Aparco el Rover en el bordillo y se acerco a la vivienda, se volvio para controlar su aparcamiento, vio que el coche estaba perfectamente aparcado y llamo al timbre.
Ingrid le acaricio la mejilla y lo condujo al interior. Cuando su padre estuvo bien sentado en una silla, se puso delante de el con los brazos cruzados.
– ?Sabes lo que ha pasado? -le pregunto en un tono muy dramatico-. A Matteus le ha dado un tiron en un musculo del muslo.
– ?Que me dices? -pregunto Sejer asustado-. ?Es grave? ?Cuando ha sido? ?Se cayo?
– Ayer -contesto su hija, muy seria-. Mientras ensayaba, haciendo el espagat.
– ?Donde esta ahora?
– Le estan dando un masaje. Me pone de los nervios ese cuerpo suyo. Siempre le pasa algo. Asi es el ballet. Erik lo dice sin rodeos: es algo muy poco sano.
Erik, el marido de Ingrid, era medico y sabia mucho de esos temas.
Ella se sento frente a el y puso las manos sobre la mesa. Sejer puso las suyas sobre las de ella como si fuera una tapadera. Cuando era pequena, jugaban a que las manos eran pajaritos que el encerraba para que no se fueran volando. Luego siempre los dejaba irse, y ella gritaba de gozo cuando su padre intentaba capturarlos de nuevo. Tal vez ella tambien se acordara, porque le sonrio por encima de la mesa. Luego volvio a ponerse seria.
– Todo gira en torno a su cuerpo -dijo Ingrid-. En como funciona, en su capacidad, en sus musculos, en su agilidad y su fuerza. Y en sus debilidades. Es una eterna tortura.
Sejer noto como los dedos de Ingrid se movian dentro de las palmas de sus manos mientras hablaba. Le hacian cosquillas.
– Y luego todos los suplementos que necesita -prosiguio-. Vitaminas y minerales para estar siempre en una forma optima. Y todo lo que no puede comer. O beber. Y lo que no puede hacer. Tanto sacrificio.
Sejer dio un apreton a las manos de su hija.
– Te esta tomando el pelo, Ingrid. Ya sabes como es. El otro dia fuimos a una hamburgueseria y se zampo una enorme hamburguesa con queso. Y patatas fritas y salsa.
Ella parpadeo, alterada. Luego se echo a reir, una risa nerviosa.
– ?Una hamburguesa con queso? ?De verdad?
Sejer asintio.
– Bueno -dijo ella-, pero lo que cuenta es el dia a dia.
Puso morros como una nina ofendida.
– Yo me esfuerzo y hago la comida que el me pide aqui en casa. Y luego va y come hamburguesas contigo. Vaya. Que traidor. Y tu tambien, ahora que lo pienso.
– Supongo que se trata de un privilegio de abuelo tener derecho a ser la excepcion a todas las normas - comento Sejer sonriendo.
– Algunas veces desearia que se cayera y se rompiera la pierna -proclamo Ingrid.
Sejer abrio los ojos de par en par.
– Porque asi se veria obligado a quedarse sentado en una silla. No le quedaria mas remedio que descansar. Todos los dias durante semanas.
– No conseguiras que Matteus se quede sentado en una silla -dijo Sejer.
Ella suspiro como suspiran las madres cuando se preocupan por pequenas cosas.
– Piensa en lo que tu hiciste cuando eras joven -le recordo su padre-. Lo dejaste todo para irte a un pais en guerra civil. Dejaste atras las comodidades, el confort y la seguridad. Ni siquiera se muy bien que hiciste alli abajo, en Africa, y casi prefiero no saberlo. Y alli conociste a Matteus y te lo trajiste a casa. A el tampoco le interesan las comodidades y el confort. Se expone a entrenamientos, malestar y dolor. Pero esta contento. ?No esta contento, Ingrid?
– ?Le has visto los pies? -pregunto ella.
– No.
– Bueno, no le pidas que te los ensene. Es algo terrible de contemplar. La gente no sabe lo que es el ballet. Solo ven a personas que vuelan por encima del suelo; parece muy facil. Tan puro, bonito y delicioso. Pero luego no hay mas que lesiones y agotamiento perpetuo.
– Pero Ingrid -exclamo Sejer.
Su hija fue a la encimera y lleno una jarra de agua.
– ?Tienes miedo a que no le den ese papel en
Ella se encogio de hombros.
– Supongo que si.
– Entonces ya somos dos -dijo el-. Sientate conmigo. Algunas zonas del mundo estan en guerra. Nosotros no tenemos derecho a quejarnos.
Ingrid echo agua en dos vasos. Luego se rio de si misma y de su preocupacion.
– Y a ti, papa, ?como te va la vida?
Sejer bebio.
– Dime la verdad -dijo ella-. ?Piensas mucho en mama?
El dejo el vaso en la mesa con un estallido.
– No creo que piense mucho en ella -admitio-. Pero el recuerdo esta siempre alli, como un ruido de fondo. Me vienen imagenes de cosas que hicimos de jovenes. Recuerdos de la epoca en la que estaba enferma. Todo lo que tuvo que sufrir. Es un poco como vivir junto a una cascada -anadio-. Pasan los anos y ese murmullo constante me agota. Jamas puedo sacarmelo de los oidos. Pero ese ha sido el hogar que me ha tocado en esta vida.
– El hogar junto a la cascada -dijo Ingrid.
Su padre asintio.
– ?Y tu? ?Piensas a menudo en mama? Dime la verdad -dijo, imitandola.
Ingrid se levanto y empujo la silla hacia atras. Llevaba una rebeca de color lila, y tenia la espalda arqueada, igual que su madre. Sejer hizo un nuevo descubrimiento: intercalados entre los rubios cabellos de su hija vio algunos plateados. Sintio nostalgia. Ingrid, su hija, su nina, tenia ya algunas canas.
– No pienso mucho en mama -confeso Ingrid-. Yo era muy pequena.
El no contesto nada a eso.
– Pero desde que ella murio, yo solo pensaba en ti -prosiguio Ingrid-. En donde estabas. En como estabas. Siempre escuchaba tus pasos, esperando oir tu voz. Para comprobar si estabas vivo, ?sabes?
Le lanzo una penetrante mirada, como si quisiera decirle algo mas que esas palabras pronunciadas en voz alta. Luego se volvio a sentar. Planto los codos sobre la mesa.
– ?Sabes por que tenemos tanto miedo a la muerte? -pregunto.
Sejer no entendia hacia donde queria llevarle su hija, pero espero.
– Es porque nos creemos insustituibles -dijo ella-. Pero no lo somos. Todo el tiempo llega gente nueva. Muchas de esas personas son mejores que nosotros. Mas eficaces. Mas fuertes. ?Has pensado en eso?
El asintio.
– Lo que quieres decir es que deberia haberme casado de nuevo -dijo.
– Tal vez -contesto Ingrid con una sonrisa-. Tu siempre te contentas con poco.
El protesto con un gesto de la cabeza. Pensaba que no le faltaba absolutamente nada. Cuando llego a casa me doy una vuelta con Frank, penso. Luego me siento en el sillon junto a la ventana. Me sirvo un whisky. Me fumo un cigarrillo lentamente, disfrutando cada calada. Y tal vez pongo un cede de Monica Zetterlund o Laila Dalseth. Luego me acuesto y duermo bien.
?Que mas puede uno pedir?
Ingrid senalo hacia la ventana. Volvio a ponerse seria.
– Estaba junto a la ventana cuando entrabas con tu coche en la calle -dijo-. Reconocia tu coche y te vigilaba a cada instante. Todo el tiempo, papa. A cada instante.
Su padre asintio y sonrio. Pero en el fondo estaba nervioso ante lo que sabia que llegaria.
– Te vi salir del coche -dijo Ingrid-. Perdiste el equilibrio.
El busco algo que decir, algo que pudiera quitarle importancia a todo.
– Tengo la tension algo baja -aventuro.