habia sido grande y fuerte, risueno y bromista, organizando y arreglando todo. Ahora estaba alli sentado con las piernas viscosas y una piel que ya no parecia piel, era como si el craneo hubiera sido forrado con un viejo hule. Pensando asi y admitiendo su propia miseria, su desmesurada cobardia, se encogio aun mas. ?Y si el supiera lo que en el fondo pensaba ella? ?Podia notarlo, podia olerlo? ?Era su traicion patente en el salon, oia el los susurros de los rincones? ?Por eso habia dejado de hablarle, aunque todavia era capaz de hablar?
?En que estaba pensando en ese momento?
Cuando me muera me meteran en la camara frigorifica, Astrid, tendre que estar alli varios dias. Mis mejillas se quedaran duras como una piedra. Luego ardere, Astrid, a dos mil grados. Hara tanto calor que el esqueleto se encogera dentro del ataud. Tengo mucho miedo, Astrid, buscame una solucion, ?no podrias hacer un milagro? ?Podrias golpearme la mejilla y decir, despiertate, Helge, no es mas que una pesadilla?
Astrid cogio otra camisa del monton.
Era azul, con el cuello y los punos blancos, tal vez una de las mas bonitas que el tenia. La plancho con todas las reglas del arte, aunque sabia que nunca mas la usaria, pues seria demasiado dificil con esos botones tan pequenos. Su garganta ya no gorgoteaba. A ella no le gustaba ese silencio. Cuando miro hacia atras vio que la cabeza de Helge se le habia caido sobre el pecho, como si estuviera dormido. Tal vez este muerto, penso, sin que me haya percatado de nada. Entonces lo oyo manipular algo en la mesa, acaso el mando del televisor. Querra cambiar de canal, habia muchos programas que ya no soportaba ver. No soportaba risas, gritos, ni musica ruidosa. Lo unico que le quedaba era la gravedad. Su mundo se habia estrechado y reducido a un pasillo oscuro. En el que solo cabian el, su angustia y el dolor.
En ese instante, Astrid miro por la ventana porque oyo un ruido fuera, tal vez un coche que iba sumamente lento. Se paro junto a la verja unos instantes, y luego volvio a ponerse en marcha y avanzo unos metros mas. Astrid solto lo que tenia en las manos y estiro el cuello. Al parecer el coche queria entrar marcha atras. ?Que significaba aquello? No esperaba a nadie, y, por cierto, ese coche era muy extrano. Permanecio muy quieta observando. Tal vez este sonando, penso, esto no puede ser. Un coche negro y grande, con una cruz en el techo, estaba entrando en el patio marcha atras. Astrid estaba a punto de desmayarse. Tuvo que inclinarse sobre la tabla de planchar, mirando fijamente a su marido. Tambien el habia oido el ruido del coche. Ese murmullo bajo del motor. Las ruedas sobre la gravilla. Una puerta que se abria y se cerraba. A Astrid le entro panico. No entendia nada de lo que estaba pasando, solo le preocupaba una cosa: Helge no deberia por nada del mundo ver ese coche. Parecia intranquilo. Puso las manos sobre las ruedas de la silla, no le gustaba que acudiera gente a la casa, no queria que nadie viera lo mal que estaba. Astrid se acerco a la ventana. Tal vez se hubiera equivocado, tal vez ese coche llevara una especie de publicidad en el techo, algo que ella habia malentendido. Pero era una cruz. Era un coche funebre. Un hombre de traje oscuro abrio la puerta de atras y se quedo mirando la casa. Parecia prudente y reposado, era un profesional y eso era algo que hacia todos los dias para ganarse el sustento.
– ?Esta llegando alguien? -pregunto Helge Landmark, angustiado-. ?Tienen que entrar?
Su voz era debil.
Astrid se agarro al alfeizar de la ventana.
– No -se apresuro a contestar- no van a entrar.
Estaba tan desconcertada que apenas podia hablar. Al mismo tiempo era presa del panico, porque Helge intentaba maniobrar la silla de ruedas hacia la ventana, aunque costara mas fuerza de la que el tenia.
– Se ha equivocado de casa -se apresuro a decir-. Voy a hablar con el.
