ella y pregunto.

– ?Cuando volvemos a vernos?

– Eso no te lo puedo decir en este momento. Los ninos me estan esperando. Tengo que reflexionar. Te llamare.

Se sintio aliviada cuando vio a Sara en el patio saludandola con la manita.

El dolor de estomago se volvia mas intenso en el camino hacia la escuela. Cada paso que daba era peor. Cuando llegaba a la calle Bromsebrovagen y veia la fachada de ladrillo rojo de la escuela Norrbackaskolan, sentia siempre una opresion en el pecho que le impedia respirar. Intentaba quitarse de encima aquella sensacion. Comportarse con normalidad. Aparentar indiferencia. Alli llegaban Jonas y Pelle. Hablando, jugando con una piedra como si fuera un balon, empujandose divertidos el uno al otro. Normales y seguros de si mismos. Hacia solo unos meses, el habia sido uno de ellos. Ahora todo era distinto. Llegaron al patio de la escuela al mismo tiempo. Lanzo un escupitajo contra la pared. Miro de soslayo a sus companeros de clase. Los chicos hacian como si no lo vieran. El sentia como iba enrojeciendo y bajaba la cabeza. Cruzaba a toda prisa el patio de la escuela. La desesperacion le crecia en el estomago. ?Como podia haber cambiado todo en tan poco tiempo? La escuela ya no era sino un gran motivo de odio. Totalmente oscuro. ?Acabaria aquello alguna vez?

Como le gustaria que las cosas fueran como antes. Como eran en otono, Entonces iba a la escuela y jugaba con sus amigos como la cosa mas natural del mundo. Jugaban al futbol y al hockey en los recreos, En aquel tiempo, la escuela habia sido lo mas divertido de su vida. Entonces siempre la echaba de menos cuando estaba en casa. En la escuela todo era normal. La gente a su alrededor estaba contenta y era amable. No como en casa, con vibraciones raras, que no podia comprender, y ante las cuales no sabia que postura adoptar. En casa, a menudo estaba en ascuas. Intentaba agradar a su madre. No molestar. Se habia acostumbrado al hecho de que sus padres ya apenas hablaran entre ellos o a que el ambiente fuera tenso alrededor de la mesa. Se trataba solo de salir de alli lo antes posible, sin que se produjera ninguna irritacion. Antes no le habia parecido tan preocupante la situacion en casa, entonces tenia amigos a los que acudir. Para salir y para jugar. Ya no los tenia. Por eso se le hacia mas insoportable el ambiente desagradable de su casa. No tenia adonde ir. En vez de eso, se refugiaba en su habitacion. En si mismo. Leia libros. Hacia puzles complicados y de dificil solucion que le llevaban mucho tiempo. Hacia los deberes con esmero. Se tumbaba en la cama y miraba al techo. Pero, sobre lodo, se sentia solo y fracasado. Nadie queria estar ya con el. Nadie preguntaba por el. No era querido ni en casa ni en la escuela. Su hermana tenia sus amigas y pasaba la mayor parte del tiempo libre en la cuadra con los caballos. Pero ?quien queria estar con el?

Habia llegado a la puerta de su aula. Colgo la cazadora y la mochila en el perchero.

Cuando sono el timbre que avisaba del comienzo de la primera clase, le parecio una liberacion. Aunque sabia que solo era provisional.

La sintonia de la emisora de radio Mix Megapol se oia de fondo, cuando Karin entro en el salon de peluqueria. La unica clienta era una senora de mediana edad a quien estaban enrollando las mechas del pelo en papel de aluminio.

En uno de los rincones vio un cesto en el suelo con un perrillo peludo que movio la cola cuando vio a Karin.

La peluquera vestia una falda roja con una blusa de lino natural; tenia las piernas esbeltas y morenas, y calzaba zapatos rojos. Se volvio hacia la puerta cuando entro Karin.

– Hola -saludo mirando con curiosidad a Karin, que enseguida se presento.

– Termino aqui en un momento -dijo la peluquera con amabilidad-. Puedes sentarte y esperar entre tanto - ofrecio senalando con el gesto un sofa marron.

