– Muy bien, pues entonces, haremos eso. Tu vas a casa y te traes las cartas, asi se las entregamos todas a la Policia, que podra empezar a investigar el asunto enseguida.

Kenneth se levanto.

– Voy ahora mismo. No tardare.

– Anda, si, ve -dijo Erik.

Cuando Kenneth se hubo marchado y una vez cerrada la puerta, se volvio hacia Louise y la observo durante unos segundos.

– Tenemos un par de cosas de las que hablar.

Louise se quedo mirandolo. Luego levanto la mano y le propino a su marido una bofetada.

– ?Te digo que no le pasa nada! -La voz de su madre rezumaba indignacion, estaba a punto de llorar. El se alejo y se escondio detras del sofa, a unos metros de alli. Pero no tanto que no pudiese oir lo que decian. Todo lo que atania a Alice era importante.

Habia empezado a gustarle un poco. Ya no lo miraba de aquel modo exigente. Pasaba la mayor parte del tiempo tranquila y en silencio y a el eso le parecia muy agradable.

– Tiene ocho meses y no ha hecho el menor intento de gatear ni de moverse. Debemos llamar y que la vea un medico. -Su padre hablaba en voz baja. El tono al que recurria cuando queria convencer a su madre de algo que ella no queria hacer. Repitio sus palabras, le puso las manos en los hombros para obligarla a prestar atencion a lo que le decia.

»A Alice le pasa algo. Cuanto antes pidamos ayuda, tanto mejor. No le haces ningun favor cerrando los ojos a la realidad.

Su madre negaba con la cabeza. Las lagrimas le rodaban por las mejillas y el supo que, a pesar de todo, ella habia empezado a resignarse. Su padre se volvio a medias. Lanzo una mirada fugaz hacia donde el se encontraba, detras del sofa. El le sonrio, no sabia lo que queria decir. Comprendio que no era apropiado sonreir, porque su padre fruncio el ceno como si estuviera enfadado, como si quisiera que el pusiera otra cara.

Tampoco comprendia por que su madre y su padre estaban tan preocupados y tan tristes. Alice estaba tan tranquila y se portaba tan bien ahora… Su madre no tenia que llevarla en brazos todo el tiempo, y la pequena se quedaba tumbada alli donde la colocaban. Aun asi, ellos no estaban satisfechos. Y pese a que ahora tambien habia lugar para el, lo trataban como si no existiera. El que su padre se comportara asi no le importaba demasiado, el no contaba. Pero su madre tampoco lo veia y solo lo miraba con asco y repugnancia.

Porque era como si no pudiera parar. No podia dejar de pinchar el tenedor, de llevarselo a la boca una y otra vez, masticar, tragar, pinchar mas, sentir que el cuerpo se le llenaba del todo. El miedo era demasiado grande, el miedo de que ella no lo viera. El ya no era el nino guapo de su madre. Pero estaba alli y ocupaba un espacio.

Cuando llego a casa todo estaba en silencio. Lisbet estaria dormida. Penso ir a verla primero, pero no queria arriesgarse a despertarla, por si acababa de dormirse. Mas valia pasar a la habitacion antes de marcharse. Necesitaba dormir, cuanto mas, mejor.

Kenneth se detuvo un momento en el recibidor. Aquel era el silencio con el que no tardaria en tener que convivir. Claro que el habia estado solo en la casa con anterioridad. Lisbet se implicaba muchisimo en su labor docente y se quedaba a menudo trabajando hasta tarde. Pero el silencio que reinaba cuando llegaba a casa antes que ella era diferente. Era un silencio prometedor, lleno de la esperanza del momento en que se abriera la puerta y ella entrara:

– Hola, carino, ya estoy en casa.

Jamas volveria a oir aquellas palabras. Lisbet saldria de la casa y no volveria jamas.

De repente, la tristeza se apodero de el. Invertia tanta energia en mantenerla a raya y en no entristecerse de antemano… Pero ahora no pudo mas. Apoyo la frente en la pared y noto las lagrimas. Y las dejo salir, lloro en silencio y las lagrimas le caian en los pies. Por primera vez se permitio sentir como seria la vida cuando ella no estuviera. En cierto modo, ya era asi. El amor que le profesaba seguia siendo inmenso, pero diferente. Porque la Lisbet que yacia en la cama de la habitacion de invitados era solo una sombra de la mujer a la que el queria. Ella ya no existia y el lloraba su perdida.

Asi paso un buen rato, con la frente apoyada en la pared. Las lagrimas fueron cesando. Cuando cesaron del todo, respiro hondo, levanto la cabeza y se seco las mejillas con la mano. Ya estaba bien. No podia permitirse mas.