Corrio hasta la puerta a la vez que vigilaba a su marido, que se movia en la silla, rodando lentamente por el parquet sobre sus grises ruedas de goma.
– ?No! -grito ella-. ?Quedate sentado!
Como si pudiera hacer otra cosa. Pero el noto el panico de ella, noto que queria mantenerlo alejado de lo que estaba sucediendo, y eso era algo que no aceptaba. Queria acercarse a la ventana. Queria ver lo que ella estaba viendo. Se encontraba a mitad de camino cuando ella abrio la puerta.
El hombre que habia fuera tenia la misma edad que ella. Impecablemente vestido con traje oscuro, era muy amable. Le tendio una mano a la vez que se inclinaba profundamente.
– La acompano en el sentimiento -dijo.
– ?Como? -jadeo Astrid.
El hombre conservo su imperturbable tranquilidad. Tal vez hubiera visto eso antes, esa excitacion en los allegados de los fallecidos cuando la muerte acababa de llegar a la casa.
– Soy Arnesen -dijo-. De Memento.
– ?Arnesen?
– Vengo de Memento -repitio-. De la agencia. Ingemar Arnesen.
Astrid se puso a temblar a la vez que miraba la calle por si algun vecino veia el coche. ?Y Helge? ?Estaria ya junto a la ventana viendo lo que estaba sucediendo?
Se dejo caer hacia el marco de la puerta, como buscando apoyo.
– ?A que ha venido aqui? -susurro.
Tenia la boca completamente seca.
Ingemar Arnesen, de la Agencia Funeraria Memento, alzo una ceja. Por primera vez intuyo que algo podia ser diferente esta vez, pero no algo que el no pudiera tratar con dignidad, asi que conservo la calma.
– Me han enviado -dijo- a recoger a Helge Landmark.
Lo miro directamente a los ojos.
Sus iris eran grandes y verdes.
Eso fue la gota que colmo el vaso para Astrid. Se aferro al marco de la puerta, mirandolo con los ojos abiertos de par en par.
– Helge Landmark no ha muerto -susurro-. En este momento esta junto a la ventana mirandonos.
Arnesen cerro los ojos. La avalancha de pensamientos en su cabeza solo se manifesto como una ligera contraccion junto a la boca. En medio de todo, Astrid sintio compasion por el.
– Pero ?quien le ha llamado? -pregunto.
El hombre abrio los ojos y enderezo la espalda. Su mirada vago hacia la ventana y luego hacia atras, al coche negro.
– Su medico de familia -contesto.
– ?El medico de familia?
– El doctor Mikkelsen, del Centro Medico Sandberg. El medico de Helge Landmark. Informo de su fallecimiento hace dos horas.
Ella movio la cabeza sin entender nada.
– No conocemos a ningun doctor Mikkelsen -explico-. El medico de mi marido se llama Onstad. Martin Onstad. Del Hospital Central.
Astrid miro perpleja al coche abierto, estaba aterrada.
– Alguien nos esta tomando el pelo -susurro.
– Eso parece -dijo Arnesen.
– Pero ?quien es el doctor Mikkelsen? ?Usted lo conoce?
Arnesen parecio algo confundido. Ella se fijo en la raya de su pantalon, era afilada como un cuchillo. Zapatos negros relucientes. Camisa blanca como la nieve.
– Nos llaman muchos medicos -explico el hombre afligido-. Siempre hay alguno nuevo. Y luego estan los suplentes. Es imposible conocer todos los nombres. Pero el me envio aqui. A esta direccion.
Abrio las manos, desconcertado.
– ?Es Helge Landmark el hombre de la casa?
– Esta enfermo -susurro Astrid.
Se estremecio, porque la puerta del asiento del pasajero del coche negro se abrio, y salio un hombre algo mas joven, tambien el de traje oscuro. Claro que son dos, penso ella, tienen que cargar. Nerviosa, miro hacia la ventana, pero el brillo del cristal le impidio ver nada.
El hombre mas joven se acerco a la escalera. Tambien el saludo a Astrid con una respetuosa inclinacion.
– ?Nos hemos equivocado de direccion? -pregunto.
Habia un leve indicio de susto en la joven cara.
– Mas bien si -contesto Arnesen. Su voz era tensa-. Nos hemos equivocado de todos los modos posibles.