– Parecen muy seguros. -Hizo un garabato en la lista al lado de sus nombres-. ?Les hicieron una entrevista antes de concederles el apartamento?

– No -dijo Ratti-, rellenamos el formulario y lo enviamos. Luego nos dijeron que habiamos sido seleccionados.

– ?Se lo comunicaron por carta o por telefono?

– Hace tanto tiempo que ya no lo recuerdo -dijo Ratti, miro a su mujer buscando confirmacion y ella movio la cabeza negativamente.

– ?Y hace dos anos que tienen el apartamento?

Ratti asintio.

– ?Y no guarda ningun recibo del alquiler?

Esta vez tambien toco a la mujer negar con la cabeza.

– Digame, professore, ?cuanto tiempo pasa al ano en el apartamento?

El reflexiono un momento.

– Venimos para el Carnevale.

Su esposa remacho la frase con un firme:

– Desde luego.

El marido prosiguio:

– Tambien venimos en septiembre y, a veces, en Navidad.

La esposa intervino para agregar:

– Y algun que otro fin de semana durante el resto del ano, desde luego.

– Desde luego -repitio Brunetti-. ?Y la criada?

– Viene de Milan con nosotros.

– Desde luego -convino Brunetti, agregando otro garabato a la lista.

– ?Podria decirme, professore, si conoce los fines de la Liga, sus objetivos?

– Se que pretende defender y fomentar la moralidad -respondio el profesor en un tono que indicaba que, en su opinion, por mucho que se hiciera con este proposito, siempre seria poco.

– Si, claro -dijo Brunetti-. Pero, aparte de eso, ?sabe la finalidad que persigue mediante el alquiler de apartamentos?

Ahora fue Ratti el que miro a su mujer.

– Creo que su finalidad es la de conceder los apartamentos a las personas que, segun su criterio, reunan las condiciones exigidas.

– Y sabiendo eso, professore -prosiguio Brunetti-, ?no le parecio extrano que la Liga, una organizacion veneciana, diera uno de los apartamentos que administra a una persona de Milan, y una persona, ademas, que solo lo utilizaria unos meses al ano? -Como Ratti no respondiera, Brunetti insistio-: Porque usted debe de saber lo dificil que es encontrar un apartamento en esta ciudad, ?no?

La signora Ratti decidio contestar en lugar de su marido:

– Creimos que desearian conceder el apartamento a quienes supieran apreciarlo y conservarlo.

– ?Quiere usted decir con eso que pueden ustedes cuidar un apartamento grande y apetecible mejor que la familia de un carpintero de Canareggio, por ejemplo?

– Creo que eso es evidente -respondio ella.

– ?Y quien paga las reparaciones, si me permite la pregunta?

La signora Ratti contesto con una sonrisa:

– Hasta ahora no ha habido reparaciones.

– Pero en el contrato, si les dieron un contrato, tiene que haber una clausula que determine quien tiene que hacerse cargo de las reparaciones.

– Ellos -dijo Ratti.

– ?La Liga?

– Si.

– ?El mantenimiento no corre por cuenta de los arrendatarios?

– No.

– ?Y ustedes lo habitan… -Brunetti se interrumpio y miro el papel, como si el numero estuviera escrito en el-… unos dos meses al ano? -En vista de que Ratti no contestaba, insistio-: ?Estoy en lo cierto, professore?

– Si -respondio el interpelado a reganadientes.

Imitando deliberadamente con el ademan al sacerdote que ensenaba el catecismo en su escuela primaria, Brunetti junto las manos y entrelazo los dedos al pie de la hoja de papel que tenia encima de la mesa y dijo:

– Creo que ha llegado el momento de empezar a elegir, professore.

– No se que quiere decir.

– A ver si consigo explicarme. La primera eleccion consiste entre repetir esta conversacion, con mis preguntas y sus respuestas, ante una grabadora o un taquigrafo. En uno u otro caso tendre que pedir a ambos que me firmen una copia de la declaracion, puesto que han dicho lo mismo. -Brunetti hizo una pausa, para dejar que la idea calara-. O tambien podrian, y es la opcion que me parece mas acertada, empezar a decir la verdad.

Los dos fingieron sorpresa y la signora Ratti, ademas, indignacion.

– En cualquier caso, lo menos que puede ocurrirles es que pierdan el apartamento, aunque quiza eso tarde algun tiempo en llegar. Pero lo perderan, seguro.

Le parecio interesante que ninguno preguntara de que estaba hablando.

– Esta claro que muchos de estos apartamentos han sido alquilados ilegalmente y que alguna persona relacionada con la Liga lleva varios anos cobrando alquileres fraudulentamente. -Cuando el professore Ratti fue a protestar, Brunetti levanto una mano, la bajo y volvio a enlazarla con la otra-. Si solo se tratara de un caso de fraude, quiza les conviniera seguir sosteniendo que no saben nada de esto. Pero, por desgracia, es algo mucho mas grave que un caso de fraude.

Hizo una pausa. Por Dios que les haria cantar.

– ?De que se trata? -pregunto Ratti hablando con mas suavidad de la que habia empleado hasta ahora.

– Asesinato. Tres asesinatos, uno de ellos, el de una agente de la policia. Se lo digo para que comprendan que no tenemos intencion de abandonar la investigacion. Han matado a una de nuestras agentes, y vamos a descubrir quien ha sido. Y a castigarlo.

Se interrumpio, para dar efectividad a sus palabras.

– Si se empenan en mantener esa historia sobre el apartamento, antes o despues se veran implicados en un caso de asesinato.

– Nosotros no sabemos nada de un asesinato -dijo la signora Ratti con voz chillona.

– Ahora, ya lo saben, signora. Quienquiera que este detras del plan de alquiler de los apartamentos es el responsable de los tres asesinatos. Si se niegan a ayudarnos a descubrir quien les alquilo su apartamento y quien les cobra el alquiler todos los meses, estaran entorpeciendo una investigacion de asesinato. La pena por este delito, ni que decir tiene, es mucho mas severa que por encubrimiento de fraude. Y a titulo puramente personal quiero agregar que pienso hacer cuanto de mi dependa para asegurarme de que les es impuesta, si siguen negandose a colaborar con nosotros.

Ratti se levanto.

– Deseo hablar con mi esposa. En privado.

– No -dijo Brunetti levantando la voz por primera vez.

– Tengo derecho.

– Tiene derecho a hablar con su abogado, signor Ratti, y se lo concedere con mucho gusto. Pero usted y su esposa decidiran esa otra cuestion ahora, delante de mi.

Se estaba excediendo en sus atribuciones, pero confiaba en que los Ratti no lo supieran.

Estuvieron mirandose un rato, y Brunetti empezaba a desesperar. Pero al fin ella inclino su cabeza color burdeos y ambos se relajaron en las sillas.

– De acuerdo -dijo Ratti-, pero deseo que quede claro que no sabemos nada de ese asesinato.

– Asesinatos -rectifico Brunetti, y vio que el plural impresionaba a Ratti.

– Hace tres anos -empezo a contar Ratti-, un amigo de Milan nos dijo que conocia a alguien que seguramente

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