nado con todas sus fuerzas los ultimos largos.
Cuando hubo nadado sus mil metros, se sintio satisfecho. Un rato en la sauna, despues una ducha fria y se sintio como nuevo. En el vestuario se situo ante el espejo de cuerpo entero bajo la luz inmisericorde y observo su cuerpo con mirada critica. La barriga habia aumentado ultimamente, eso estaba claro, y los musculos de los brazos ya no estaban como para poder presumir. Quiza debiera empezar a hacer pesas. Habia un pequeno gimnasio en las dependencias de la policia. Se miro con atencion el pelo. Lleno de canas, la verdad, pero al menos fuerte y brillante todavia.
De vuelta en comisaria, desayuno en su despacho. Panecillos de queso recien horneados y cafe.
A su regreso de Estocolmo, Karin Jacobsson y Thomas Wittberg habian presentado un informe detallado de los interrogatorios realizados. No encontraron nada que les llamara la atencion en la vida de Helena Hillerstrom.
La victima practicaba judo varias veces a la semana, alternandolo con la asistencia a un gimnasio de Friskis & Svettis, y entre los amigos era considerada como una adicta al entrenamiento. Ademas, desde hacia algunos anos mostraba mucho interes por los perros. Concurria a menudo a cursos para canes con su labrador de pelo liso,
El encuentro con los padres de Helena tampoco aporto gran cosa; ambos estaban aun conmocionados y les resultaba muy dificil hablar del tema. La madre tuvo que ser ingresada de urgencia en la seccion de psiquiatria del hospital de Danderyd, donde permanecio un par de dias. Cuando Wittberg y Jacobsson entrevistaron a los padres, ella acababa de volver a casa. Apenas respondio a las preguntas que le formularon. El padre no podia recordar nada raro en la vida de su hija. Ningun antiguo novio celoso, ninguna amenaza, ni cualquier otra cosa que pudiera ser de interes para la investigacion del caso.
Los hermanos, los amigos y los companeros de trabajo de Helena, todos, habian dado la misma imagen de ella. Una mujer estable, dedicada a su trabajo. Inteligente y con facilidad para relacionarse con la gente. Tenia muchos amigos, pero se mostraba reacia a dejar que otras personas se entrometieran en su vida. La persona que parecia mas cercana a ella era Emma Winarve, a pesar de que vivian lejos una de otra.
Los padres de Per Bergdal estaban logicamente desesperados al saber que su hijo era considerado sospechoso del asesinato. La mayoria de quienes lo conocian, con los que habia hablado la policia, estaban seguros de su inocencia. El unico que parecia convencido de su culpabilidad era Kristian Nordstrom. «Nordstrom, si», penso Knutas. Habia algo inasible en aquel tipo. El comisario no sabia a ciencia cierta que era, pero habia algo. Ademas, estaba seguro de que Nordstrom no lo habia contado todo.
Knutas dedico la manana a dar salida al monton de papeles que se acumulaban en su mesa. Dejo de pensar en el asesinato de Helena Hillerstrom por unas horas. Su despacho era bastante grande, aunque estaba muy deteriorado. La pintura de las ventanas aparecia desconchada en varios puntos, y el papel pintado amarilleaba debido al paso de los anos. La pared que tenia detras de el estaba cubierta de lomos de archivadores de color anaranjado, verde y amarillo. Al lado de la ventana que daba al aparcamiento, cuatro sillas para las visitas rodeaban una mesa, pensada para reuniones pequenas. Sobre la mesa se amontonaban algunos folletos informativos subir la policia de barrio. No habia dedicado mayor cuidado al aspecto del despacho durante anos, y eso se notaba.
Una fotografia sobre la mesa dejaba constancia de que tenia una vida fuera de las dependencias policiales. Line y los ninos, riendo en la arena de la playa de Tofta. En la ventana, una maceta con una planta solitaria. Un geranio de flores blancas con el que hablaba casi todos los dias cuando lo regaba. Se lo habia regalado Karin por su cumpleanos hacia varios anos. Solia darle los buenos dias y preguntarle que tal estaba. Esa costumbre la mantenia en secreto.
Salio a comer solo. Fue una liberacion salir fuera. El verano estaba a la vuelta de la esquina. En la ciudad tambien se notaba que el estio estaba proximo; cada vez habia mas restaurantes abiertos, llegaban los turistas y habia mas vida y mas movimiento por las tardes en Visby. Por esas fechas llegaban a Gotland clases de estudiantes y grupos que asistian a conferencias.
