Lo ocurrido a Helge Landmark levanto polemica en todas las casas. ?Basta simplemente con hacer una llamada, se preguntaba la gente, para poner en marcha todo ese espectaculo? ?Aterrar y humillar con solo marcar un numero? Si, asi era. Habia llamado ese hombre, o chico, al que ahora estaban buscando. Y Arnesen, de la agencia funeraria Memento, que contesto al telefono, no tuvo ninguna razon para dudar de esa voz educada. Asi funcionaba la sociedad, estaba basada en la confianza mutua. Pero ahora surgio la pregunta de que tal vez deberian cambiarse algunas rutinas, sobre todo las que tenian que ver con la muerte y las desgracias. Y aunque Helge Landmark se negara a hablar con los periodicos, la gente obviamente se entero de que estaba moribundo. Lo desgarrador de todo eso, el que la muerte hubiera llegado de visita preparatoria, que literalmente hubiera entrado marcha atras hasta su puerta, dejo sin aliento a la mayoria.

Sejer estaba sentado bajo una lampara leyendo sobre la enfermedad ELA. Esa enfermedad habia atacado a Helge Landmark solo unos seis meses antes. Evolucionaba muy deprisa, y al cabo de algun tiempo conducia a la muerte.

«La esclerosis lateral amiotrofica es una enfermedad neuromuscular que ataca las motoneuronas de la medula espinal y del cerebro. La enfermedad no tiene cura y el tratamiento es exclusivamente sintomatico.

»Los pacientes de ELA mueren cuando dejan de funcionar los pulmones debido a la desaparicion de la musculatura respiratoria. En algunos pacientes los primeros sintomas son dificultades para hablar o tragar. O comienza asimetricamente, por ejemplo con una debilidad o torpeza en una mano.»

Al final se fijo en los nombres de algunos famosos enfermos de ELA: Mao Zedong, Stephen Hawking, Axel Jensen.

De repente le invadio un gran temor, un temor que le llego por la espalda. ?Podrian caracterizarse como ataques asimetricos sus pequenos mareos, que daban lugar a unos pasos vacilantes? La mera idea era tan sobrecogedora que le falto el aliento. Para apartar esos ridiculos pensamientos cogio una hoja que estaba al lado del telefono, y en la que habia hecho algunas anotaciones. Habia llamado a Gunilla Mork y habian hablado un buen rato sobre muchas cosas. Lo mas importante tenia que ver con ese estudiante polaco que habia llamado a su puerta a pedir trabajo. Ella se habia esforzado por recordar el aspecto del chico, pero admitio que estaba tan alterada por lo del anuncio que acababa de leer y que la habia conmocionado de tal manera que no se habia fijado en las cosas esenciales. Sejer habia hablado luego con la joven esposa de Sverre Skarning. De ella si habia conseguido una buena descripcion del hombre que habia ido a la granja a comprar huevos. Al parecer se trataba mas bien de un chico. Tambien el habia acudido en una pequena motocicleta. Habian charlado un buen rato. El chico tenia una voz amable, dijo ella, muy clara y agradable, y ademas era muy simpatico y prudente. Sejer hablo al final un buen rato con Lily Sundelin. Ella se habia acordado luego de un episodio en el hospital. Un chico con el brazo en cabestrillo habia estado dando vueltas por el pasillo sin dejar de mirarlos fijamente. Sejer se habia formado ya una imagen de la persona a la que creia identica a la que aterrorizaba a la gente: un chico o un joven delgado y menudo, de entre dieciocho y veinticinco anos, con melena corta oscura y ojos marrones, que vestia vaqueros y zapatos de cana alta y se alejaba en una moto pequena, probablemente roja. Su casco era de ese mismo color. Pero al parecer tenia un caracter amable y prudente, por lo que accedia facilmente a la gente. Creian en el. Sintomas asimetricos, penso, tocandose la cabeza. Esos malditos mareos. Como si alguien le diera un golpe en las rodillas de tal manera que las piernas se negaran a llevarlo. No, no tiene nada que ver con paralisis, esta en la cabeza. Como si eso fuera mejor, siguio pensando. Intento buscar cierto sosiego, pero lo habia abandonado. Apoyo la cabeza en el respaldo de la silla y cerro los ojos. El infierno empieza ahora, penso. Sera la edad que viene a por mi, y que me hace pensar en la muerte. Eso es lo que quiere el tipo que esta jugando con tanta crueldad. Mi corazon ha trabajado intensamente durante muchisimos anos y ahora esta a punto de iniciar la cuenta atras.

Me corresponde un determinado numero de latidos, asi son las cosas.

Y sabe Dios lo que inventara ese chico la proxima vez.

