me ocurre quien podria querer hacerme dano. Sencillamente, no hay nadie. Nunca me he ganado enemigos hasta ese punto. Soy demasiado… insignificante.
– ?Y Erik? ?Cuanto hace que recibe cartas?
– El mismo tiempo que yo. Las tiene en el despacho. Yo venia solamente a recoger las mias y luego pensabamos ponernos en contacto con vosotros… -Se le iba la voz y Patrik comprendio que, mentalmente, Kenneth habia vuelto a la habitacion donde hallo muerta a su mujer.
– ?Que puede significar el mensaje de la nota? -pregunto Patrik sin acuciarlo-. ?A que «verdad sobre ti» se refiere el remitente?
– No lo se -respondio Kenneth en voz baja-. De verdad que no lo se. -Luego tomo aire-. ?Que vais a hacer con ella ahora?
– La llevaremos a Gotemburgo, para someterla a examen.
– ?A examen? ?Quieres decir la autopsia? -Kenneth hizo una mueca de dolor.
– Si, la autopsia. Por desgracia, es necesario para que podamos esclarecer los hechos.
Kenneth asintio, pero tenia los ojos empanados y los labios empezaban a adquirir un color violaceo. Patrik comprendio que llevaba demasiado tiempo fuera sin abrigo y se apresuro a decir:
– Hace frio, tienes que entrar en casa. -Reflexiono un instante-. ?Te vendrias conmigo al despacho? Me refiero al tuyo, claro. Asi podemos hablar con Erik. Dilo claramente si no te sientes con fuerzas; de ser asi, ire solo. Por cierto, quiza haya alguna persona a la que quieras llamar, ?no?
– No. E ire contigo, por supuesto -respondio Kenneth casi en tono rebelde-. Quiero saber quien ha hecho esto.
– Muy bien. -Patrik le puso la mano en el codo y lo guio hacia el coche. Abrio la puerta del acompanante y se encamino luego hacia Martin y Paula, para darles instrucciones. Fue a buscar una cazadora para Kenneth antes de decirle a Gosta que los acompanara. El equipo de los tecnicos ya estaba en camino y Patrik esperaba poder volver antes de que hubieran terminado. De lo contrario, tendria que hablar con ellos despues. Aquello era tan urgente que no podia esperar.
Cuando salieron del camino de entrada a la casa, Kenneth se la quedo mirando un buen rato. Movia los labios como si estuviera articulando una despedida silenciosa.
En realidad, nada habia cambiado, estaba tan vacio como hasta hacia un instante. La unica diferencia era que ahora tenian un cuerpo que enterrar y que la ultima esperanza se habia extinguido. Sus presentimientos resultaron ciertos, pero Dios, como deseaba haber estado equivocada.
?Como podria vivir sin Magnus? ?Como seria la existencia sin el? Le resultaba tan irreal pensar que su marido, el padre de sus hijos, estaria a partir de ahora en una tumba en el cementerio… Magnus, siempre tan lleno de vida, siempre ansioso de diversion para si mismo y para cuantos habia a su alrededor. Y si, claro que a veces se irritaba con el por su desenfado y sus ocurrencias. La sacaba de sus casillas cuando queria hablar de algo serio y el hacia el ganso y bromeaba con ella hasta que no podia evitar echarse a reir, aunque no quisiera. Sin embargo, no habria querido cambiar nada de su persona.
?Que no daria por una hora mas con el, una sola! O media, o un minuto. No solo no habian concluido, sino que acababan de empezar una vida en comun. Solo habian podido compartir una parte del viaje que habian planificado juntos. El primer encuentro atolondrado a los diecinueve. Los primeros anos de enamoramiento. La peticion de matrimonio y la boda en la iglesia de Fjallbacka. Los ninos. Las noches de llanto en las que se turnaban para dormir. Todos los momentos de juegos y de risas con Elin y Ludvig. Las noches en que hacian el amor y se dormian cogidos de la mano. Y despues, los ultimos anos, cuando los ninos empezaron a hacerse mayores y ellos empezaron a verse como personas de nuevo.
