Vianello silbo.

– ?Y dice que Canale pagaba un millon y medio al mes?

– Si.

Brunetti observo a Vianello mientras este hacia el mismo calculo que habia hecho el al ver la lista.

– Aunque no afecte mas que a una tercera parte, pueden recaudar mas de quinientos millones al ano, ?verdad?

Vianello sacudio la cabeza, y tampoco esta vez Brunetti pudo adivinar si su reaccion era de asombro o de admiracion ante la magnitud del negocio.

– ?Conoce a alguien de esa lista? -pregunto Brunetti.

– Esta el dueno del bar que hay en la esquina de la calle de mi madre. Es su nombre, pero de la direccion no estoy seguro.

– Si fuera el, quiza podria hablarle en confianza.

– ?Quiere decir sin ir de uniforme? -pregunto Vianello con una sonrisa que recordaba a la de antes.

– O enviar a Nadia -bromeo Brunetti.

Pero apenas lo dijo comprendio que podia ser buena idea. El que fueran policias uniformados quienes interrogaban a personas que podian estar ocupando un apartamento ilegalmente tenia que influir en las respuestas. Brunetti estaba seguro de que las cuentas cuadrarian todas, de que existirian los comprobantes que acreditaran que el importe de los alquileres habia sido ingresado mensualmente en la cuenta pertinente, y no dudaba de que encontrarian los recibos correspondientes. En Italia nunca faltaban pruebas documentales; a menudo, lo ilusorio era la realidad que pretendian reflejar.

Asi lo comprendio tambien Vianello, que dijo:

– Me parece que habria que hacerlo de un modo mas indirecto.

– ?Quiere decir preguntar a los vecinos?

– Si, senor. Nadie va a confesar que esta implicado en algo asi. Podria costarles el apartamento, y mentiran.

Vianello mentiria para salvar su apartamento y, despues de reflexionar, Brunetti comprendio que el tambien. Lo mismo que cualquier veneciano.

– Si; vale mas preguntar a los vecinos. Envie a agentes femeninos.

La sonrisa de Vianello era beatifica.

– Y llevese tambien esta otra lista, que sera mas facil de comprobar. Son personas que reciben cantidades mensuales de la Liga. Trate de averiguar cuantas de ellas viven en las direcciones que se indican y cuantas estan necesitadas de ayuda.

– Si yo fuera aficionado a las apuestas -dijo Vianello, que lo era-, apostaria diez mil liras a que la mayoria no viven en estas direcciones. -Hizo una pausa, pellizco las hojas y agrego-: Y aun haria otra apuesta, a que la mayoria no necesitan ayuda.

– No se admiten apuestas, Vianello.

– Era un decir. ?Que hay de Santomauro?

– Por lo que ha podido averiguar la signorina Elettra, esta limpio.

– Nadie esta limpio -sentencio Vianello.

– Entonces es precavido.

– Eso esta mejor.

– Otra cosa. Gallo hablo con el fabricante de los zapatos que llevaba Mascari y le dio la lista de las zapaterias que los venden. Mande a alguien, a ver si algun vendedor recuerda quien compro un par del cuarenta y uno. Es un numero muy grande para unos zapatos de mujer, por lo que es facil que se fijara en el cliente.

– ?Y el vestido? -pregunto Vianello.

Brunetti habia recibido el informe hacia dos dias, y el resultado de la investigacion era el que se temia.

– Es un vestido barato de los que se venden en los mercados callejeros, rojo, de fibra sintetica. No habra costado mas de cuarenta mil liras. Le habian arrancado las etiquetas. Gallo esta tratando de encontrar el taller de confeccion.

– ?Tiene alguna posibilidad?

Brunetti se encogio de hombros.

– Tengo mas confianza en los zapatos. Por lo menos, tenemos el fabricante y las zapaterias.

Vianello asintio.

– ?Desea algo mas, comisario?

