– Claro que si. No es mas que pelo -contesto.

– ?Utilizo unas tijeras?

– No, una navaja.

– ?Viste la navaja?

Ella asintio.

– Era un cuchillo pequeno con una hoja corta y un mango rojo -explico-. Una especie de navaja.

– ?Una navaja suiza? -pregunto Sejer-. ?Sabes lo que es eso?

– Si, porque tenemos una de esas en el cajon de la cocina.

Asbjorn Meiner cerro los ojos. Se dio cuenta de que los dos hombres de la policia tenian una linea abierta hasta su hija que el nunca habia tenido.

– ?Te asustaste? -pregunto Sejer.

– Me sobresalte -contesto ella sin mas.

– ?Viste algo?

– Uno de sus brazos. Intente morderle. El estuvo a punto de perder el control.

– ?Viste algo mas?

– Solo sus piernas cuando salio corriendo. Piernas rapidas -anadio.

Se metio las manos en los bolsillos de los vaqueros.

– ?Que clase de calzado llevaba? -pregunto Sejer.

– Zapatillas de deporte de cana alta -contesto Else-. Con rayas negras. Viejas y desgastadas.

– ?Te fijaste en algo mas?

– La mascara que llevaba olia bien -dijo-. A caramelo. Digo yo que acabaria de comprarla.

Sejer asintio. Esa chica tenia algo especial, algo fresco y desafiante. Con ese pelo tan salvaje y despeinado y los vaqueros parecia mas bien un chico un poco gamberro. No era de complexion fuerte, pero parecia segura. Era taciturna, pero no timida. Llevaba las unas pintadas, pero no parecia una cursi.

– ?Lo oiste decir algo cuando te ataco? -quiso saber Skarre-. Quiero decir, antes o despues de atacarte. ?Dijo algo? ?Oiste alguna moto o algo que arrancara? ?Como escapo el luego?

– Desaparecio entre los matorrales -contesto Else-. No oi nada, solo que respiraba muy deprisa.

– Ya, me lo puedo imaginar -intervino Asbjorn Meiner.

– ?Sabes que edad podia tener? ?Crees que era un hombre o era un chico?

– Intenta adivinar la edad de un gorila -contesto Else.

Asbjorn Meiner, que se sentia algo ignorado, tomo de nuevo la palabra.

– Esta bien que quieras mostrarte fuerte y valiente, Else -dijo-, y es maravilloso que no te hicieras pis en los pantalones. Pero tendras que ayudar algo para que podamos coger a ese vagabundo de una vez por todas.

– No creo que sea un vagabundo -dijo ella con dulzura.

– ?Dijo algo? -pregunto Sejer-. ?Te amenazo?

– Solo queria la trenza -contesto ella.

Sejer observaba a Else Meiner con creciente entusiasmo. La piel de la chica era blanca como la leche; sus pestanas, relucientes como la seda. Tenia los ojos grandes e inusualmente oscuros para esa piel tan blanca, y la boca minuscula. Recordaba a una marioneta de un teatro de titeres, penso, pero seguro que a Else Meiner nadie la dirigia con un hilo. Ella decidia su propia vida. Llegaras a destacar algun dia, penso. De una u otra manera.

Se levanto y se acerco a la ventana para echar un vistazo a la calle Roland. Luego se dirigio de nuevo a la chica.

– ?Alguien te ha estado persiguiendo ultimamente? -pregunto-. ?Alguien te ha molestado o provocado? ?O amenazado?

– No -contesto ella con firmeza.

– ?Quienes viven en las otras casas? -pregunto Sejer.

Asbjorn Meiner se acerco a el.

– Gente muy normal -intervino-. Aqui no van a encontrar ustedes nada extrano. A la derecha viven los Nome, en ese chalet marron de estilo suizo. Al lado de ellos viven los Reinertsen y los Green, que son primos hermanos, por cierto. Como pueden ver, se trata del mismo arquitecto. Un poco ostentosas esas casas, en mi opinion. Luego estan los Rasmussen, los Lie y los Medina. En nuestro lado de la calle viven los Hakonson, los Lie y los Glaser. En esa casa de cemento viven los Krantz.

– ?Y la casa vieja al final de la calle? -pregunto Sejer senalando-. Es distinta.

Asbjorn Meiner asintio. Y cuando lo hizo, el movimiento se propago por su enorme cuerpo como una ola.

– Pues si, no es muy bonita -dijo-. Pero esa casa estaba alli mucho antes de que nosotros empezaramos a construir. De modo que tiene derecho a estar aqui. Esa casa se construyo cuando se utilizaban tablas de asbesto. En ella vive un hombre mayor, se llama Beskow. Henry Beskow. Pero no lo vemos mucho, porque no sale nunca. Lo atiende una asistente social. Viene por la manana a ayudarlo a levantarse. Luego suele venir un adolescente en moto. Creo que es su nieto. Viene muy a menudo. ?Quien es ese chico, Else? -pregunto, dirigiendose a su hija.

– Ni idea -contesto Else Meiner.

Sejer se volvio al ver que ella se iba. La chica desaparecio de repente por el vestibulo y se metio en su habitacion, pero dejo la puerta abierta. Sejer la siguio, porque se le antojo que ella queria que lo hiciera. La puerta abierta era como una especie de invitacion. Se acerco y echo una mirada adentro. Se fijo en un instrumento dorado sobre la cama.

Ella se habia sentado junto a su pequeno escritorio y habia abierto un libro.

– ?Fue alguien que conoces? -pregunto el.

Ella ladeo la cabeza y se toco el pelo corto.

– No hay gorilas entre mis amigos -contesto.

Sejer se rio por lo bajo. La chica le gustaba cada vez mas. Esa frescura y ese sentido del humor tan especial.

– ?Se te da bien tocar la trompeta? -pregunto con un gesto hacia el instrumento de la cama.

– Si, mas o menos.

En las paredes Else tenia fotos y posters. Sejer reconocio a algunos de los personajes; entre otros, Orlando Bloom y DiCaprio. Tenia tambien una foto del cantante danes Jokeren, con la cara blanca y la boca roja, y un par de fotos suyas con el uniforme de la banda de musica, chaqueta azul oscuro, falda blanca corta y gorra. Sobre la cama habia un monton de cojines, uno de ellos rojo con forma de corazon y un mensaje pulcramente bordado: «I love Johnny».

– ?Para que crees que queria tu trenza? -pregunto Sejer.

Ella hizo un gesto con la cabeza.

– Supongo que las colecciona. Seguro que la tiene metida en un cajon junto con otras negras, rubias y castanas. Tal vez se ponga a olerlas por las noches.

La respuesta de la chica lo confundio. ?Todo eso era pura imaginacion, invenciones suyas para llamar la atencion? Habia chicas que hacian esas cosas. Chicas necesitadas de teatro y sensaciones. Pero no le parecia que fuera el caso de Else Meiner.

La chica se levanto, se acerco a la pared y descolgo una foto suya con la trenza intacta.

– Se llevo un buen trofeo -dijo Sejer.

Le dio las gracias, salio de la habitacion, y volvio donde estaban Skarre y Meiner.

– Alguien le revento las cubiertas de la bici el otro dia -dijo Meiner-. Arriba, donde el lago Sparbo. Asi que no se muy bien lo que esta pasando. Quiero decir, ?a cuantos chiflados tenemos que buscar? Esto empieza a ser preocupante.

– ?A que se refiere en concreto? -pregunto Skarre.

– Alguien ha decidido cebarse con nosotros -dijo Meiner-. Algun asqueroso cabron. Cojanlo, y procuren darle una buena paliza.

– Usted cuide de Else -le recomendo Sejer.

Camino del coche, Sejer recibio una llamada de Francis Mold.

Hablaba deprisa y agitada, estaba muy preocupada por su madre, Evelyn.

– ?Que ha pasado? -pregunto Sejer, sosegado.

– Creo que todo esto ha sido demasiado para ella -contesto Francis-. Le ha dado un ataque de ansiedad, el

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