– Un coche como este fue el que llevo a la princesa Diana -dijo Arnesen-. El que la recogio en el aeropuerto, quiero decir. Cuando volvio a Inglaterra desde Paris.

– No habra sido barato -dijo Landmark.

– Cuatrocientas mil -contesto Arnesen-. Tiene cuero y madera noble por todas partes. Y otros lujos. Deberia usted ver lo bien que huele por dentro. Digamos que huele a lujo y refinamiento.

– Y no habra ningun pasajero que de la lata en el asiento de atras -dijo Helge con un guino.

– Asi es -carraspeo Arnesen-. No hay nadie que de la lata. El coche es como un barco en el mar. Un agradable balanceo. Apenas el ruido del motor.

Helge Landmark volvio a mirar el coche, y luego a los hombres.

– ?Puedo hacer un encargo? -pregunto.

– ?Un encargo?

Arnesen lo miro interrogante. Knoop tenia la vista fija en un punto del suelo, al parecer habia un nudo en las tablas de roble.

– Me gustaria ir en ese coche -dijo Landmark, haciendo un gesto hacia la ventana-. Cuando llegue la hora.

Se hizo el silencio en el salon de los Landmark. Pero ese silencio no duro mucho, porque los hombres atravesaron la habitacion y le estrecharon la mano.

– Sera un honor y un placer -dijo Arnesen.

– Un honor y un placer -repitio Knoop.

– Muy bien -dijo Landmark-. Y asi todo sera mas facil para Astrid. Cuando ustedes dos llamen a la puerta, ella ya los conocera. ?De acuerdo, Astrid?

Ella dijo que si con los ojos llenos de agua.

* * *

El breve encuentro habia acabado. Astrid acompano a los hombres hasta la puerta y se despidio de ellos. En el momento en que el Daimler de Memento salia lentamente a la calle, Helge Landmark pidio a su mujer una copa enorme de conac.

Ella lo miro insegura. Hacia mucho tiempo que el hombre no bebia una copa, y a ella le daba miedo que el alcohol con todas las medicinas que tomaba fuera una mezcla explosiva.

– ?Crees que es aconsejable? -le pregunto con mucha delicadeza-. ?Mezclar de esa manera?

Landmark dio un punetazo en el brazo de la silla con las pocas fuerzas que le quedaban.

– ?Para que voy a hacer cosas aconsejables, Astrid? ?Me lo puedes decir?

Ella hizo lo que le habia pedido. Se acerco al armario como una nina obediente a buscar la botella, y le temblaban las manos cuando echo el conac en la copa. Se sentia muy rara. Preocupada y animada a la vez.

Luego se refugio en la cocina a preparar masa para pan. Trabajo vigorosamente la masa con los punos. Mientras estaba ocupada en ello llamaron a la puerta. Penso que seria la policia, y se apresuro a abrir.

Pero solo era un muchacho desconocido que preguntaba por el camino al Centro Comercial de Sandberg.

* * *

Sejer se sentia muy indignado por lo que le habia pasado al matrimonio Landmark. Les pregunto si alguna vez habian sido objeto de algun tipo de vejacion, si tenian alguna idea de quien podia haber enviado el coche funebre. Helge Landmark no tenia fuerzas para responder. Cuando le pidio a su mujer la copa de conac, se sentia muy repuesto. Casi como un hombre, tras el encuentro con los dos de la agencia funeraria. Los habia dejado atonitos, y eso en si habia sido un aliciente. Pero volvio rapidamente a la cruda realidad. El aguardiente lo dejo K.O. Los parpados se volvieron pesadisimos y le zumbaba la cabeza. El conac frances le habia proporcionado un momento de alegria, una intensa y reconfortante embriaguez, un sabor a la vida y a todo lo que era bueno. Pero no lo tolero. Con un estruendo fue devuelto a su silla de ruedas con el cateter, la botella de oxigeno y la falta de fuerzas. Tambien habia algo en ese inspector de policia que le hacia sentirse molesto. El hombre era de su misma edad, alto y fuerte, y ancho de hombros. Con todo lo mejor del resto de la vida por delante. Con la posibilidad de envejecer con estilo y dignidad, no gorgoteando y resoplando como el.

– ?Quien sabe que esta usted enfermo? -pregunto Sejer.

Landmark permanecio callado. Astrid se inclino hacia delante para contestar.

– Mucha gente -contesto-. La familia. Y los vecinos.

– ?Alguien viene regularmente a la casa?

– No. Nos las apanamos nosotros solos. Al menos por ahora.

Al decir esto ultimo no miraba a su marido. Estaba sentada con las manos entrelazadas y parecia muy desconcertada.

– Pero pasamos mucho tiempo sentados en el jardin cuando hace buen tiempo -recordo de repente-. Entonces todo el mundo puede vernos. Pueden ver como estamos.

Sejer se acerco a la ventana y miro al jardin. Estaba lleno de viejos manzanos, arbustos de bayas y plantas perennes. Contra la pared habia un conjunto de muebles de madera, y una gran sombrilla blanca. Le pidio a Astrid que intentara recordar el ultimo par de dias. Llamadas telefonicas, correo, o gente que habia llamado a la puerta. Ella le relato su vida rutinaria, tal y como era desde por la manana hasta por la noche. No recordaba nada extrano, ni ninguna sorpresa.

– Por aqui no viene mucha gente -explico-. Excepto para vender algo, o preguntar por el camino. Tenemos un hijo, pero vive en Dubai y no esta casado. Solo viene a casa por Navidad, y entonces se queda dos semanas.

Sejer los miro a los dos. Helge Landmark parecia inmensamente cansado. La mayor parte del tiempo tenia los ojos cerrados.

– ?Quien ha preguntado por el camino? -dijo Sejer, mirando a Astrid Landmark-. ?Ha venido alguien hace poco?

Ella se acordo de que habia sonado el timbre mientras estaba trabajando la masa de pan.

– Solo era un chico desconocido que preguntaba por el camino al centro comercial -recordo.

Sejer hizo un gesto con la cabeza.

– Un chico desconocido. ?Que aspecto tenia? ?Puede describirmelo?

Astrid repaso en su cabeza lo que habia ocurrido. Buscaba imagenes en la memoria, pero apenas encontro algo mas que una voz. Un voz baja y modesta con una pregunta cortes. ?Quien estaba ante su puerta? ?Como iba vestido? ?Por que no acudia nada a su memoria, ningun detalle, ningun recuerdo nitido, si ese chico habia estado delante de su puerta mirandola a los ojos?

– ?Dice usted que era un chico? -pregunto Sejer.

Ella se encogio de hombros, resignada. Ya no estaba segura de nada. Ese coche negro de Memento la habia aturdido hasta el punto de borrar de su memoria todo lo demas.

– Parecia joven -contesto-. Pero resulta muy dificil adivinar la edad de la gente… saber si tenia diecisiete o veinticinco.

– Intentelo -la animo Sejer-. Seguro que usted se ha fijado en algo.

– Creo que ni siquiera lo mire -confeso Astrid-. Es como si solo fuera una sombra. Yo no dije nada, me limite a senalar calle arriba. Pues el centro esta justo alli arriba.

– ?El chico vino en coche?

Una vez mas Astrid se encogio de hombros.

– No tengo ni idea -contesto-. De repente estaba ahi. Y cuando cerre la puerta ya no pense mas en el. Solo esperaba que llegara usted.

Helge Landmark levanto su pesada cabeza.

– Yo no vi nada -dijo-, pero tengo buen oido. El que llamo a nuestra puerta desaparecio en una moto pequena.

* * *
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