– Ya, pero es una suposicion razonable -respondio el periodista-. Y convendras conmigo en que aqui, en Fjallbacka, es una coincidencia muy extrana que un hombre reciba amenazas y que un amigo suyo aparezca muerto. Es algo que induce a hacerse preguntas…

Christian sentia crecer la indignacion. ?Que derecho tenian a meterse en su vida, a exigir respuestas y a que les diese algo que el no tenia?

– No tengo nada mas que decir sobre este asunto -repitio Christian, pero el periodista no parecia dispuesto a irse.

Entonces, Christian se puso de pie. Salio de la biblioteca, se dirigio a los aseos y se encerro. Se espanto al verse en el espejo. Era como si fuese otra persona quien lo estuviese mirando desde el cristal. No se reconocia.

Cerro los ojos y apoyo las manos en el lavabo. Oia su respiracion breve y superficial. Con un esfuerzo, intento reducir el ritmo del pulso, recobrar el control. Pero le estaban arrebatando la vida. Lo sabia. Ella se lo arrebato todo una vez y habia vuelto para hacerlo de nuevo.

Las imagenes bailaban en la retina, tras los parpados cerrados. Y oia voces. La de ella y la de ellos. Sin poder contenerse, echo la cabeza hacia atras. Y luego la adelanto con todas sus fuerzas. Oyo el ruido del espejo al quebrarse, noto una gota de sangre en la frente. Pero no le dolia. Porque durante los pocos segundos que tardo el cristal en penetrarle la piel, callaban las voces. Y ese silencio era una bendicion.

Acababan de dar las doce y habia alcanzado un punto agradable de embriaguez. La justa medida. Relajada, adormecida, pero sin haber perdido el control de la realidad.

Louise puso un poco mas de vino en la copa. La casa estaba vacia. Las ninas estaban en la escuela y Erik en la oficina. O en cualquier otro sitio, quiza con su puta.

Se habia comportado de un modo extrano los ultimos dias. Mas callado y apagado. Y el temor se habia mezclado con la esperanza. Asi era siempre que temia que Erik fuera a abandonarla. Como si fuera dos personas. Para una era una liberacion acabar con la prision en que se habia convertido aquel matrimonio, los enganos y las mentiras. La otra sentia panico ante la idea de verse abandonada. Si, claro, se llevaria su parte del dinero de Erik, pero ?para que lo queria si estaba sola?

No es que en su vida actual se sintiera muy acompanada. Aun asi, era mejor que nada. Por las noches tenia el calor de un cuerpo en la cama y alguien que leia el periodico sentado a la mesa de la cocina a la hora del desayuno. Tenia a alguien. Si el la dejaba, se quedaria totalmente sola. Las ninas empezaban a hacerse mayores, eran como huespedes de paso, siempre yendo o viniendo de casa de sus amigas o de la escuela. Ya habian empezado a adoptar la actitud taciturna de las adolescentes y apenas respondian cuando se les dirigia la palabra. Cuando estaban en casa, lo que mas se veia de ellas era la puerta cerrada de su habitacion, cuyo unico signo vital era el retumbar de la musica de sus equipos.

Louise habia apurado ya otra copa y la lleno de nuevo. ?Donde estaria Erik ahora? ?Se encontraria en la oficina o con ella? ?Estaria revolcandose con el cuerpo desnudo de Cecilia, penetrandola, acariciandole los pechos? De todos modos, en casa no hacia nada, a ella llevaba dos anos sin tocarla. En alguna ocasion, al principio, ella intento deslizar una mano bajo el edredon y acariciar a su marido. Sin embargo, tras algun que otro rechazo humillante, en el que el se dio la vuelta descaradamente para darle la espalda, termino por rendirse.

Vio su imagen en el acero reluciente y abrillantado del frigorifico. Como de costumbre, mientras se miraba, levanto la mano y se toco la cara. Tan mal no estaba, ?no? Hubo un tiempo en que fue guapa. Y controlaba el peso, tenia cuidado con lo que comia y despreciaba a las mujeres de su edad que permitian que los bollos y las tartas rellenasen los michelines que creian poder ocultar en los vestidos estampados con forma de tienda de campana que compraban en Lindex. Ella aun podia llevar un par de vaqueros ajustados con dignidad. Levanto la barbilla, escrutandose. Ya empezaba a colgarle un poco, la verdad. La levanto un poco mas. Asi, eso es. Ese era el aspecto que debia tener.

Bajo de nuevo la barbilla. Vio como caia la piel flaccida formando un pliegue y tuvo que contener el impulso de coger del soporte uno de los cuchillos de cocina y cortar aquel pellejo repugnante. De repente, sintio asco de su propia imagen. No era de extranar que Erik no quisiera tocarla ya. Era comprensible que quisiera notar en las manos carne firme, que quisiera tocar a alguien que no estuviese ajandose y pudriendose por dentro.

