– ?Quien esta al mando? -pregunto Brunetti.

Un hombre bajito y pelirrojo levanto la mirada de una de las dos calculadoras y dijo:

– Un servidor. ?El comisario Brunetti?

– El mismo -respondio Brunetti acercandose al hombre con la mano extendida.

– Capitan De Luca. -Y, en tono mas familiar, mientras le estrechaba la mano, agrego-: Beniamino. -Agito la mano sobre los papeles-. ?Queria usted saber quien se encargaba de todo esto en el banco?

– Si.

– En este momento, parece que lo llevaba todo un tal Mascari. Su clave figura en todas las transacciones y en muchos de los documentos que tenemos aqui se ve lo que parecen sus iniciales.

– ?Podria ser una falsificacion?

– ?Que quiere decir, comisario?

– Si alguien ha podido modificar esos documentos para dar la impresion de que los manejaba Mascari.

De Luca reflexiono un rato y respondio:

– Creo que si. Si esa persona dispuso de un dia o dos, pudo hacerlo. -Permanecio abstraido, como si estuviera planteandose mentalmente una formula algebraica-. Si; pudo hacerlo cualquiera que conociera sus claves.

– En un banco, ?en que medida son secretos esos codigos de acceso?

– Yo diria que de secretos no tienen nada. Siempre hay empleados que tienen que consultar las cuentas de otros, y han de utilizar su codigo. Yo diria que eso seria muy facil.

– ?Y la contrasena de los recibos?

– Mas facil de falsificar que una firma -dijo De Luca.

– ?Hay forma de demostrar que ha intervenido otra persona?

De Luca volvio a meditar largamente antes de contestar.

– Por lo que a las entradas en el ordenador se refiere, no la hay. Quiza se pudiera intentar con la contrasena, pero la mayoria de la gente hace un garabato dificilmente identificable, a veces, por el propio interesado.

– ?Se podria denunciar que esas cuentas han sido falseadas?

La mirada de De Luca fue tan clara como su respuesta:

– Comisario, ningun juez admitiria esa denuncia.

– ?Asi que Mascari llevaba esas cuentas?

De Luca titubeo.

– Yo no diria tanto. Lo parece, pero es posible que las cuentas esten amanadas.

– ?Y lo demas? ?El proceso de seleccion para la adjudicacion de los apartamentos?

– Oh, es evidente que para la eleccion de los arrendatarios de los apartamentos no regian consideraciones de caracter humanitario, y que muchos de los subsidios no se concedian a personas necesitadas.

– ?Como lo sabe?

– En el primer caso, las solicitudes estan todas aqui, clasificadas en dos grupos: las concedidas y las denegadas. -De Luca hizo una pausa-. No; estoy exagerando. Algunos apartamentos, buen numero de ellos, fueron adjudicados a personas que parecen realmente necesitadas, pero casi una cuarta parte de las solicitudes procede de personas que ni siquiera residian en Venecia.

– ?Y fueron atendidas? -pregunto Brunetti.

– Si. Y eso que sus hombres aun no han comprobado toda la lista de inquilinos.

Brunetti miro a Vianello y el sargento explico:

– Han comprobado la mitad de la lista aproximadamente, y parece que muchos de los apartamentos estan alquilados a personas jovenes que viven solas. Y que trabajan de noche.

Brunetti asintio.

– Vianello, cuando disponga del informe completo de las personas de las dos listas, pasemelo.

– Tardaremos por lo menos otros dos dias, comisario.

– Lamentablemente, ya no hay prisa.

Brunetti dio las gracias a De Luca y volvio a su despacho.

