resbalo y fue proyectado contra la pared. Al levantar la cabeza vio a Vianello abrir la pesada puerta de la calle, pero Malfatti ya estaba de pie y detras de la puerta. Antes de que Brunetti pudiera gritar una advertencia, Malfatti dio un puntapie a la puerta, que golpeo a Vianello en la cara y le hizo soltar la pistola y caer hacia la estrecha calle. Entonces Malfatti abrio la puerta y desaparecio por el soleado exterior.
Brunetti se puso en pie y acabo de bajar la escalera tan aprisa como podia, mientras sacaba la pistola, pero cuando llego a la calle, Malfatti habia desaparecido y Vianello yacia contra el murete del canal, con la camisa manchada de la sangre que le chorreaba de la nariz. Cuando Brunetti se inclinaba sobre el, los otros tres agentes salieron de la libreria con las metralletas preparadas, pero sin nadie a quien apuntar con ellas.
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Vianello no tenia rota la nariz, pero estaba atontado. Con ayuda de Brunetti, se puso en pie y estuvo un momento tambaleandose, mientras se limpiaba la nariz con la mano.
Acudia gente, las viejas preguntaban que ocurria y las verduleras relataban a las clientes recien llegadas lo que habian visto. Brunetti dio media vuelta y casi tropezo con un carrito metalico lleno de hortalizas. Furioso, lo aparto de un puntapie y se acerco a dos hombres que trabajaban en el barco mas proximo. Como estaban delante de la puerta, tenian que haberlo visto todo.
– ?Por donde se ha ido?
Los dos hombres senalaron hacia la parte baja del
Brunetti llamo con una sena a uno de los agentes, que se acerco para ayudarle a llevar a Vianello a la lancha. El sargento se desasio bruscamente y dijo que podia andar solo. Desde la cubierta de la embarcacion, Brunetti dio por radio a la
Cuando los agentes hubieron embarcado, el piloto hizo retroceder la lancha hasta el Gran Canal, donde viro hacia la
– ?Quiere que lo llevemos al hospital?
– Solo ha sido un golpe -dijo Vianello-. Enseguida dejara de sangrar. -Se limpio con el panuelo-. ?Que ha pasado?
– He aporreado en la puerta quejandome del ruido y, cuando ha abierto, lo he agarrado y lo he tirado por la escalera. -Vianello lo miro con sorpresa-. Es lo unico que se me ha ocurrido -explico Brunetti-. Pero no contaba con que se recuperara tan pronto.
– ?Que cree que hara ahora? -pregunto Vianello.
– Tratara de ponerse en contacto con Ravanello y Santomauro, imagino.
– ?Quiere que les avisemos?
– No -respondio Brunetti rapidamente-. Pero quiero saber donde estan y que hacen. Hay que vigilarlos.
La lancha entro en el canal que conducia a la
En el segundo rellano, los dos hombres se separaron, Vianello siguio hasta el servicio que estaba al final del pasillo y Brunetti subio a su despacho. Llamo a la Banca di Verona y, dando un nombre falso, pidio que le pusieran con el signar Ravanello. Cuando el empleado le pregunto cual era el motivo de la llamada, Brunetti explico que tenia que dar el precio de un ordenador en el que el banco estaba interesado. El hombre le dijo que el
Busco el numero del despacho de Santomauro, marco y, dando el mismo nombre falso, pregunto por el
Marco otra vez el numero de Ravanello, que seguia comunicando. Saco la guia telefonica del cajon de abajo y busco la direccion de Ravanello. Estaba proxima a
Volvio a marcar. El numero seguia comunicando. Llamo a la central y pidio que comprobaran la linea. Al cabo de menos de un minuto le dijeron que la linea estaba abierta pero no en contacto con otro numero, lo que significaba que el telefono estaba descolgado o averiado. Incluso antes de colgar, Brunetti estaba ya pensando en el medio mas rapido de llegar: lo mejor seria utilizar la lancha. Bajo al despacho de Vianello. El sargento, que llevaba una camisa limpia, levanto la cabeza al oirlo entrar.
– El telefono de Ravanello esta descolgado.
Vianello ya estaba camino de la puerta antes de que Brunetti pudiera decir mas.
Juntos bajaron la escalera y salieron al calor sofocante. El piloto estaba limpiando la cubierta con la manguera, pero al verlos salir corriendo arrojo la manguera a la acera y salto al timon.
– Campo San Stefano -grito Brunetti-. Ponga la sirena.
Con su aullido bitonal, la lancha se aparto del muelle y nuevamente salio al
Iban en silencio. Brunetti bajo a la cabina y consulto una guia para averiguar por donde quedaba la direccion. Estaba en lo cierto: el apartamento se hallaba frente a la iglesia que daba su nombre al
Cuando se acercaban al puente de la Accademia, Brunetti subio a cubierta y dijo al piloto que desconectara la sirena. No tenia idea de que encontrarian en San Stefano, pero no queria avisar de su llegada. El piloto hizo enmudecer la sirena y, metiendo la lancha por Rio del Orso, se acerco al embarcadero de la izquierda. Brunetti y Vianello saltaron a tierra y se dirigieron rapidamente hacia el
Enseguida encontraron la puerta, entre un restaurante y una tienda de papeles pintados. El timbre de Ravanello estaba arriba y a la derecha de dos hileras de nombres. Brunetti pulso el de debajo y, al no obtener contestacion, el de mas abajo. Una voz pregunto quien era y al decir el «
El y Vianello entraron en el edificio y, arriba, una voz aguda y quejumbrosa pregunto:
– ?Como han llegado tan pronto?
Brunetti empezo a subir la escalera y Vianello le seguia de cerca. En el primer piso, una mujer de pelo gris, poco mas alta que la barandilla sobre la que se inclinaba volvio a preguntar:
– ?Como han llegado tan pronto?
Haciendo caso omiso de la pregunta, Brunetti pregunto:
– ?Que ocurre,
Ella se aparto de la barandilla y levanto el indice senalando hacia lo alto.
– Ahi arriba. He oido gritos en casa del
Brunetti y Vianello corrieron escaleras arriba, subiendo los peldanos de dos en dos, con la pistola en la mano. En el ultimo piso banaba el amplio descansillo la luz que salia por una puerta abierta. Brunetti se agacho y se situo al otro lado de la puerta, aunque su movimiento fue muy rapido como para que pudiera ver algo en el interior.
Miro atras, hacia Vianello, que movio la cabeza de arriba abajo. Juntos irrumpieron en el apartamento, con el