Despues de comer se encerro en su despacho con una taza de cafe. No tenia ganas de hablar con ningun colega. Y aquel viernes la comisaria estaba tranquila. Empezo a hojear los papeles de la investigacion del asesinato de Helena Hillerstrom. Observo las fotografias.
Le interrumpio una llamada discreta en la puerta. Karin asomo la cabeza. Su amplia sonrisa dejaba al descubierto el hueco que tenia entre los incisivos.
– ?Todavia estas aqui? Que es viernes, por Dios. Ya son mas de las cinco. Tengo que ir al super a comprar algo de bebida. ?Quieres algo?
– Te acompano -respondio levantandose de la silla.
Una buena cena con una botella de vino tinto seguro que le haria sentirse mejor.
El local estaba lleno. Munkkallaren continuaba siendo un sitio muy frecuentado. El establecimiento, de estilo rustico, con sus arcos medievales, llevaba abierto mas de treinta anos y ya era casi una institucion en Visby. En invierno solo permanecian abiertos el bar pequeno y una zona del restaurante. Lo cual se quedaba pequeno los fines de semana. Durante la temporada alta, «Munken», segun la denominacion popular, se transformaba en un centro de diversion, con varias zonas de restaurantes, bares, pistas de baile y un escenario para actuaciones en directo. Ya por esas fechas, el viernes por la tarde abrian algunos de los bares pequenos: el bar de la salsa, el bar del vinilo y la pequena e intima cerveceria. Todos estaban llenos hasta la bandera.
Frida Lindh y sus amigas estaban sentadas alrededor de una mesa redonda en el centro del bar del vinilo. Se habian sentado alli estrategicamente para poder ver y ser vistas.
El ambiente era ruidoso y desenfrenado. En los altavoces sonaba
Frida se sentia bien despues de haber bebido un poco. Vestia un top ajustado y una minifalda negra de un tejido suave. Se sentia mona, sexy y llena de energia.
Era muy agradable salir con sus nuevas amigas. Se habia trasladado a vivir a Gotland, con su familia, hacia solo un ano y entonces no conocia a nadie en Visby. Pero a traves de la guarderia a la que iban sus hijos y del trabajo en la peluqueria, conocio a varias chicas y se hicieron buenas amigas. Ella las apreciaba mucho. Ya era costumbre salir al menos una vez al mes para tratar de divertirse. Aquella era la tercera salida y los animos en la mesa estaban a tope. Frida disfrutaba y se relamia con las miradas de interes de los hombres que habia alrededor. Se rio a carcajadas de un chiste y observo con el rabillo del ojo la presencia de alguien que acababa de llegar. Un hombre alto y rubio, que se aposto en la barra del bar. Las cejas oscuras, el pelo recio, jersey tipo polo y hombros anchos. Parecia un marino.
El tipo estaba solo. Observaba el local; sus miradas se encontraron. «Un tio bueno de verdad», penso. El bebio un trago de cerveza, clavo su mirada en ella otra vez, algo mas larga, y sonrio. Frida se ruborizo, encandilada. No lograba concentrarse en lo que se decia en la mesa.
Las amigas charlaban de todo. Desde libros y cine hasta recetas de cocina. En aquellos momentos comentaban lo poco que las ayudaban sus maridos en las tareas hogarenas. Todas eran de la misma opinion: a los hombres les faltaba sentido practico y capacidad para comprender que un nino no podia ir a la guarderia con el jersey sucio, o para ver que el cesto de la ropa sucia estaba lleno a rebosar. Frida las oia sin prestar mucha atencion, daba sorbitos a su vino y miraba de vez en cuando al hombre de la barra. Cuando la conversacion de la mesa empezo a tratar de lo mal que funcionaban las guarderias y de lo gamberros que eran los grupos de ninos, perdio totalmente el interes. Decidio ir al servicio para poder pasar cerca del recien llegado. Dicho y hecho.
Cuando volvia, el le rozo el costado y le pregunto si podia invitarla a tomar algo. Se lo agradecio encantada y se sento a su lado en el bar.
– ?Como te llamas? -le pregunto.
– Frida. ?Y tu?
– Henrik.
– No eres de aqui, ?verdad?
– ?Se me nota tanto? -sonrio-. No. Vivo en Estocolmo.