Era perfecto, penso, no dejaba nada que desear. Ravanello habia aprovechado bien el fin de semana, y ahora los apuntes indicaban que Mascari manejaba las cuentas de la Liga. ?Que explicacion mas logica podia darse de la malversacion de tantos millones de la Liga, que la de que era cosa de Mascari y sus travestis? ?Quien sabia lo que hacia mientras viajaba por asuntos del banco, que orgias no habria montado, que caudales no habria derrochado aquel hombre que no llamaba por telefono a su mujer para ahorrarse la conferencia? Brunetti estaba seguro de que Malfatti estaba lejos de Venecia y tardaria en reaparecer, y no le cabia la menor duda de que en Malfatti se reconoceria al hombre que cobraba los alquileres y que exigia que una parte de los cheques de beneficencia fueran para el antes que para nadie mas. ?Y Ravanello? Quedaria como el amigo intimo que, por una lealtad mal entendida, no habia revelado el secreto culpable de Mascari, ignorante de las tropelias fiscales que habia cometido su amigo para pagarse sus vicios. ?Santomauro? Sin duda, en un primer momento, tendria que soportar el ridiculo cuando se supiera como se habia dejado timar por el banquero Mascari, pero con el tiempo la opinion publica volveria a ver en el al ciudadano altruista cuya instintiva buena fe habia sido traicionada por la duplicidad a la que Mascari se habia dejado arrastrar por su orientacion antinatural. Perfecto, absolutamente perfecto, sin la menor fisura en la que Brunetti pudiera introducir la verdad.

26

Aquella noche, ni el elevado ni el edificante empeno de Tacito procuro consuelo a Brunetti, ni el violento final de Mesalina y Agripina sirvio para vindicar la justicia. Despues de leer el escalofriante relato de su mas que merecida muerte, el se dijo que el mal engendrado por aquellas malvadas subsistia mucho despues de su desaparicion. Por fin, pasadas las dos, dejo la lectura y paso el resto de la noche en un sueno inquieto, turbado por el recuerdo de Mascari, un hombre integro, vilmente eliminado, que habia sufrido una muerte aun mas sordida que la de Mesalina o Agripina. Tambien aqui sobreviviria el mal.

La manana era asfixiante, como si sobre la ciudad pesara una maldicion que la condenaba a un calor opresivo que aturdia, mientras las brisas que la habian abandonado jugaban en otros lares. Al atravesar el mercado de Rialto camino de su trabajo, Brunetti observo que muchos de los puestos no habian abierto, dejando en las ordenadas hileras unos huecos que hacian pensar en la sonrisa de un borracho desdentado. Era inutil tratar de vender hortalizas en el ferragosto: los venecianos huian de la ciudad y los turistas solo compraban panini y acqua minerale.

Llego temprano a la questura, no queria andar por la ciudad despues de las nueve, porque el calor era aun mas intenso y las calles estaban aun mas llenas de turistas. No queria pensar en ellos. Hoy, no.

Estaba contrariado. No le satisfacia ni siquiera la idea de que a partir de ahora se habrian terminado los trapicheos de la Liga, ni la esperanza de que De Luca y sus hombres aun podian encontrar algun cabo suelto que condujera hasta Santomauro y Ravanello. Tampoco confiaba en localizar la procedencia del vestido y los zapatos que llevaba Mascari. Habia transcurrido demasiado tiempo.

Brunetti estaba sumido en estos lugubres pensamientos cuando Vianello entro en su despacho sin llamar y grito:

– ?Hemos encontrado a Malfatti!

– ?Donde? -pregunto Brunetti, yendo hacia el impulsado por una repentina energia.

– En San Barnaba, en casa de Luciana Vespa, su amiguita.

– ?Como?

– Nos ha llamado su primo. Esta en la lista. Cobra de la Liga desde hace un ano.

– ?Han hecho un trato? -pregunto Brunetti, indiferente a la ilegalidad del procedimiento.

– No, senor. Ni se ha atrevido a pedirlo. Nos ha dicho que queria colaborar.

El resoplido de Vianello indicaba la confianza que esta afirmacion le merecia.

– ?Que ha dicho?

– Que Malfatti esta alli desde hace tres dias.

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