? -pregunto el, tratando de no hacerse ilusiones.

– A Malfatti.

– ?Como?

– Los hombres que esperaban en casa de la madre. Ha aparecido por alli hace media hora y lo han arrestado antes de que ella pudiera abrir la puerta.

– ?Ha habido dificultades?

– Uno de los hombres que estaba alli dice que al verlos ha tratado de salir corriendo, pero cuando ha visto que eran cuatro se ha entregado.

– ?Cuatro?

– Si, senor. Vianello llamo para pedirnos mas hombres. Llegaban en el momento en que ha aparecido Malfatti. No han tenido ni que entrar, lo han encontrado en la puerta.

– ?Donde esta?

– Vianello lo ha llevado a un calabozo.

– Voy a verlo.

Cuando Brunetti entro en el calabozo, Malfatti reconocio en el al hombre que lo habia arrojado escaleras abajo, pero no lo saludo con especial hostilidad.

Brunetti se acerco una silla de la pared y se sento frente a Malfatti, que estaba sentado en el catre, con las piernas extendidas y la espalda apoyada en la pared. Era un hombre bajo y robusto, de pelo castano y espeso, y facciones regulares que se olvidaban facilmente. Mas parecia un oficinista que un asesino.

– ?Y bien? -empezo Brunetti.

– ?Bien que?

La voz de Malfatti era indiferente.

– ?Prefiere la via facil o la via dificil? -pregunto Brunetti tan imperturbable como los policias de la television.

– ?Cual es la via dificil?

– Que me diga que no sabe nada de esto.

– ?Nada de que? -pregunto Malfatti.

Brunetti apreto los labios, levanto la mirada a la ventana y luego la bajo a Malfatti.

– ?Cual es la via facil? -pregunto Malfatti al cabo de un rato.

– Que me cuente lo que ocurrio. -Antes de que Malfatti pudiera hablar, explico-: No me refiero al asunto de los alquileres. Eso ahora no importa y, de todos modos, ya se sabra. Me refiero a los asesinatos. Los cuatro.

Malfatti se revolvio ligeramente en el colchon, y Brunetti tuvo la impresion de que iba a burlarse de su representacion, pero no dijo nada.

– El es un hombre respetado -prosiguio Brunetti, sin molestarse en explicar a quien se referia-. Al final todo se reducira a elegir entre su palabra y la de el, a menos que pueda usted darnos algo que lo relacione con los asesinatos. -Aqui hizo una pausa, pero Malfatti no dijo nada-. Usted tiene una ficha muy larga -prosiguio Brunetti-. Intento de asesinato y, ahora, asesinato. -Antes de que Malfatti pudiera decir palabra, Brunetti prosiguio, en tono amigable-: No habra ninguna dificultad para demostrar que usted ha matado a Ravanello. -En respuesta a la mirada de sorpresa de Malfatti, explico-: La vieja lo ha visto.

Malfatti desvio la mirada.

– Y los jueces odian a la gente que mata a policias, sobre todo a mujeres policia. De modo que la condena es segura. Los jueces me pediran parecer -prosiguio, y aqui hizo una pausa, para asegurarse la atencion de Malfatti-. Y entonces yo les sugerire Porto Azzurro. -Todos los delincuentes conocian el nombre de esta carcel, la peor de Italia, de la que nadie habia escapado, y ni siquiera un criminal tan curtido como Malfatti pudo disimular la impresion. Brunetti espero y, en vista de que Malfatti no decia nada, agrego-: Dicen que no se sabe que es mas grande, si los gatos o las ratas.

Volvio a esperar.

– ?Y si hablo? -pregunto Malfatti al fin.

– Entonces recomendare a los jueces que lo tomen en consideracion.

– ?Y nada mas?

– Nada mas.

Tambien Brunetti odiaba a los que mataban a policias.

Malfatti tardo solo un momento en decidirse.

– Va bene -dijo-. Pero que conste en el informe que me he ofrecido a colaborar, quiero que pongan que, tan pronto como me arrestaron, me ofreci a contarselo todo.

Brunetti se levanto.

– Voy a llamar para que le tomen declaracion -dijo acercandose a la puerta del calabozo. Desde alli hizo una sena a un joven que estaba sentado a un escritorio a un extremo del pasillo y este acudio al calabozo con una grabadora y un bloc.

Cuando estuvieron preparados, Brunetti dijo:

– Nombre, fecha de nacimiento y domicilio actual.

– Malfatti, Pietro. Veintiocho de septiembre de mil novecientos sesenta y dos. Castello, dos mil trescientos dieciseis.

Estuvo hablando una hora sin que su voz denotara en ningun momento mas emocion que al contestar a este primer requerimiento, a pesar del creciente horror del relato.

La idea pudo haber partido de Ravanello o de Santomauro, Malfatti no lo habia preguntado porque no le interesaba. Habian conseguido su nombre de los hombres de via Cappuccina y se habian puesto en contacto con el para preguntarle si estaria dispuesto a hacer los cobros mensuales a cambio de un porcentaje de los beneficios. El no habia titubeado en aceptar la oferta, su unica duda se referia al porcentaje. Habian accedido a darle el doce, pero Malfatti habia tenido que regatear casi una hora para hacerles subir a tanto.

Fue el afan de aumentar sus ganancias lo que movio a Malfatti a sugerir que una parte de los ingresos legitimos de la Liga se pagara mediante cheque a las personas cuyos nombres proporcionaria el. Brunetti corto la grotesca autocomplacencia con que Malfatti relataba su jugada preguntando:

– ?Cuando se entero de esto Mascari?

– Hace tres semanas. Hablo con Ravanello, le dijo que las cuentas no cuadraban. Pensaba que era cosa de Santomauro. Estupido -escupio Malfatti con desprecio-. Hubiera podido sacarles una tercera parte.

Miraba a Brunetti y al escribiente solicitando que compartieran su desden.

– ?Y entonces? -pregunto Brunetti, reservandose el desprecio.

– Santomauro y Ravanello vinieron a mi casa una semana antes de que ocurriera aquello. Querian que los librara de el, pero yo los conozco y les dije que no lo haria a menos que ellos me ayudaran. No soy idiota. - Nuevamente, busco la aprobacion de los otros dos hombres-. Ya saben lo que es esa gente. Les haces un trabajo y te quedas atrapado. La unica manera de estar seguro es hacer que se ensucien las manos.

– ?Eso les dijo? -pregunto Brunetti.

– En cierto modo. Les dije que lo haria pero que tendrian que ayudarme a prepararlo.

– ?Y como lo prepararon?

– Hicieron que Crespo llamara a Mascari por telefono y le dijera que se habia enterado de que estaba buscando informacion sobre los apartamentos que alquilaba la Liga y que el vivia en uno. Cuando Mascari le dijo que salia para Sicilia aquella tarde (nosotros ya lo sabiamos), Crespo contesto que tenia mas informacion y que podia pasar por su casa camino del aeropuerto.

– ?Y que dijo entonces Mascari?

– Que iria.

– ?Estaba Crespo?

– Oh, no -dijo Malfatti con un resoplido de desden-. Era un hijo de puta muy delicado. No queria tener nada que ver. Aquel dia se fue mas temprano a hacer la calle. Nosotros nos quedamos esperando a Mascari. Llego sobre las siete.

– ?Que ocurrio?

– Yo lo recibi. Probablemente, penso que yo era Crespo, no tenia por que pensar otra cosa. Le pedi que se sentara y le ofreci una copa, el dijo que no, que habia de tomar un avion y tenia prisa. Volvi a preguntar si queria

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