Era tanto lo que les faltaba por hacer, el camino que se extendia ante ellos se les antojaba largo y pleno de vivencias. A Magnus le encantaba la idea de meterse con el primer novio o la primera novia de los ninos cuando, titubeando, fuesen torpes y timidos a presentarlos en casa por primera vez. Ayudarian a Elin y a Ludvig a mudarse a su primer apartamento, a llevar los muebles, a pintar y a coser cortinas. Magnus pronunciaria el discurso en sus respectivas bodas. Hablaria demasiado, con demasiado sentimentalismo, y referiria demasiados detalles de cuando eran ninos. Incluso habian empezado a fantasear con los nietos, aunque aun faltaban muchos anos para eso, lo veian como una promesa a la orilla del camino, brillante como una joya. Se convertirian en los mejores abuelos del mundo. Siempre dispuestos a ayudar y a mimar a los nietos. Les darian galletas antes de la cena y les comprarian juguetes de mas. Les darian tiempo, todo el tiempo que tuvieran.
Y todo aquello se habia esfumado ahora. Sus suenos de futuro jamas se harian realidad. De repente, noto una mano en el hombro. Oyo la voz, pero era tan insoportablemente parecida a la de Magnus que desconectaba y dejaba de escuchar. Al cabo de un rato, la voz callo y la mano se alejo del hombro. Tenia ante si el camino que se perdia, como si nunca hubiera existido.
Como el camino al Golgota recorrio el trayecto hasta la casa de Christian. Habia llamado a la biblioteca para preguntar por el, pero alli le dijeron que se habia ido a casa. De modo que se metio como pudo en el coche y alli se dirigio. Seguia sin estar segura de lo acertado de acceder a la peticion de Gaby. Al mismo tiempo, no sabia como librarse de aquella situacion. Gaby no era de las que aceptaban una negativa.
– ?Que quieres? -pregunto Sanna cuando abrio la puerta. Parecia mas triste que de costumbre.
– Necesito hablar con Christian -respondio Erica con la esperanza de no tener que explicar los motivos alli mismo, en la puerta.
– No esta en casa.
– ?Y cuando vuelve? -pregunto Erica armada de paciencia y casi aliviada de poder retrasar el encuentro.
– Esta escribiendo. En la cabana. Puedes ir alli si quieres, pero alla tu si lo interrumpes.
– Me arriesgare. -Erica vacilo un instante-. Es importante -anadio.
Sanna se encogio de hombros.
– Como quieras. ?Sabes donde es?
Erica asintio. Habia visitado a Christian varias veces en la guarida que usaba para escribir.
Cinco minutos despues, detenia el coche delante de la hilera de cabanas. La que Christian usaba para escribir era herencia de la familia de Sanna. Su abuelo la habia comprado por una miseria y ahora era una de las pocas cuyo propietario la utilizaba todo el ano.
Christian debio de oir el coche, porque abrio la puerta antes de que Erica hubiese tenido tiempo de llamar. Advirtio en el acto la herida que Christian tenia en la frente, pero decidio que no era el momento de preguntarle.
– ?Tu por aqui? -dijo con la misma falta de entusiasmo que Sanna.
Erica empezaba a sentirse como si tuviera la peste.
– Yo y otros dos mas -respondio intentando bromear, pero a Christian no le parecio divertido.
– Estoy trabajando -dijo sin hacer amago de invitarla a entrar.
– No te robare mas de unos minutos.
– Tu sabes por experiencia propia como son las cosas cuando ya estas en ello -anadio.
La cosa iba peor incluso de lo que Erica esperaba.
– Gaby ha venido a verme hace un rato. Y me ha comentado sobre vuestra reunion.
Christian suspiro abatido.
– ?Y ha venido hasta aqui para eso?
– Tenia una reunion en Gotemburgo. Pero esta muy preocupada. Y creia que yo… pero, oye, ?no podemos sentarnos a hablar dentro?
Christian se aparto por fin en silencio y la dejo entrar. El techo era tan bajo que tenia que caminar agachando un poco la cabeza, pero Erica, que era un palmo mas baja, si podia estar derecha. Christian le dio la espalda y entro primero en la habitacion que daba al mar. El ordenador encendido y los folios esparcidos por la mesa, ante la ventana, indicaban que, en efecto, estaba trabajando.
– Bueno, ?y que queria Gaby? -Se sento, cruzo las largas piernas y los brazos tambien. Expresaba aversion con todo el cuerpo.
– Ya te digo, esta preocupada. O quiza la palabra adecuada sea «afligida». Dice que no estas dispuesto a participar en mas entrevistas ni a promocionar el libro.
– Asi es. -Christian apreto los brazos mas aun.