Brunetti se levanto e hizo una sena al agente para que le siguiera.

– Lo hare pasar a maquina para que pueda firmarlo.

– No hay prisa -dijo Malfatti riendo-. No pienso ir a ninguna parte.

29

Una hora despues, Brunetti bajo tres ejemplares de la declaracion mecanografiada a Malfatti, que firmo sin leer.

– ?No quiere saber lo que firma? -pregunto Brunetti.

– No importa -dijo Malfatti, sin levantarse del catre. Senalo el papel con la pluma que Brunetti le habia dado-. Ademas, nadie se lo va a creer.

Lo mismo pensaba Brunetti, por lo que no discutio.

– ?Y ahora que pasara? -pregunto Malfatti.

– Habra una vista previa dentro de unos dias y el magistrado decidira si se le concede la libertad bajo fianza.

– ?Le preguntara su opinion?

– Probablemente.

– ?Y…?

– Me pronunciare en contra.

Malfatti paso los dedos a lo largo de la pluma, la hizo girar y la devolvio a Brunetti.

– ?Avisaran a mi madre?

– Me encargare de que la llamen.

Malfatti se encogio de hombros dandose por enterado, apoyo la cabeza en la almohada y cerro los ojos.

Brunetti salio de la celda y subio los dos pisos hasta el antedespacho de la signorina Elettra. Hoy vestia de un rojo que rara vez se ve fuera de los limites del Vaticano, y que a Brunetti le parecio excesivamente chillon y que desentonaba con su estado de animo. Ella sonrio y eso mitigo un poco su mal humor.

– ?Esta? -pregunto Brunetti.

– Llego hace una hora, pero esta hablando por telefono y me ha dicho que no le interrumpiera por nada.

Brunetti lo preferia; no queria estar con Patta mientras leia la confesion de Malfatti. Puso un ejemplar encima del escritorio.

– ?Sera tan amable de darle esto cuando acabe de hablar?

– ?Malfatti? -pregunto ella, mirando los papeles con franca curiosidad.

– Si.

– ?Donde estara usted?

De pronto, al oir la pregunta, Brunetti se dio cuenta de que habia perdido la nocion del tiempo. Miro el reloj, vio que eran las cinco, pero la hora no significaba nada. No tenia hambre, solo sed y estaba deprimido y exhausto. Al pensar en como reaccionaria Patta sintio que le aumentaba la sed.

– Ire a beber algo y luego estare en mi despacho.

Dio media vuelta y se fue; no importaba si ella leia la confesion o no; en aquel momento no sentia mas que la sed, el calor y la rugosidad de la piel, por la sal que habia dejado en ella el sudor evaporado a lo largo del dia. Se llevo el dorso de la mano a los labios y casi paladeo con fruicion su sabor amargo.

Una hora despues, iba al despacho de Patta, llamado por su jefe. Detras de la mesa encontro al antiguo Patta, que parecia haber rejuvenecido cinco anos y engordado cinco kilos en una noche.

– Sientese, Brunetti -dijo Patta, que golpeo la mesa con el canto de las seis hojas, apilandolas con cuidado-. Acabo de leer esto. -Miro a Brunetti y dejo los papeles en la mesa-. Yo le creo.

Brunetti procuro no exteriorizar emocion. La esposa de Patta tenia cierta relacion con la Liga y Santomauro era una figura de importancia politica en una ciudad en la que Patta aspiraba a conquistar poder. Brunetti comprendia que la conversacion que iba a mantener con Patta no giraria en torno a la justicia ni la ley. No dijo nada.

– Pero dudo que alguien mas lo crea -prosiguio Patta, empezando a marcar el rumbo a Brunetti. Cuando comprendio que su subordinado no iba a hacer comentarios, agrego-: He recibido numerosas llamadas esta tarde.

Era superfluo preguntar si una habia sido de Santomauro, y Brunetti no pregunto.

– No solo me ha llamado el avvocato Santomauro sino que tambien he mantenido largas conversaciones con dos concejales, amigos y companeros politicos del avvocato. -Patta se arrellano en el sillon y puso una pierna encima de la otra. Brunetti vio la reluciente puntera de un zapato y la franja de un fino calcetin azul. Miro a Patta a la cara-. Lo dicho, nadie va a creer a este hombre.

– ?Aunque diga la verdad? -pregunto Brunetti al fin.

– Aunque diga la verdad. En esta ciudad nadie va a creer que Santomauro sea capaz de cometer los actos de los que este hombre le acusa.

– Usted no parece tener dificultad en creerlo, vicequestore.

– A mi no puede considerarseme un testigo imparcial en lo que atane al signor Santomauro -dijo Patta, dejando caer delante de Brunetti, con la misma naturalidad con que habia puesto los papeles en la mesa, el primer indicio de poseer un autoconocimiento insospechado.

– ?Que le ha dicho Santomauro? -pregunto Brunetti, a pesar de que ya lo sabia.

– Estoy seguro de que usted ya se lo imagina -dijo Patta, sorprendiendo a Brunetti por segunda vez en menos de un minuto-. Que Malfatti pretende repartir la culpa para rehuir su responsabilidad. Que el examen de las cuentas del banco nos demostrara que todo fue cosa de Ravanello. Que no hay ni la menor prueba de que el, Santomauro, estuviera involucrado ni en la duplicidad de los alquileres ni en la muerte de Mascari.

– ?Ha dicho algo de las otras muertes?

– ?Crespo?

– Si, y Maria Nardi.

– Ni palabra. Y nada lo relaciona con la de Ravanello.

– Tenemos la declaracion de la mujer que vio a Malfatti bajar la escalera de casa de Ravanello.

– Ya. -Patta descruzo las piernas y se inclino hacia adelante. Puso la mano derecha encima de la confesion de Malfatti-. Esto no tiene ningun valor -dijo, tal como Brunetti esperaba-. Puede tratar de utilizarlo en el juicio, pero dudo de que los jueces le crean. Mas le valdria presentarlo como instrumento en manos de Ravanello.

Probablemente, tenia razon. No existia el juez que pudiera ver en Malfatti al cerebro de la operacion. Pero el juez capaz de atribuir a Santomauro algun papel en ella, no solo no existia sino que ni se concebia.

– ?Entonces no va usted a hacer nada? -pregunto Brunetti, senalando los papeles de encima de la mesa con un movimiento del menton.

– Nada, a no ser que a usted se le ocurra algo que hacer -dijo Patta, y Brunetti trato en vano de detectar sarcasmo en su voz.

– No.

– No podemos tocarlo -dijo Patta-. Lo conozco. Es precavido, no se habra dejado ver por las personas que estan metidas en esto.

– ?Y los chicos de via Cappuccina?

Patta apreto los labios con repugnancia.

– Sus relaciones con esas criaturas son puramente circunstanciales. El juez no aceptaria pruebas a ese respecto. Su conducta, por execrable que sea, es cuestion personal.

Brunetti examinaba las posibilidades: si podia conseguir que un numero suficiente de los travestis que tenian alquilados apartamentos a la Liga declararan que Santomauro habia utilizado sus servicios, o si conseguia encontrar al hombre que estaba en el apartamento de Crespo cuando fue a verlo, o si existian pruebas de que Santomauro habia entrevistado a alguno de los inquilinos que pagaban doble alquiler…

– No hay pruebas, Brunetti -dijo Patta, cortando sus especulaciones-. Solo tenemos la palabra de un asesino confeso. -Patta golpeo los papeles-. Habla de los asesinatos como el que habla de salir a comprar un paquete de

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