Se dirigio al despacho. Tenia las cartas en el primer cajon. El primer impulso fue tirarlas a la papelera, no hacerles caso, pero algo se lo impidio. Y la noche anterior, cuando la cuarta misiva aparecio en su casa, se alegro de haberlas conservado. Ahora comprendia que debia tomarselas en serio. Alguien queria hacerle dano.

Sabia que deberia haberselas entregado a la Policia de inmediato y no haberse dejado llevar por el miedo a perturbar a Lisbet mientras esperaba la muerte apaciblemente. Deberia haberla protegido tomandose aquellas amenazas en serio. Suerte que habia tomado conciencia a tiempo, que Erik le habia hecho tomar conciencia a tiempo. Si algo le hubiese ocurrido a Lisbet solo porque el no hubiera reaccionado, como de costumbre, no se lo perdonaria jamas.

Cogio los sobres temblando, cruzo sigilosamente el recibidor hasta la cocina y los metio en una bolsa de plastico normal y corriente, de tres litros. Sopeso la posibilidad de marcharse sin mas, para no despertarla, pero no pudo contener las ganas de ver como se encontraba. De comprobar que todo estaba en orden, verle la cara y cerciorarse, o eso esperaba, de que descansaba tranquilamente.

Abrio muy despacio la puerta del cuarto de invitados, que se deslizo sin hacer ruido mientras el iba viendo cada vez una porcion mayor del cuerpo de Lisbet. Estaba dormida. Tenia los ojos cerrados y el fue observando cada uno de los rasgos, cada parte de la cara. Delgada, con la piel ajada, pero aun tan guapa.

Dio unos pasos y entro en la habitacion, no pudo contener el deseo de tocarla. Pero de pronto noto que habia algo raro. Lisbet tenia el aspecto que solia tener cuando dormia y, aun asi, Kenneth comprendio que le habia llamado la atencion. Era tal el silencio, no se oia nada. Ni siquiera la respiracion.

Kenneth se abalanzo sobre la cama. Le puso los dedos en el cuello, luego en la muneca izquierda, tanteando aqui y alla mientras deseaba con todas sus ansias encontrar el pulso vital. Pero fue en vano, no encontro nada. En la habitacion reinaba el silencio y, en el cuerpo de Lisbet, la calma total. Lo habia dejado solo.

Oyo un hipido, como de un animal. Un sonido gutural, desesperado. Y comprendio que procedia de su propia garganta. Se sento en la cama y levanto el cuerpo de su mujer, con mimo, como si aun pudiera sentir dolor.

La cabeza le pesaba apoyada en la rodilla. Le acaricio la mejilla y noto que las lagrimas acudian de nuevo. El dolor irrumpio con una fuerza que borraba cuanto habia sentido con anterioridad, todo lo que conocia del sufrimiento. Era una tristeza fisica que se le propagaba por todo el cuerpo y le retorcia todos y cada uno de los nervios. Aquel suplicio lo hizo lanzar un grito que resono en la estrechura de la habitacion, rebotando primero contra el edredon estampado y contra la palidez del papel pintado de las paredes, y luego contra el mismo.

Lisbet tenia las manos cruzadas sobre el pecho y el se las separo despacio. Queria cogerle la mano una ultima vez. Noto aquella piel aspera rozando la suya. Una piel que, a causa del tratamiento, habia perdido la suavidad, aunque le resultaba igual de familiar que antes.

Se llevo la mano a la boca. Apreto los labios con un beso mientras las lagrimas humedecian las manos de los dos, fundiendolas. Cerro los ojos y el sabor salado de las lagrimas se mezclo con el olor de ella. Habria querido quedarse asi siempre, no soltarla nunca, pero sabia que era imposible. Lisbet ya no era suya, ya no estaba alli, y debia dejarla ir. Ya no sufria, habia cesado el dolor. El cancer habia vencido y, al mismo tiempo, habia perdido, pues moriria con ella.

Le solto la mano, la dejo cuidadosamente junto al costado. La mano derecha seguia como cruzada con la izquierda y Kenneth la levanto para extenderla tambien.

A medio camino, se quedo paralizado. Tenia algo en la mano, algo blanco. El corazon empezo a latirle con fuerza. Queria volver a cerrarle la mano y ocultar lo que sujetaba, pero no podia. La abrio temblando y el papel blanco cayo sobre el edredon. Estaba doblado y ocultaba el mensaje, pero el estaba seguro, notaba la presencia de la maldad en la habitacion.

Kenneth cogio la nota. Dudo un instante y la leyo.

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