Se quedo varias horas con Henry. Hojearon juntos el periodico del dia, mientras hablaban de todo y de nada, y a ratos se limitaban a callar en un silencio de gran complicidad muy juntos en la sofocante habitacion. Cuando Johnny por fin se levanto para irse, vio a Else Meiner por la ventana, y cuando salio, ella lo vio a el. Estaba sentada a horcajadas sobre la bicicleta azul de marca Nakamura, que parecia encontrarse en perfecto estado. Las cubiertas estaban totalmente nuevas. Johnny arranco la Suzuki y se puso el casco, luego salio lentamente a la calle. Ella esperaba. Su rostro era una gran sonrisa. Penso en algo que habia dicho su abuelo alguna vez. Que una persona que te martirizaba a menudo era alguien que en el fondo estaba muy interesado por ti, incluso tal vez enamorado. Por esa razon miro con mas detenimiento que nunca a Else Meiner. A esa carita puntiaguda de nina con grandes dientes incisivos. ?Enamorada de el? ?En el fondo? Prosiguio su camino. Esta vez no desvio la mirada, no miro al volante, ni al cielo, sino que la miro fijamente a los ojos. Ella tampoco desvio la mirada ni un instante. Johnny se dio cuenta de que nunca habia mirado de verdad esa sonrisa, en realidad era una sonrisa fresca y burlona. Sabe que soy yo el que le revento las cubiertas, penso, eso es lo que intenta decirme. Por esa razon no me gritara como suele hacer, porque ahora estamos en paz. ?Joder! ?Por fin estamos en paz! Acelero y bajo la calle a toda velocidad. Al pasar por delante de ella, Else Meiner levanto el dedo corazon.

– ?Cara de sapo! -grito todo lo que pudo.

Su risa tableteaba como dados rodando sobre una mesa.

Johnny se enfurecio tanto que le ardian las mejillas.

– ?Nina estupida! -grito, devolviendole el saludo-. ?Ire a por ti! ?Ire a por ti esta misma noche!

Entonces se acordo de que era jueves, lo que significaba que la banda de musica del colegio ensayaria en el gimnasio del colegio de Hauger, y que Else Meiner estaria sentada en una silla con su trompeta soplando hasta que se le hincharan las mejillas. Empleare la navaja suiza, penso.

Te pinchare ambos pulmones.

Despues de eso no habra mucho sonido en tu trompeta.

* * *

Luego se quedo pensando en lo de la banda de musica del colegio de Hauger, en que Else Meiner iria en la bici con la trompeta dentro de una pequena caja sobre el transportin. Estaria sentada en el gimnasio soplando durante dos horas. O una hora y media. No sabia cuanto duraban los ensayos, pero se acercaria hasta alli a mirarlos por la ventana. Antes de irse busco en el cajon de la comoda de su habitacion una sorpresa para Else Meiner. No queria ir sin estar preparado. Al final metio la mano en la jaula de Butch y lo acaricio carinosamente.

– No es pais para viejos -susurro.

Y salio.

El verano estaba tocando a su fin.

La vegetacion se estaba secando, no quedaban ya ni colores ni frescura. Nada de optimismo en la naturaleza, nada de fuerza. Era como si un espiritu o un gigante hubiera barrido toda la urbanizacion Askeland, dejando pesadas huellas tras el. No os volvais a levantar. Ahora llegara el frio, y la oscuridad. Johnny Beskow miraba las casas conforme pasaba, como hacia siempre. Sabia que en Askeland se podia comprar heroina, dos veces lo habian parado para ofrecerle una dosis. La habia rechazado con una arrogante sonrisa. Apreciaba demasiado conservar despejada la cabeza, y sabia que era rapido, ligero y agudo. Los yonkis que andaban por Askeland parecian zombis.

