edicola de Campo Santamarina y entro en Didovich a tomar cafe y un brioche.

Cadete de academia veneciana de ELItE SE ahorca, declaraba el primero en una de las paginas interiores, mientras que el segundo publicaba en primera plana el titular: El hijo de un ex parlamentario, hallado muerto En San Martino. Los titulares en minusculas informaban a la ciudadania de Venecia de que el padre de la victima habia renunciado a su escano en el Parlamento despues de que su controvertido informe sobre la atencion medica fuera condenado por el entonces ministro de Sanidad, agregaba que la policia investigaba la muerte del chico y que sus padres estaban separados. Al leer los parrafos iniciales, Brunetti comprendio que todos los lectores, con independencia de la informacion contenida en el resto del articulo, sacarian la conclusion de que los padres, o su forma de vida, habian tenido alguna relacion con la muerte del chico o, incluso, sido directamente responsables de ella.

– Que horror, ?no? Ese chico -dijo al dueno una de las mujeres que estaban sentadas ante la barra, agitando una mano en direccion al periodico de Brunettl La mujer mordio el brioche y meneo la cabeza.

– ?Que les pasa a los jovenes de hoy? Con todo lo que tienen, y no estan contentos. Me gustaria saber por que -respondio otra.

A lo que, como obedeciendo a una senal, agrego una tercera, que tenia el pelo del tipico color caoba posmenopausico, dejando la taza en el platillo con un sonoro chasquido

– Porque los padres no les atienden como es debido. Yo me quede en mi casa, cuidando de mis hijos, y no tuvimos esos problemas. -Un oyente ajeno a esta cultura hubiera podido suponer que los hijos de las mujeres que trabajan no tienen mas opcion que la del suicidio. Las tres mujeres movieron la cabeza de arriba abajo en unanime condena de esta nueva prueba de la perfidia y la ingratitud de los jovenes y de la irresponsable conducta de todos los padres que no hacian lo que habian hecho ellas.

Brunetti doblo el periodico, pago y salio de la pasticceria. Los mismos titulares clamaban desde los carteles amarillos pegados a la pared posterior de la edicola. El unico consuelo que encontraba Brunetti en esta ultima prueba de la falsedad de la prensa, era que el autentico dolor que padecian los Moro los blindaba contra esta clase de ataques.

Una vez en la questura, Brunetti subio directamente a su despacho. Habia mas carpetas encima de la mesa. Marco el numero de la signorina Elettra, que contesto diciendo:

– El quiere verlo inmediatamente.

Ya habia dejado de sorprender a Brunetti que la signorina Elettra supiera quien hacia la llamada: la joven habia gastado una considerable suma de fondos de la policia en hacer que Telecom le instalara en el despacho una nueva linea telefonica, pese a que, por el momento, el presupuesto no alcanzaba para que alguien mas que ella pudiera disponer de un terminal en el que apareciera el numero del que llamaba. Tampoco tuvo que pensar mucho para adivinar a quien se referia con el pronombre, ya que ella lo utilizaba exclusivamente para aludir a su inmediato superior, el vicequestore Giuseppe Patta.

– ?Inmediatamente, ya? -pregunto el.

– Mejor inmediatamente, ayer tarde -respondio ella.

Brunetti bajo sin detenerse a abrir las carpetas. Esperaba encontrar a la signorina Elettra en su sitio, pero el despacho estaba vacio. Se volvio a mirar a! pasillo, y tampoco alli la vio.

Reacio a presentarse ante Patta sin tener un indicio del humor de su superior o del motivo de la llamada, Brunetti penso en volver a su despacho a leer las carpetas o ir a la oficina de agentes, para ver si estaban Vianello o Pucetti. Mientras dudaba, se abrio la puerta del despacho del vicequestore Patta y aparecio la signorina Elettra, que hoy vestia lo que parecia una cazadora de bombardero cenida a la cintura y holgada de busto y mangas; es decir, una cazadora de un bombardero que tuviera predileccion por los uniformes de seda natural color albaricoque.

Patta dominaba todo el antedespacho desde su mesa.

– Brunetti -grito-. Tengo que hablar con usted.

Al volverse hacia la puerta, Brunetti miro a la signorina Elettra, que no tuvo tiempo sino de apretar los labios en senal de contrariedad o, quiza, repugnancia. Y se cruzaron como dos barcos en la noche, sin apenas una senal.