– Si. Diga a Delitos Monetarios que necesitaremos a uno de sus agentes, mejor dicho, a uno de sus mejores especialistas, para que examine los papeles que traigan de la Banca di Verona y de la Liga.

Vianello lo miro, sorprendido.

– ?Ha conseguido que Patta pida un mandamiento judicial? ?Para hacer que un banco nos de papeles?

– En efecto -dijo Brunetti esforzandose por no sonreir ni ufanarse.

– Este asunto ha debido de afectarlo mas de lo que yo imaginaba. Un mandamiento judicial… -Vianello sacudia la cabeza, admirado.

– ?Podria decir a la signorina Elettra que haga el favor de subir?

– Por supuesto -dijo Vianello poniendose de pie. Levanto las listas-. Repartire estos nombres y pondre a la gente a trabajar. -Fue hacia la puerta, pero, antes de salir, hizo la misma pregunta que Brunetti habia estado haciendose toda la manana-: ?Como han podido arriesgarse de este modo? Bastaba una persona, una sola fuga, para que todo el tejemaneje se descubriera.

– No tengo ni idea. Por lo menos, una idea plausible.

Para si, se decia que tal vez esto no fuera sino una de tantas manifestaciones de una especie de locura colectiva, un vertigo de audacia que renegaba de toda razon. Durante los ultimos anos habian convulsionado al pais arrestos y acusaciones de corrupcion a todos los niveles, desde el de industriales y constructores hasta el de ministros del gobierno. Se habian pagado sobornos de miles de millones, decenas, centenares de miles de millones de liras, y los italianos habian llegado a creer que, en politica, la corrupcion era la norma. Por ello, el proceder de los dirigentes de la Lega della Moralita podia considerarse completamente normal en un pais de venalidad rampante.

Brunetti ahuyento estas cavilaciones y, al mirar a la puerta, vio que Vianello se habia ido. Por la puerta que Vianello habia dejado abierta no tardo en aparecer la signorina Elettra.

– ?Me ha llamado, comisario?

– Si, signorina -dijo el senalando la silla situada al lado de la mesa-. Vianello acaba de bajar con las listas que usted me facilito. Parece ser que algunas de las personas que aparecen en una de ellas pagan alquileres mucho mas altos que los declarados por la Liga, y ahora me gustaria saber si las personas de la otra lista reciben realmente el dinero que la Liga dice pagarles.

Mientras el hablaba, la signorina Elettra escribia rapidamente en el bloc.

– Me gustaria pedirle, si no esta trabajando en otra cosa… por cierto, ?que es lo que la ha tenido tan ocupada durante toda la semana abajo, en el archivo? -pregunto.

– ?Que? -dijo ella levantandose a medias. El bloc cayo al suelo y se agacho a recogerlo-. Perdon, comisario - dijo cuando volvio a tenerlo abierto en el regazo-. ?En el archivo? Miraba si habia algo sobre el avvocato Santomauro o, quiza, el signor Mascari.

– ?Y ha tenido suerte?

– Por desgracia, no. Ninguno de los dos ha tenido problemas con la policia. Absolutamente nada.

– En esta casa, nadie tiene ni la mas remota idea de como estan archivadas las cosas ahi abajo, signorina, pero le agradecere que vea si puede encontrar algo sobre las personas de esas listas.

– ?De las dos, dottore?

Las habia hecho ella, por lo que sabia que contenian mas de doscientos nombres.

– Quiza deberiamos empezar por la segunda, la de los que reciben dinero. La lista indica nombres y direcciones, y en el Ayuntamiento podra comprobar cuantos estan empadronados aqui. -La ley que obligaba a todos los ciudadanos a inscribirse en el padron de la ciudad y notificar a las autoridades cualquier cambio de domicilio era una reliquia del pasado, pero facilitaba mucho la labor de seguir los movimientos de toda persona por la que se interesara la policia-. Compruebe si algunas de esas personas tienen antecedentes, aqui o en otras

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