punto.
Alargo el monton de papeles a Knutas, quien los ojeo. Eran cartas de amor y mensajes. Correos electronicos dirigidos a Helena Hillerstrom, que ella habia copiado y guardado.
– La caja estaba escondida en el fondo del desvan. Dentro de un armario viejo. Por eso no la habia encontrado hasta ahora. Mi hermano se ha mudado a una casa grande y queria el armario. Subi solo a echarle un vistazo, por si habia algo en el. Entonces encontre esta caja.
Los correos eran de hacia cuatro anos. Fueron escritos durante un periodo de un mes aproximadamente. Octubre. «Un romance otonal -penso Knutas-, y un romance ardiente, a juzgar por las cartas.» El remitente era Kristian Nordstrom.
Asi que era cierto. La cuestion era por que Kristian Nordstrom se nego rotundamente a reconocer que hubiese habido algo entre Helena y el, a pesar de las veces que se lo habian preguntado en el interrogatorio. Era incomprensible.
Llamo a Kihlgard y le pidio que detuviera inmediatamente a Nordstrom para interrogarlo de nuevo. Se maldijo a si mismo por no haberse quedado en Visby. Le habria gustado mucho haberse ocupado personalmente de aquel interrogatorio.
Pero las cosas eran como eran. Ellos se encontraban en Estocolmo, y lo mejor que podian hacer era dedicarse a resolver los temas por los que habian ido alli. Tampoco era seguro que la aventura con Nordstrom aportase nada a la investigacion.
Se llevaron la caja con las cartas.
Despues de anotar los nombres y los numeros telefonicos de las amigas que coincidian con Helena en el gimnasio, se encaminaron al local de Friskis & Svettis. Pese a que hacia un calor de verano y que eran las tres de la tarde, alli dentro reinaba una actividad febril. Se dirigieron a la recepcion, amplia y luminosa, cruzando por delante de unos bancos bajo los cuales habia innumerables pares de zapatos. A traves de una cristalera pudieron ver en el gimnasio a unas treinta personas bronceadas, que daban saltos al ritmo de musica latina, dirigidas por una chica atletica, sin pizca de grasa, con unas mallas ajustadas.
Llegaron ante la recepcionista, una mujer rubia de unos cuarenta anos, de buen ver, que llevaba una camiseta blanca con el anagrama de la sociedad estampado en el pecho. Knutas se presento, presento a sus colegas y pidio hablar con el jefe.
– Soy yo -dijo la rubia.
– Estamos buscando a alguien que pueda darnos informacion acerca de dos mujeres que frecuentaron este local -le explico Knutas-. Fueron asesinadas. ?Conoces personalmente a alguna de ellas? -le pregunto, al tiempo que sacaba un sobre del bolsillo interior de la chaqueta, del cual extrajo dos fotografias.
– Esta es Helena Hillerstrom, la primera victima.
La mujer del mostrador echo una ojeada a la fotografia y nego con la cabeza.
– No, no la conozco. Ya he visto la foto en la prensa. Por aqui pasa tanta gente… Tambien depende de cuando hiciese ejercicio. Puede que sus horarios no coincidiesen con mi horario de trabajo.
Knutas le mostro la fotografia de Frida Lindh. La expresion de su cara cambio.
– Si, a esta la conozco. Frida. Frida Lindh. Vino varios anos.
– ?Solia venir aqui sola?
– Si, creo que si. Casi siempre.
– ?La conocias bien?
– No; tanto como eso, no. Soliamos hablar a veces, cuando coincidiamos aqui. Nada mas.
– ?Sabes si se relacionaba con alguien aqui?
– No, no lo creo. La mayoria de las veces venia sola. Muy de vez en cuando acudia acompanada.
– ?Por un hombre o por una mujer?
– Creo que solo se trataba de alguna amiga, que yo recuerde.
– Gracias.
Del resto de los empleados, ninguno aporto nada nuevo. La mayoria conocia a las mujeres asesinadas, pero no recordaba nada especial que contar de ellas.
Una hora mas tarde abandonaban el local, con She bangs de Ricky Martin zumbandoles en los oidos.
La parte de la muralla denominada Nordergravar estaba al otro lado de la carretera, visto desde la escuela, justo en la parte exterior de la zona norte de la muralla.
Aquel dia era viernes y se habia ausentado de la clase llamada «la hora divertida», con la excusa de que tenia que ir al dentista, pero se le habia olvidado llevar el justificante. Aquello le daba la posibilidad de salir de la escuela antes que los demas. La senorita se lo creyo y le dio permiso para salir de la clase. Le parecia increible que ella no hubiera notado nada. ?No sabia lo que los demas le estaban haciendo o hacia como si no lo supiera? No sabia que pensar.
Cuando dejo la escuela tras de si aquel viernes por la tarde, se sintio aliviado. Casi feliz. Faltaba poco para las vacaciones de verano, y entonces la clase se dispersaria. El iba a empezar el ciclo superior en una escuela que estaba al otro lado de la ciudad y con ello se quitaria de encima a quienes lo atormentaban. Pensaba celebrarlo dandose a si mismo un premio. Habia visto un billete de diez coronas caido en el suelo debajo de una comoda en casa. Se lo apropio. Se compraria unas golosinas. Y no unas golosinas cualesquiera, desde luego. Se dirigio hacia la tienda de golosinas que habia en la calle Hastgatan, cerca de la plaza Stora Torget. Era un establecimiento antiguo, con grandes piruletas de caramelo que colgaban en las ventanas. Entrar en el era una de las cosas que mas le gustaban. Cuando su hermana y el eran pequenos, solian ir alli con su padre los sabados; ahora apenas lo hacian. Su padre se distanciaba mas de ellos cada dia, y se habia vuelto mas callado y mas brusco a medida que los hijos crecian.
El establecimiento le fascinaba y echo a correr por Nordergravar. Eligio aquel camino porque le parecia divertido. Solia imaginarse las batallas medievales entre suecos y daneses, en las que el combate se libraba hasta la ultima gota de sangre. Mientras corria a su aire, subiendo y bajando entre los monticulos, se olvidaba de su horrible vida cotidiana.
Encontro un palo largo y empezo a blandirlo en el aire. Hacia como si fuera uno de aquellos guerreros que lucharon al lado del monarca sueco contra el danes, Valdemar Atterdag, que conquisto Gotland y convirtio la isla en una provincia de Dinamarca en el siglo XIV. Estaba tan concentrado en su juego que no se fijo en las cuatro figuras que lo estaban observando desde lo alto de uno de los monticulos. Dando un alarido todas a un tiempo, bajaron corriendo del monticulo y se lanzaron sobre el. No tenia escapatoria. Eo sorprendieron y no pudo decir ni pio.
– Menudo susto, ?eh, gordinflon? -gritaba la peor de todas, la lider, mientras las otras se reian con malicia y le sujetaban las manos.
– No pensaras mearte otra vez, ?verdad? No, ya tendremos nosotras cuidado para que no te mojes los pantalones, no se vaya a enfadar mama. No, no tendras que hacerlo -se burlaba y, para su horror, lo agarro del cinturon y se lo desabrocho.
Cuando le empezo a desabrochar los botones del pantalon, se puso histerico. Aquello era casi lo peor que podia pasarle. Trato de zafarse con todas sus fuerzas, dio patadas, grito. No lo consiguio. Con gesto triunfal, la lider le bajo los pantalones. Sintio verguenza cuando su vientre y sus piernas quedaron al desnudo. Intento morder las manos que lo sujetaban.
– Mira, pequeno gordinflon, ya va siendo hora de que empieces a adelgazar, ?me oyes?
La lider tiro despues de los calzoncillos y tambien los bajo.
– ?Que pito tan pequeno! -grito y las demas se reian a carcajadas.
La humillacion quemaba como el fuego y se sintio presa del panico. Cerro los ojos y grito con todas sus fuerzas hasta que noto que le metian algo blando en la boca y percibio el olor de sus propios calzoncillos. La lider y una de las odiosas apretaban la prenda dentro de su boca.
– Asi te callaras de una puta vez -chillo la lider cerrandole la boca con fuerza para que los calzoncillos permanecieran dentro.