– Cierre la puerta -dijo Patta levantando la mirada de los papeles que tenia encima de la mesa y bajandola enseguida. Mientras se volvia para obedecer, Brunetti se dijo que el no empleo de la formula «por favor» era un indicio del tono que tendria la conversacion. El mero hecho de que Brunetti hubiera tenido tiempo de formular este pensamiento excluia ya toda posibilidad de que la entrevista fuera a ser un amigable cambio de impresiones entre colegas. Una demora breve era como cuando un cochero hace restallar el latigo para llamar la atencion del caballo sin tocarlo: una senal para dar a entender quien es el que manda, pero sin infligir dano. Un retraso mas prolongado indicaria la irritacion de Patta sin revelar la causa. Su omision, como en este caso, demostraba miedo o furor. La experiencia habia ensenado a Brunetti que lo mas peligroso era lo primero, porque el miedo inducia a Patta a poner en peligro las carreras de los demas, a fin de proteger la propia. Esta valoracion ya estaba terminada mucho antes de que Brunetti se volviera hacia su superior, por lo que la vision de un Patta furibundo no le intimido.

– ?Si, senor? -pregunto con gesto serio, sabedor de que, en estos momentos, se esperaba de el neutralidad de expresion y de tono. Espero a que Patta le indicara una silla, imitando deliberadamente el comportamiento de! perro inferior.

– ?Que esta esperando? -mascullo Patta aun sin mirarlo-. Sientese.

Brunetti obedecio en silencio, apoyando los brazos en los del sillon con horizontal simetria. Espero, preguntandose que escena iba a representar Patta y como iba a representarla. Paso un minuto en silencio. Patta seguia leyendo la carpeta que tenia delante, volviendo una hoja de vez en cuando.

Al igual que la mayoria de los italianos, Brunetti respetaba y admiraba la belleza. El procuraba rodearse de belleza: su esposa, la ropa que usaba, los cuadros de su casa, incluso el pensamiento que contenian los libros que leia. El gozaba de la belleza. Y, cada vez que se encontraba frente a Patta despues de una semana sin verlo, no podia menos que preguntarse como un hombre tan bien parecido podia carecer de todas las cualidades que normalmente se asocian con la belleza. Su porte erguido era una postura meramente fisica, porque en etica Patta era una anguila, la mandibula indicaba una firmeza de caracter que solo se manifestaba en la obstinacion, y los ojos oscuros y brillantes solo veian lo que querian ver.

Sumido en esta reflexion, Brunetti no se dio cuenta de que, al fin, Patta le dispensaba su atencion, ni oyo las primeras palabras del vicequestore y solo capto el final de la frase:

– … los malos tratos de que usted hizo objeto a sus alumnos.

Como el colegial que busca coherencia en un fragmento de texto, Brunetti dedujo que los alumnos debian de ser los de la Academia San Martino, y que la unica persona capaz de utilizar aquel posesivo al hablar de ellos era el comandante.

– Entre casualmente en la habitacion de uno de los cadetes y estuvimos hablando de sus estudios. No me parece que eso pueda considerarse malos tratos, senor.

– Y no solo usted -corto Patta, sin indicar que se hubiera dignado escuchar su explicacion-. Tambien uno de sus agentes. Anoche, en una cena, el padre de uno de los alumnos me dijo que su agente habia interrogado al chico con mucha rudeza. -Patta dejo que calara todo el horror de esta enormidad antes de anadir-: El padre ha estudiado con el general D'Ambrosio.

– Lo lamento, senor -dijo Brunetii, preguntandose si el chico seguiria quejandose a su padre si un dia el enemigo lo trataba con rudeza en la batalla-. Estoy seguro de que, de haberlo sabido, el agente lo hubiera tratado con mas cortesia.

– No se pase de listo conmigo, Brunetti -replico Patta, mostrando una mayor sensibilidad al tono de Brunetti de lo que era habitual en el-. No quiero que sus hombres anden presionando a esos chicos y causando problemas. Son hijos de algunas de las mejores familias del pais y no consentire que se les trate de ese modo.

Brunetti siempre se habia sentido fascinado por la manera en que la policia iba y venia como una lanzadera entre Patta y cualquier otro posible responsable: cuando resolvian un crimen o se comportaban con valentia, eran la policia de Patta, pero en todos los casos de mala conducta, incompetencia o negligencia eran la policia de otro, por ejemplo, hoy, de Brunetti.

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