Cuando estaba ya cerca del colegio de Hauger, freno y echo una rapida mirada a su alrededor. El cobertizo estaba lleno de bicicletas, y habia algunos coches en el aparcamiento. Una cuerda daba golpes al asta de la bandera como si de un azote se tratara, y oyo un tambor y el mazo que golpeaba a intervalos iguales la piel tensada. Sabia que era el gran tambor, el mismisimo latido del corazon de la marcha, con un ritmo regular y decidido. La banda estaba ya tocando, con bateria e instrumentistas de viento. Un flautin gritaba con un sonido chillon por encima de todos los demas. Se bajo de la moto y la empujo el ultimo trecho hasta el cobertizo, porque no queria que Else Meiner lo oyera. Con ella no se sabia nunca, era muy espabilada. Aparco la moto y dio una vuelta por el patio de recreo observando. En el asfalto habia pintadas dos rayuelas y Johnny no resistio la tentacion de saltar las dos, aunque le faltaba la piedra. No peso mucho, penso al saltar, pero soy agil. Joder, soy un fenomeno saltarin. Esa modesta actividad gimnastica sobre el asfalto hizo que su corazon latiera mas deprisa y la sangre bombeara rapidamente por su cuerpo delgado. Se quedo en el patio de recreo contemplandolo todo. Entonces descubrio un sendero para peatones y ciclistas que estaba cerrado con una barrera pintada de rojo y blanco. El habia ido por ese sendero varias veces antes de tener la Suzuki. Era estrecho y estaba asfaltado, y se llamaba el Sendero del Amor. Else Meiner habia ido por alli, de eso estaba seguro, porque vivia en Bjornstad. Y cuando la chica volviera a la calle Roland, despues del ensayo de la banda, desapareceria por alli en su bicicleta azul Nakamura. Al menos eso creia el. O mejor dicho, con eso contaba al poner en marcha su malvado plan, elaborado minuciosamente en el transcurso de unas vespertinas horas llenas de odio. Animado por esos pensamientos fue andando deprisa hacia la barrera. No tendria ningun problema en atravesarla con la Suzuki. Y luego la esperaria en ese sendero, escondido detras de unos arbustos, porque aquello era muy frondoso y ofrecia muchos escondites. El corazon le latia aun mas deprisa. Estaba lleno de esa cosa tan dulce como la miel, esa cosa llamada venganza. Se quedo un rato pensando junto a la barrera, miro a derecha e izquierda, y estudio la vegetacion, que era seca y espesa. Luego volvio al colegio. Fue de puntillas hasta un ventanuco del sotano y miro hacia el interior del gimnasio. Vio al director en medio de la sala agitando tremendamente la batuta blanca, su cuerpo entero se esforzaba al maximo para empujar hacia delante a la banda, y lo hacia con todo, con codos puntiagudos, rodillas oscilantes y gestos intensos de su peluda barbilla. En el lado izquierdo de la sala estaban sentados los instrumentistas de madera. Uno de los clarinetes parecia un pajaro piando. La bateria estaba en la parte de atras. Y delante, a la derecha, estaban los que tocaban instrumentos metalicos de viento. Vio a Else Meiner con su trompeta. Tenia las mejillas abombadas, justo como se habia imaginado. Pero, maldita sea, la tia sabia tocar, era la unica que sacaba tonos puros, la unica que llevaba bien el ritmo. Johnny se hundio sobre el asfalto y luego se quedo sentado con la espalda apoyada en la pared algo alejado de la ventana, escuchando como la banda ensayaba una marcha tras otra. Lo que mas le interesaba a Johnny era el tambor grande. La maza se movia con precision y energia, manteniendo a los demas en su sitio, llevandolos por la buena senda, por asi decirlo, porque no se podia negar que tocaban campo a traves. Se paraban a intervalos regulares, y entonces se oia un sonido agudo. Era el director, golpeando la batuta contra el atril. Cuando la banda llevaba una hora tocando, se hizo de repente el silencio en el gimnasio. Johnny miro con cuidado por la ventana. De repente se dio cuenta de que era una pausa. Los musicos se levantaron, dejaron los instrumentos sobre las sillas y subieron a la planta principal. Los chicos seguramente irian a fumar a escondidas, las chicas jugarian a la rayuela, o tal vez harian alguna virgueria con el chicle mientras pudieran. Johnny se levanto bruscamente del asfalto y se escondio tras la esquina del edificio, desde donde los veia salir en grupos. Else Meiner llevaba vaqueros y una chaqueta clara que se habia puesto al reves, porque tenia los botones a la espalda, pero bueno, el ya lo sabia, ella tenia mucha cara y era diferente. Estaba confabulada con otras dos chicas, parecian compartir alguna chucheria. Las voces de chicas flotaban por el aire, claras como un carillon. Se apreto contra la pared para vigilarlas, para tomar nota de sus gestos, de como actuaban entre ellas. Meiner era la jefa, las demas la escuchaban a ella. Como habia imaginado, la pausa duro quince minutos, y de repente entraron corriendo en el edificio, y el patio quedo desierto de nuevo. Cuando vio que todos estaban sentados en sus sillas abajo en el gimnasio, entre espalderas y gordos, entro de puntillas en el vestibulo. Todavia oia la trompeta de Else Meiner. En la pared de la derecha habia un tablon de anuncios; se acerco a leerlos. Ponia lo que el sabia desde hacia tiempo, que el colegio de Hauger ensayaba los jueves, de seis a ocho. Pero habia mas actividades durante la semana en ese viejo edificio escolar. Aerobic para principiantes y expertos, los martes. El grupo de ajedrez los miercoles a las siete. Futbol los lunes. Cursillos de cocina y de manualidades. Vaya, como se esfuerza la gente, penso Johnny Beskow. Dio un breve paseo por el vestibulo. Bebio ruidosamente un poco de agua fria de una fuente junto a la pared y miro las fotos. Buscaba a Else Meiner y por fin la encontro, disfrazada de abeto. Llevaba algo de franela verde, pero su barbilla puntiaguda la delataba. Participaba en alguna funcion de teatro. El bosque vivo.

De repente un hombre salio por una puerta, llevaba una bata de nailon gris.

– ?Estas buscando algo?

Era el conserje. Johnny se largo sin contestar, abrio la puerta de un empujon y cruzo el patio mas veloz que el rayo. Cogio la Suzuki del cobertizo, salio del patio empujandola, atraveso la barrera y siguio por el sendero de

Вы читаете Presagios
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату