a la que habia conocido en la universidad: dulce, lista y ocurrente. Pero ella no tardo en desaparecer y en su lugar solo quedo aquella piel flacida y los dientes amarillentos de tanto vino. Volvio a notar aquel sabor amargo en la boca.

Y Cecilia. ?Que iba a hacer con ella? Por lo que el sabia, era la primera vez que ocurria que alguna de sus amantes se hubiese quedado embarazada. Tal vez habia sido cuestion de suerte. Pero la suerte se le habia terminado. Queria tenerlo, le dijo Cecilia. Se lo dijo con una frialdad absoluta alli, en la cocina de su casa. Ningun argumento, ninguna discusion. Simplemente se lo dijo porque tenia que decirselo, y para darle la oportunidad de contribuir o no.

De repente, se convirtio en una mujer adulta. Nada quedaba de las risitas y la ingenuidad de antes. Alli estaba el, frente a Cecilia, y comprendio enseguida por su mirada que, por primera vez, lo veia tal y como era. Y el se retorcio en la silla. No queria verse a si mismo a traves de los ojos de Cecilia. No queria verse a si mismo en absoluto.

La admiracion del entorno habia sido siempre algo obvio en su vida. A veces el miedo, que tambien resultaba muy satisfactorio. Pero aquella manana, con una mano protectora en la barriga, ella le dirigio una mirada llena de desprecio. Habia terminado su aventura. Ella lo informo de las alternativas que tenia. Ella podia guardar silencio sobre quien era el padre del nino, a cambio de que le ingresara una buena suma de dinero todos los meses, desde el dia en que naciera hasta el dia en que cumpliera los dieciocho anos. Pero tambien podia contarselo todo a Louise y luego hacer todo lo posible por deshonrarlo.

Ahora, mientras miraba a su mujer, se pregunto si habia elegido bien. El no queria a Louise. Le era infiel y le hacia dano, y sabia que podria ser mas feliz sin el. Pero era grande la fuerza de la costumbre. No resultaba nada atractiva la idea de llevar una vida de solteron, con platos sin fregar y montanas de ropa sucia, porciones precocinadas de Findus que consumir delante del televisor y visitas de las ninas los fines de semana. Asi que ella ganaba porque era mas comodo. Y por su derecho a la mitad de la fortuna que poseian. Aquella era la verdad pura y dura. Y por esa comodidad deberia pagar Erik muy caro otros dieciocho anos mas.

Cerca de una hora estuvo sentado en el coche, a unos metros de la casa. Veia a Sanna alli dentro, de un lado para otro. Se le notaba en los movimientos que estaba alterada.

No tenia fuerzas para afrontar su enojo, su llanto y sus acusaciones. De no ser por los ninos… Christian puso el coche en marcha y se acerco a la casa para no formular la idea completa. Cada vez que sentia como le bombeaba en el pecho el amor que le inspiraban sus hijos, lo invadia el miedo. Habia intentado no tener una relacion muy intima con ellos. Habia intentado mantener a distancia el peligro y la maldad. Pero las cartas lo habian obligado a tomar conciencia de que la maldad ya estaba alli. Y el amor que sentia por sus hijos era profundo y sin retorno.

Debia protegerlos a cualquier precio. No podia fracasar otra vez. De ser asi, toda su vida y todo aquello en lo que creia cambiarian para siempre. Apoyo la cabeza en el volante, noto el plastico en la frente y espero a oir que la puerta de la casa se abriera en cualquier momento. Pero al parecer, Sanna no habia oido el coche, asi que conto con unos segundos mas para serenarse.

Creyo que podria crear un entorno seguro cerrando la parte del corazon que les pertenecia, pero se habia equivocado. No podia huir. Y tampoco podia dejar de quererlos. Asi que no le quedaba otro remedio que luchar y hacer frente a la maldad, cara a cara. Afrontar aquello que durante tanto tiempo habia tenido encerrado en su interior, pero que el libro habia liberado. Por primera vez, penso que no deberia haberlo escrito. Que todo habria sido diferente si no existiera. Al mismo tiempo, sabia que no habia actuado libremente. Tenia que escribir el libro, tenia que escribir sobre ella.

Se abrio la puerta. Alli estaba Sanna, tiritando con la chaqueta bien cerrada. Levanto la cabeza del volante y la miro. La luz del recibidor le otorgaba el aspecto de una virgen, aunque con la chaqueta llena de bolillas y en zapatillas de casa. Ella estaba segura, Christian lo supo al verla alli de pie. Porque ella no afectaba a nada que tuviese que ver con el. Ni antes ni en el futuro. A ella no tenia que protegerla.

En cambio, si tendria que aceptar que deberia responder ante ella. Le pesaban las piernas cuando salio del coche. Lo cerro con el mando a distancia y se encamino a la luz. Sanna retrocedio en el recibidor y se lo quedo mirando. Estaba palida.

