– No creo que hubiera malos tratos, senor -dijo Brunetti-. Pedi a un agente que hablara con los otros alumnos para tratar de averiguar si ultimamente el joven Moro se habia comportado de manera extrana o habia dicho algo que indicara que pensaba en el suicidio. -Sin dar tiempo a Patta de interrumpir, agrego-: Me parecio que eso nos ayudaria a dejar aun mas claro que el muchacho se habia suicidado.

– ?Mas claro que que?

– Que las pruebas fisicas existentes, senor -respondio Brunetti.

Durante un momento, penso que Patta iba a decir: «Conforme.» Desde luego, la tension de su rostro se aflojo, y tambien el comisario respiro. Pero solo dijo:

– Esta bien. Entonces consideremoslo suicidio, archivemos el caso y dejemos que la escuela vuelva a la normalidad.

– Buena idea, senor -dijo Brunetti. Y entonces, como si acabara de ocurrirsele la posibilidad-: Pero, ?que hacemos si los padres del chico no se dan por satisfechos?

– ?Que quiere decir?

– Vera, senor, el padre es una persona polemica -empezo Brunetti, meneando la cabeza frente al escandaloso escepticismo hacia las instituciones publicas que reflejaba el Informe Moro-. No desearia firmar un informe cuestionable sobre la muerte de su hijo.

– ?Cabe esa posibilidad?

– Probablemente, no, senor. Pero no deseo incurrir en una omision sobre la que una persona tan dificil como Moro pudiera empezar a hacer preguntas. Seguro que nos colocaria en una situacion dificil. Y el, desde luego, es una persona que atrae la atencion del publico. -Brunetti se abstuvo de decir mas.

Patta reflexiono y finalmente pregunto:

– ?Usted que sugiere?

Brunetti fingio sorpresa por el hecho de que se le hiciera semejante pregunta. Fue a hablar, se detuvo y luego prosiguio, como si nunca se hubiera planteado tal posibilidad:

– Pues me parece que yo empezaria por tratar de averiguar si el chico se drogaba o daba muestras de depresion.

Patta dio la impresion de meditar y dijo:

– Imagino que para ellos seria mas facil de soportar si tuvieran la certeza.

– ?Para quienes?

– Para sus padres.

Bruneiti aventuro una pregunta:

– ?Usted los conoce?

– Conozco al padre -dijo Patta.

En vista de que no seguian invectivas contra el hombre, Brunetti se animo a preguntar:

– ?Considera que debemos seguir adelante, senor?

Patta irguio el cuerpo un poco mas y traslado de un lado al otro de la mesa una pesada moneda bizantina que utilizaba como pisapapeles.

– Si no les lleva mucho tiempo, de acuerdo. -Tipica «respuesta Patta»: encargaba la investigacion y, simultaneamente, se aseguraba de que cualquier demora fuera atribuida a otra persona.

– Si, senor -dijo Brunetti poniendose en pie. Patta fijo su atencion en una delgada carpeta y Brunetti se marcho.

En el pequeno antedespacho encontro a la signorina Elettra sentada a su mesa, inclinada sobre lo que parecia un catalogo. Al acercarse vio que era un desplegable de pantallas de ordenador.

Ella levanto la mirada y sonrio.

– ?No acaba de comprarse uno de esos? -dijo Brunetti senalando la maquina que estaba a su derecha.

– Si, pero ahora han salido otras completamente planas, finas como una pizza. Mire -dijo senalando una de las fotos del catalogo con una una escarlata. Aunque a Brunetti el simil le parecio surrealista, reconocio que era bastante apropiado.

El leyo las dos primeras lineas del epigrafe y, al encontrar una serie de numeros e iniciales, para no hablar de los «gigabytes», fue directamente al pie, donde se indicaba el precio.

– Es el sueldo de un mes -dijo con asombro, consciente de que en su voz habia algo mas que un poco de reprobacion.

– Diga mejor de dos meses -rectifico ella-, si quiere la pantalla grande de LCD.

– ?Piensa pedirla? -pregunto el.

– Lo siento, pero no voy a tener mas remedio.

– ?Por que?

– Porque este -dijo senalando su ordenador casi nuevo como si fuera una bolsa de ropa vieja que fuera a dar a la mujer de la limpieza para que se deshiciera de ella- ya se lo he prometido a Vianello.

Brunetti decidio no hacer comentarios.

– Al parecer, hay cierta relacion entre el vicequestore y el dottor Moro -empezo-. ?Cree poder averiguar algo al respecto?

Ella volvia a mirar el catalogo.

– Nada mas facil, comisario -dijo volviendo la pagina.

11

Venecia, al igual que cualquier otra ciudad del pais, sufria las consecuencias de la negativa del Gobierno a adoptar una politica de inmigracion que fuera coherente con la realidad de la inmigracion. Una de las consecuencias que no afectaban directamente a Brunetti era la de que miles de inmigrantes ilegales se aprovechaban de la laxa politica italiana en materia de inmigracion y, una vez en posesion de documentos italianos que legitimaban su presencia en el continente, pasaban a paises del Norte, donde podian trabajar con un cierto amparo de la ley. Naturalmente, los otros gobiernos veian con irritacion la facilidad con la que los italianos se zafaban del problema trasladandoselo a ellos.

Otras consecuencias si habian empezado a afectar a Venecia, y a Brunetti: en la calle proliferaban los rateros, los robos en las tiendas eran un problema hasta para los comerciantes mas pequenos y ya no habia ciudadano que creyera que su casa estaba a salvo de los ladrones. Como la mayoria de los casos pasaban por la questum, Brunetti percibia el aumento de la criminalidad, pero solo indirectamente, como el que tiene un pequeno resfriado y descubre que la fiebre le ha subido un grado o dos, pero sin sentir otros sintomas. Si algun indicio percibia Brunetti de este aumento de la pequena delincuencia, era la cantidad de papeles que tenia que contrasenar y, teoricamente, leer.

Era un periodo en e! que habia muy pocos crimenes violentos en las casas y las calles de Venecia, y Patta -que sin duda tenia sindrome de abstinencia, ya que hacia mas de una semana que su nombre no aparecia en II Gazzettino-, ordeno a Brunetti y pidio a la signorina Elettra que preparasen un informe estadistico que mostrase el alto grado de eficacia de la policia de Venecia. El informe, estipulo el vicequestore, debia demostrar que los culpables de la mayoria de los crimenes eran descubiertos y arrestados y que, por consiguiente, durante el ultimo ano, la criminalidad en la ciudad habia disminuido.

– Que tonteria -dijo Brunetti cuando la signorina Elettra le informo del encargo.

– Como cualquier otra estadistica de las que nos llegan -dijo ella.

Irritado por la perspectiva del tiempo que tendria que perder en la tarea, el pregunto secamente: -?Por ejemplo?

– La estadistica de los accidentes de carretera -sonrio ella pacientemente ante su evidente disgusto.

– ?Que pasa con ellos? -pregunto Brunetti, sin verdadero interes, pero dudando de que algo tan bien documentado pudiera falsearse.

– Si te mueres una semana o mas despues de resultar herido en un accidente, no mueres de accidente -dijo ella, casi con orgullo-. Por lo menos, estadisticamente.

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