corazon empezo a latirle muy deprisa y de un modo irregular. Esta ingresada en el hospital. Tienen que hacerle pruebas.
Mientras Gunilla Mork andaba por la casa filosofando sobre la vida y la muerte, mientras Evelyn Mold intentaba recuperarse del susto, mientras Astrid y Helge Landmark iban aceptando lentamente el estado de las cosas, Karsten Sundelin reflexionaba sobre su vida, sobre sus elecciones y sus motivos.
?Por que me enamore de Lily?, pensaba, ?por que nos casamos? Sentia cierta debilidad por ella porque tenia antepasados franceses, y porque esa parte francesa me resultaba atractiva. Por ejemplo cuando me susurraba en ese idioma tan exotico cosas cuyo significado yo solo podia adivinar, pero que hacian que me hirviera la sangre, y me llenaban de calor y esperanza.
Mi flor de lis.
Nos casamos, pensaba, porque llevabamos ya mucho tiempo juntos, porque los dos teniamos nuestros anos y porque el matrimonio era una consecuencia natural. Yo me habia quedado solo y necesitaba a alguien. La gente de nuestro alrededor empezaba a darnos la lata, padres y amigos, que se daban cuenta de que yo lo habia pasado mal y no soportaban verme asi. Me enamore, pensaba, porque ella es menuda y bonita, porque se mueve por la habitacion con la elegancia que un pez de cola en abanico se mueve bajo el agua. ?Por que tuvimos a Margrete? ?Lo pensamos bien? ?Era una consecuencia natural? ?Y que sera de ella en la vida? ?Es mi responsabilidad la Margrete quinceanera, la Margrete a los treinta y la Margrete a los cuarenta? Si ella se las arregla mal, ?sera por mi culpa? ?Y como, pensaba Karsten Sundelin, como podre salir de todo esto?
El tiempo transcurrido tras los sucesos con Margrete le habia dejado huella en varios aspectos. Habian salido algunas grietas en los cimientos, pequenos resquebrajamientos que seguian aumentando y que contribuian a que su vida estuviera a punto de derrumbarse. Era un hombre de mucho caracter, lo que se notaba en su manera de andar y en sus modos algo irascibles y rudos, ahora cerraba las puertas con mas dureza. Alguna vez, cuando se sinceraba consigo mismo, por ejemplo por las noches tras unas cervezas, notaba que ya no queria tanto a Lily como antes. No, peor que eso. Habia empezado a sentir cierta aversion hacia ella. El ya no era capaz de manejar lo femenino, todo ese miedo y vulnerabilidad. Al pensar eso se sentia siempre muy descorazonado, porque tal vez fuera el el que habia fracasado.
No habia sido capaz de protegerlas.
Un desconocido se habia interpuesto entre ellos y habia dinamitado su relacion.
Cada vez que llegaba a este punto en sus pensamientos, tensaba todos los musculos y se ponia a hacer algun trabajo fisico en el que pudiera emplear sus fuerzas: clavaba tablas sueltas en la valla de madera alrededor del jardin, empleando toda su fuerza con el martillo, o bien cogia el hacha y cortaba lena a gran velocidad. Lily lo veia por la ventana. Solo una pequenisima parte de su conciencia entendia lo que realmente estaba pasando, pues al fin y al cabo lo que mas le preocupaba a ella era la nina. Margrete habia engordado mucho. Lo habia comentado la puericultora del Ayuntamiento cuando fue a visitarla a casa. Al oir aquello, Lily Sundelin se sorprendio a si misma y a la otra levantandose tan bruscamente que la silla se volco. A continuacion dio un punetazo en la mesa.
Karsten Sundelin empezo a retrasarse al finalizar la jornada de trabajo. Solia pasarse por casa de algun amigo, a veces iban a tomar una cerveza a un pequeno pub junto a la gasolinera Shell de Bjerkas. En esos casos volvia a casa en taxi algo tarde. No veia ninguna senal de irritacion en Lily, aunque llegara tarde y bastante bebido.
Pues ella estaba ocupada con la nina.
Pero lo peor eran las noches.
En la cama, uno al lado del otro, con Margrete en medio. A veces Karsten extendia el brazo para tocar ligeramente el hombro de Lily, o su pelo. Como antes acostumbraba hacer. No recibia respuesta. Solo un desganado gesto de la mano, como si el roce la molestara.
Ella habia introducido una serie de nuevas reglas.
Y el se esforzaba por entenderlas.
A veces se quedaba despierto por las noches, con las manos debajo de la cabeza, imaginandose otra mujer y otra vida. Una mujer fuerte e independiente. Una mujer de rompe y rasga. Una que gustosamente se tumbara boca arriba, que se riera con facilidad, capaz de dejar de lado las cosas insignificantes, y que volviera a levantarse si por algo se derrumbaba. Alguien que consiguiera continuar su camino. Que gritara y reganara en lugar de matar el tiempo con el silencio. Claro que podia marcharse. Claro que podria encontrar a una mujer asi, porque el era atractivo, ancho de hombros y de lenguaje directo, con caderas estrechas y piernas largas. Pero tambien era un hombre decente. Sus escrupulos morales lo tenian aprisionado, cerrandole la puerta a la buena vida, en la que podria vivir plenamente. Se habia convertido en el enfermero de dos enfermas. Habia que moverse en silencio, estar siempre dispuesto, acudir corriendo cuando una de las dos abria la boca. Los feos pensamientos le comian la cabeza y lo mantenian despierto. Lo agotaban, y lo conducian a sentir una mezcla de rabia y desprecio por el mismo, y asi se alternaban los sentimientos en el constantemente. Daba vueltas en la cama, cediendo bajo su pesado cuerpo.
– Estate quieto -decia Lily en esos casos-. Vas a despertar a Margrete.
Jacob Skarre acababa de volver a casa. Habia tenido guardia, y era por la tarde cuando abrio la puerta de su piso. Habia comprado algunas cosas de camino a casa. Dejo las bolsas de la compra en la encimera de la cocina, estaban llenas de viveres. No habia mucho espacio en la encimera de Skarre. Junto a la pared tenia toda clase de aparatos electricos, un robot de cocina, marca Braun, una cafetera electrica, un molinillo de cafe, una plancha y un tostador. Y tambien un centrifugador de lechuga que no cabia en el cajon. Justo cuando estaba a punto de colocar la compra, le sono el telefono movil.
No conocia el numero.
– Hola, Jacob -dijo alguien-. Soy Britt.
Era una voz de chica espabilada y agitada, pero el no conocia a ninguna Britt. Ahora bien, Skarre se habia criado en la casa del parroco, y una parte importante de su educacion habia consistido en ensenarle a tratar a las personas con un talante indulgente y amable.
Siempre, y en toda clase de situaciones.
Mostrarse abierto y atento.
– Buenas tardes, Britt -contesto-. ?En que puedo ayudarte?
Britt gorjeaba como una golondrina. Y aunque el no podia verla, se formo una imagen de algo pequeno, dulce y muy peripuesto. Skarre saco un pepino de la bolsa mientras rebuscaba en su memoria, por si la tal Britt pudiera proceder de algun episodio de su vida, tal vez de alguna noche tras unas cuantas cervezas, porque no se podia negar que Skarre despertaba cierta admiracion entre el sexo opuesto, con esos rizos rubios, y con la educacion que habia recibido como hijo de pastor de la Iglesia en la parte sur del pais.
– Acaba de estar aqui otra vez -dijo Britt-. Y creemos que volvera, porque se ha dejado los guantes.
Esa informacion fue presentada con gran dramatismo. La joven hacia chasquear la lengua entre palabra y palabra, como si tuviera un delicioso caramelo en la boca, pero Skarre seguia sin saber de quien se trataba. Llevaba mas de ocho horas de guardia en la seccion criminal, y habia hablado de tantas cosas con tanta gente que su cabeza era un hervidero de pensamientos. Saco de la bolsa un carton de huevos y lo empujo hacia la pared. Seguia excavando en su memoria.
– ?Que volvera? -pregunto, sin entender.
Saco un queso brie frances y una tableta de chocolate negro y amargo mientras escuchaba a esa pequena golondrina al otro lado del telefono.
– Son guantes de moto -explico Britt-. Negros con calaveras rojas. Nunca habia visto unos guantes como estos. A decir verdad, o son muy cutres o son la leche. No logro decidirme del todo. ?Calaveras nada menos! ?No esta mal!
Skarre saco de la bolsa un bote de cerveza y lo puso sobre la encimera. Por fin empezo a hacerse la luz en su cerebro, como si de la primera luz de la madrugada se tratara.