* * *

El Hospital Central era un edificio de trece plantas, construido en 1964. Luego se habian anadido dos alas mas. Entrando por la puerta principal se llegaba primero a un ancho mostrador de informacion arqueado, de madera clara. Junto a informacion habia varios sofas pequenos, tapizados en azul. Alli esperaba la gente, por ejemplo los que acompanaban a alguien a alguna prueba medica o a recibir algun tratamiento. Tambien habia una amplia cafeteria, un quiosco y una pequena floristeria que vendia ramos ya hechos. En el rincon habia una sucursal de la farmacia de la poblacion. El techo alto estaba decorado con un vertiginoso numero de bombillas que hacian brillar todas las cosas. Siempre habia mucha gente en torno al mostrador de informacion, un continuo murmullo de voces, tintineos de tazas de cafe y vasos, y el constante ruido de todos los ascensores que arrancaban y se detenian. A veces sonaba algun telefono. Tambien se oia el ruido de la puerta doble de entrada, que rugia cuando se abria y se cerraba. En el mostrador de informacion trabajaban por turnos un total de cuatro personas. Ese dia era una de las mas mayores, Solveig Groner, la que informaba a la gente. Llevaba un rato inmersa en un monton de papeles cuando algo le llamo la atencion y le hizo levantar la cabeza. La puerta doble de cristal rugio, y entro a toda prisa una mujer. Estaba exhausta, como si hubiese llegado corriendo desde el aparcamiento. Solveig Groner solto lo que tenia en las manos. La recien llegada tendria unos cuarenta anos. El pelo, negro y abundante, lo llevaba recogido en la nuca. A pesar de la altura de sus tacones, llego al mostrador en un tiempo record.

– Evelyn Mold -dijo, sin aliento.

Pronuncio este nombre, «Evelyn Mold», con una especie de expectacion. Como si una serie de cosas fueran a suceder entonces y Solveig Groner tuviera que darse cuenta enseguida. Deberia acudir gente a toda prisa, y deberian sonar las campanas. Pero nada de eso ocurrio. La mujer puso las manos en el mostrador, blancas en contraste con la madera clara. Tiro una caja de clips, pero hizo como si nada y espero.

– Evelyn Mold -repitio, un poco mas alto esta vez.

Solveig Groner mantuvo la calma. Durante sus muchos anos de servicio en el hospital habia visto casi de todo, y ademas era importante no equivocarse en ese edificio lleno de enfermedad y muerte.

– ?Mold? -pregunto amablemente-. ?Ha venido usted a visitar a alguien con ese nombre?

La mujer asintio. Se toco la garganta con una mano. Sus mejillas ya no estaban enrojecidas, pues estaba a punto de quedarse palida.

– Soy yo -respiro-. Evelyn Mold soy yo.

Solveig Groner no entendia muy bien lo que la mujer queria. Se inclino hacia ella y bajo la voz, porque se dio cuenta de que algunos de los que estaban sentados esperando en el sofa azul observaban lo que sucedia. La discrecion era importante. Era algo que ella siempre tomaba muy en serio.

– ?En que puedo ayudarla? -pregunto amablemente.

– Me han llamado ustedes -dijo Evelyn Mold-. ?Me han llamado para que viniera! Y aqui estoy. ?Ayudenme pues! ?Ayudenme!

Solveig Groner noto como el nerviosismo de la mujer la estaba contagiando. Una cosa cada vez, penso, cuida de hacerlo todo bien. El nombre y cosas asi.

– ?Ha venido a visitar a alguien? -repitio.

La mujer estaba a punto de derrumbarse. Perdio la paciencia y se estaba enfadando. No entendia por que no acudia nadie a recibirla, deberian haber llegado corriendo.

– Francis -dijo-. Mi hija, Francis Mold. Conduce una moto pequena.

Solveig Groner asintio. Moto pequena, penso.

– ?Adonde le dijeron que acudiera? -pregunto.

– Aqui -contesto Evelyn Mold.

– ?Aqui? ?A informacion?

Evelyn Mold se sentia ya tan mal que estaba perdiendo la voz.

– ?Ha tenido un accidente de trafico? -pregunto Solveig Groner.

Evelyn Mold se echo a llorar. El pelo, recogido en la nuca, le caia por las mejillas.

– Dijeron ustedes que era grave -sollozo-. He cogido el coche y he venido a toda prisa. ?Puede usted preguntar a alguien? ?Indicarme el camino? ?Tiene que darse prisa, dijeron que era grave!

Solveig Groner descolgo el telefono y marco un numero. Se sentia muy insegura. Aquello no coincidia del todo con los procedimientos del hospital. Evelyn Mold esperaba. Veia todas las cosas como a traves de un tunel de luz.

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