Karin se sento y empezo a hojear una revista de peinados.

El local no era grande. Tres sillones se alineaban a lo largo de la pared de enfrente. La clienta del unico sillon ocupado lanzaba miradas de curiosidad a Karin. Las paredes, claras, estaban desnudas. Desde luego, no se habia derrochado con la decoracion. Espejos, un reloj en la pared, y nada mas. Recordaba mas la tipica peluqueria de caballeros. Austera y algo anticuada. Al cabo de unos minutos, la peluquera termino de aplicar el tinte. Le puso a la clienta un secador en la cabeza, la dejo provista de cafe y revistas, e hizo senas a Karin para que pasara detras de unas cortinas.

– ?En que puedo ayudarte? -pregunto cuando se sentaron junto a una mesita.

– Quiero que me hables de Frida Lindh.

– Si; ?que puedo decirte? Llevaba trabajando aqui medio ano. Cuando le di trabajo, me arriesgue. Era de Estocolmo y la verdad es que no sabia mucho de ella. La unica experiencia laboral que tenia era un trabajo a tiempo parcial, durante dos anos, en un salon de peluqueria de Estocolmo, y de eso hacia ya mucho tiempo, asi que dude. Pero fue un exito, como se vio. Al menos desde el punto de vista economico. Era habilidosa, rapida, alegre y simpatica con los clientes. Era muy apreciada. Alquilo un sillon aqui y a las pocas semanas estaba siempre ocupada. Tenia tantos clientes que a veces nosotras teniamos que hacernos cargo de ellos, porque ella no tenia tiempo.

– ?Que pensabas personalmente de ella?

– La verdad, a mi no me gustaba. Daba demasiadas confianzas a los clientes masculinos, y eso tambien explica que la mayoria de sus clientes fueran hombres.

– ?Por que no te gustaba?

– Me gusta, claro esta, que quienes trabajan aqui tengan un buen trato con los clientes. Pero Frida no sabia donde estaban los limites. Se reia y hablaba con los clientes en voz alta de todo, y a mi en muchas ocasiones me parecia que eran cosas muy personales. Aqui no podemos evitar oir lo que dicen los demas y, a veces, la verdad es que resultaba algo embarazoso. Se pasaba un poco, sencillamente.

– ?De que manera?

– Pues a veces el cliente y ella podian bromear con alusiones sexuales, por ejemplo. A mi eso no me parece de buen tono. Visby es una ciudad pequena. Aqui mucha gente se conoce.

– ?Hablaste con ella de esto?

– Si, lo hice la semana pasada. Frida y un cliente estaban bromeando y ella se reia tanto que no podia parar. Era sabado, trabajabamos sin cita concertada, y habia un monton de personas aqui sentadas esperando. Se comportaba como si no se diera cuenta de nada. El cliente se lo pasaba de maravilla con sus risitas, tan animado estaba que no hacia mas que seguirle la broma. Tardo mas de una hora en hacer un corte de caballero normal. Entonces hable con ella.

– ?Como reacciono Frida?

– Se disculpo y prometio que no volveria a suceder. La crei.

– ?Cuando ocurrio esto? La semana pasada, has dicho, ?no?

– Si, tuvo que ser el sabado pasado.

– ?Conocias al cliente de haberlo visto con anterioridad?

– No, era nuevo. No le habia visto nunca antes.

– ?Puedes describirlo?

– Diria que era algo mayor que ella. Alto, de aspecto agradable. Por eso Frida se pondria asi.

– ?Crees que era de Gotland?

– No, no hablaba con acento de Gotland. Lo habria notado, con el rato que estuvieron armando jaleo… Tenia acento de Estocolmo.

– ?Te dio la impresion de que ya se conocian?

– No lo creo.

– ?Recuerdas como iba vestido?

– No, la verdad es que no. Supongo que bastante correcto. Si su ropa hubiera tenido algo especial, me habria fijado.

– Y los nombres, ?apuntais los nombres de los clientes que entran sin cita previa?

– No, esos no. No lo hacemos.

– ?Has vuelto a ver a ese cliente despues?

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