– He estado llamandote. Decenas de veces. Llevo llamandote desde la hora del almuerzo y no te has tomado la molestia de contestar. Dime que te han robado el telefono, o que se ha estropeado, di cualquier cosa que me de una explicacion logica de por que no he podido localizarte.

Christian se encogio de hombros. No existia tal explicacion.

– No lo se -dijo mientras se quitaba la chaqueta. Tambien sentia mudos los brazos.

– No lo sabes… -Repitio aquellas palabras como a trompicones y, pese a que Christian habia cerrado la puerta, dejando fuera el frio del invierno, Sanna seguia con los brazos cruzados en el pecho.

– Estaba cansado -explico consciente de lo patetico que sonaba-. Ha sido una entrevista muy dura, y luego tenia una reunion con Gaby y… Estaba cansado. -No se sentia con fuerzas para contarle lo que habia ocurrido en el encuentro con la jefa de la editorial. Lo unico que queria era subir directamente al dormitorio y acostarse, acurrucarse bajo el edredon y dormirse y olvidar.

– Y los ninos, ?estan durmiendo? -pregunto pasando por delante de Sanna. Le dio un empujon fortuito y Sanna se tambaleo, pero sin llegar a caerse. No le respondio, de modo que el repitio la pregunta.

– Y los ninos, ?estan durmiendo?

– Si.

Subio la escalera y se asomo a la habitacion de los ninos. Parecian angelitos asi, dormidos. Las mejillas rosadas y las pestanas abundantes como abanicos negros. Se sento en el borde de la cama de Nils y le acaricio el pelo rubio. Presto atencion a los suspiros de Melker. Se levanto y los tapo antes de bajar de nuevo. Sanna seguia en el recibidor, en la misma posicion. Christian empezo a sospechar que aquello era algo distinto de la discusion de siempre, las acusaciones de siempre. Sabia que ella lo vigilaba de todas las formas posibles, que le leia su correo electronico y que llamaba al trabajo con cualquier excusa para comprobar que se encontraba alli de verdad. El sabia todo eso y lo habia aceptado. Ahora era algo mas.

Si hubiera podido elegir, habria dado media vuelta y habria vuelto a subir la escalera. Habria hecho realidad la idea de irse a la cama. Pero sabia que seria inutil. Sanna tenia algo que decirle, y se lo comunicaria donde fuera, alli abajo o arriba, en la cama.

– ?Ha ocurrido algo? -pregunto y, de repente, se quedo helado. ?Habria hecho algo mientras el estaba fuera? Bien sabia el de que era capaz.

– Hoy ha llegado otra carta -le dijo Sanna moviendose por fin. Entro en la cocina y Christian supuso que esperaba que la siguiera.

– ?Una carta? -Christian respiro aliviado. Solo eso, otra carta.

– Lo de siempre -afirmo Sanna arrojandole el sobre-. ?Quien las envia, dime? Y no me digas que no lo sabes porque no me lo creo. -Empezaba a subir la voz, que resono chillona-. ?Quien es ella, Christian? ?Es a ella a quien has estado viendo hoy? ?Y por eso no he podido hablar contigo? ?Por que haces esto? -Era un torrente de preguntas y de acusaciones y Christian se sento cansado en la silla de la cocina mas proxima a la ventana, con la carta en la mano, sin mirarla ni leerla.

– No tengo ni idea, Sanna. -En el fondo, casi deseaba contarselo todo, pero no podia.

– Mientes. -Sanna dejo escapar un sollozo. Bajo la cabeza y se froto la nariz con el puno de la rebeca. Luego levanto la vista-. Se que estas mintiendo. Hay alguien, o lo ha habido. Hoy me he pasado el dia recorriendo la casa como una loca en busca de algo que me de la menor pista de con quien estoy casada en realidad. ?Y sabes que? No hay nada. ?Nada! ?No tengo ni idea de quien eres!

Sanna le gritaba y el se dejo banar en aquella ira. Porque claro, ella tenia razon. El lo habia dejado todo atras, la persona que era y la que habia sido. A ellos y a ella. Pero deberia haber comprendido que ella no iba a dejarse relegar al olvido, al pasado. El deberia haberlo sabido.

– ?Pero di algo!

Christian dio un respingo. Sanna se habia inclinado y le escupio al gritarle, y Christian levanto el brazo despacio para secarse la cara. Luego, ella bajo la voz y acerco la cara mas aun a la de el. Y en un tono rayano en el susurro, le dijo:

– Pero segui buscando. Todo el mundo tiene algo de lo que le cuesta deshacerse. De modo que lo que quiero saber es… -Sanna hizo una pausa y Christian sintio que el desasosiego le hormigueaba bajo la piel. La expresion

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