Alzo la copa y arrojo el contenido contra el frigorifico, borro la imagen de si misma y la sustituyo por un fluido rojo brillante que chorreaba por la superficie lisa. Tenia el telefono alli, en la encimera, y marco el numero de la oficina, que se sabia de memoria. Tenia que saber donde estaba Erik.

– Hola, Kenneth, ?esta Erik ahi?

Se le acelero el corazon mientras colgaba, pese a que deberia estar acostumbrada a aquellas alturas. Pobre Kenneth. Cuantas veces no habria tenido que encubrir a Erik a lo largo de los anos. Inventar una historia a toda prisa, decir que Erik estaba con algun papeleo, pero que seguramente no tardaria en volver al despacho.

Lleno la copa sin molestarse en limpiar el vino que habia tirado y se dirigio resuelta al despacho de Erik. En realidad, no le estaba permitido entrar alli. Segun decia, cuando otra persona usaba el despacho, alteraba su orden, asi que le tenia terminantemente prohibido entrar alli. Y precisamente por eso, alli se encamino.

Con mano torpe, dejo la copa en el escritorio y empezo a abrir los cajones uno tras otro. A lo largo de tantos anos de dudas jamas se le habia ocurrido olismear en sus cosas. Preferia no saber. Preferia las sospechas a la certeza, aunque, en su caso, la diferencia era nimia. De alguna manera, siempre supo quien era en cada momento. Dos de sus secretarias, en los anos en Gotemburgo, una de las maestras de la guarderia de las ninas, la madre de una de las companeras de las ninas. Lo veia en la mirada esquiva y ligeramente culpable que le dedicaban cuando se las encontraba. Reconocia el perfume, notaba un contacto fugaz que estaba fuera de lugar.

Ahora, por primera vez, revolvia en sus cajones, rebuscaba entre los papeles, sin importarle que el notara que habia estado alli. Porque cada vez estaba mas segura de que el silencio de los ultimos dias solo podia significar una cosa. Que iba a dejarla. Que la desecharia como una basura, como una mercancia de usar y tirar que habia traido al mundo a sus hijas, habia limpiado la casa, habia preparado las malditas cenas para sus malditos contactos, tan aburridos, por lo general, que creia que le estallaria la cabeza cuando se veia obligada a conversar con ellos. Si Erik creia que iba a retirarse como un animal herido, sin pelear, sin oponer resistencia, estaba muy equivocado. Y ademas, ella conocia los negocios que habia hecho a lo largo de los anos y que no resistirian un examen minucioso de las autoridades. Si cometia el error de subestimarla, le costaria muy caro.

El ultimo cajon estaba cerrado con llave. Louise tiro varias veces, cada vez mas fuerte, pero el cajon no cedio. Sabia que tenia que abrirlo, que contenia algo que Erik no queria que viese. Echo un vistazo a la mesa. Era relativamente moderna y, en otras palabras, mas facil de forzar que una de las antiguas, mas solidas y robustas. Un abrecartas capto su atencion. Eso le serviria. Saco el cajon hasta el tope de la cerradura e introdujo la punta del abrecartas en la ranura. Y empezo a hacer palanca. En un primer momento parecia que no iba a ceder, pero empujo un poco mas, presiono fuertemente y empezo a tener esperanzas al oir por fin el crujido de la madera. Cuando la cerradura cedio finalmente, estuvo a punto de caer de espaldas, pero pudo agarrarse al borde de la mesa en el ultimo momento y consiguio mantener el equilibrio.

Miro con curiosidad dentro del cajon. En el fondo habia algo blanco. Alargo el brazo e intento enfocar con la vista, que tenia como nublada. Sobres blancos, el cajon no contenia mas que unos sobres blancos. Recordaba haberlos visto entre el resto del correo, pero no le llamaron la atencion. Iban dirigidos a Erik, asi que solia dejarlos con su correo, que el siempre abria al llegar a casa despues del trabajo. ?Por que los habria guardado en un cajon del escritorio cerrado con llave?

Louise cogio los sobres, se sento en el suelo y los extendio. Habia cinco, con el nombre de Erik y la direccion escritos con tinta negra y letra elegante.

Por un instante, sopeso la posibilidad de devolverlos al cajon y seguir viviendo en la ignorancia; dejarlo pasar. Pero habia forzado la cerradura y, de todos modos, Erik veria que habia andado curioseando en cuanto volviese del trabajo. Asi que ya que habia llegado hasta ahi, bien podia leer las cartas.

Cogio la copa de vino, necesitaba notar que el alcohol le corria por la garganta, bajaba hasta el estomago, procuraba alivio alli donde dolia. Tres tragos. Luego dejo la copa a su lado y abrio el primer sobre.

Una vez los hubo leido todos, los junto en un monton. No comprendia nada. Salvo que alguien queria hacerle dano a Erik. Algo terrible amenazaba la existencia de ambos, de su familia, y el no habia dicho una palabra. Aquella idea le infundio una ira que superaba con creces la rabia que hubiera sentido nunca. No la habia

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