– Tienes razon -admitio Patrik-. En realidad, me gustaria darle a Kenneth proteccion policial, pero no contamos con personal suficiente para ello.
– No, desde luego que no -convino Paula-. Pero si resultara que su mujer no ha muerto por causas naturales…
– En ese caso, ya veremos lo que hacemos -dijo Patrik con tono cansino.
– Por cierto, ?has mandado a analizar las cartas?
– Si, las envie enseguida. Y anadi la carta de Christian que consiguio Erica.
– La que Erica robo, ?no? -pregunto Paula tratando de ocultar una sonrisa. Se habia reido muchisimo con Patrik cuando intento defender la accion de su mujer.
– Vale, si, la robo. -Patrik se ruborizo un poco-. Pero no creo que debamos tener muchas esperanzas. A estas alturas, somos varios los que hemos tocado esas cartas y no es facil dar con la pista de la procedencia de un papel blanco normal y corriente y de la tinta negra utilizada. Debe de poder comprarse en cualquier rincon de Suecia.
– Si -dijo Paula-. Existe el riesgo de que nos enfrentemos a una persona meticulosa a la hora de borrar sus huellas.
– Es posible, pero tambien puede que tengamos suerte.
– Pues no es que hayamos tenido mucha hasta ahora -mascullo Paula.
– No, la verdad es que no… -Patrik se desplomo en la silla reflexionando en silencio sobre todo aquello.
– Manana empezaremos con mas energia. Haremos un repaso a las siete y, a partir de ahi, seguiremos adelante.
– Mas energia manana -repitio Paula mientras se dirigia a su despacho. Verdaderamente, necesitaban algun giro en la investigacion. Y Patrik parecia necesitar un buen descanso. Se dijo que debia estar un poco pendiente de el. No parecia encontrarse nada bien.
El trabajo con el libro avanzaba a duras penas. Las palabras se le agolpaban en la cabeza sin que fuera capaz de ordenarlas y formar frases con ellas. El cursor lo irritaba con su parpadeo. Aquel libro resultaba mas dificil, en el habia mucho menos de si mismo. En
Pero no sucedio nada. La gente era tan ingenua, estaba tan acostumbrada a tragarse historias inventadas que no reconocian la realidad ni siquiera cuando se les presentaba bajo el velo mas fino. Volvio a mirar la pantalla. Intento concitar las palabras, encontrar el hilo de lo que iba a convertirse en un cuento de verdad. Era tal y como se lo habia dicho a Erica.
Habia jugado con fuego y ahora las llamas le quemaban la planta de los pies. Ella ya estaba cerca, lo notaba. Lo habia encontrado y el era el unico culpable.
Apago el ordenador con un suspiro. Necesitaba ordenar las ideas. Se puso la cazadora. Con las manos en los bolsillos, se encamino con paso presuroso hacia la plaza de Ingrid Bergman. Las calles estaban ahora tan desiertas como animadas y llenas de vida en verano. Pero asi le gustaban mas.
No sabia adonde se dirigia hasta que giro a la altura del muelle donde se hallaban los barcos de salvamento maritimo. Los pies lo condujeron hasta Badholmen; se veia el trampolin contra el fondo de aquel cielo invernal de color gris. El viento soplaba con fuerza y mientras cruzaba el muelle de piedra que lo llevaria hasta el islote, una rafaga le prendio la cazadora y la hincho como una vela. Las paredes de madera que dividian los vestuarios lo resguardaban, pero en cuanto saltaba otra vez sobre las rocas en direccion al trampolin, el viento se hacia de nuevo con el poder. Se detuvo. Se balanceo de un lado a otro mientras alzaba la vista hacia el trampolin. No podia decirse que fuese bonito, pero estaba bien donde estaba. Desde la plataforma mas alta podia verse todo Fjallbacka y la bocana que se fundia con el mar. Y aun conservaba cierta dignidad marchita, como una dama entrada en anos que hubiese vivido bien y que no se avergonzara de que se le notase.
Dudo un instante antes de subir el primer grupo de peldanos, sujetandose a la barandilla con las manos heladas. El trampolin rechino como protestando. En verano, aguantaba hordas enteras de adolescentes ansiosos que subian y bajaban corriendo, pero ahora el viento lo habia desgastado tanto que Christian se preguntaba si aguantaria su peso siquiera. Pero no importaba. Tenia que subir.
Subio unos peldanos mas. Ahora no le cupo duda, el trampolin se mecia al viento. Se movia como un pendulo y, con el, se movia su cuerpo de un lado a otro. Aun asi continuo y al final llego a la cima. Cerro los ojos un instante, se sento en la plataforma y respiro. Luego, abrio los ojos.
Alli estaba ella, con el vestido azul. Estaba bailando en el hielo, con la criatura en los brazos, sin dejar huellas en la nieve. Pese a que iba descalza, exactamente igual que aquella noche del solsticio de verano, no parecia tener frio. Y la criatura solo llevaba ropa fina, pantalones blancos y una camiseta, pero sonreia azotada por el viento gelido como si nada le afectase.
Se puso de pie, se le doblaban las piernas. Tenia la mirada firme y fija en ella. Queria gritar para advertirle que el hielo era debil, que no podia cruzarlo, que no podia pisarlo bailando. Vio las grietas, algunas ya abiertas, otras a punto de abrirse. Pero ella seguia bailando con la criatura en los brazos y el vestido aleteandole alrededor de las piernas. Ella reia y saludaba con la cara enmarcada por aquella melena oscura.
El trampolin se balanceaba. Pero el se quedo erguido, haciendo equilibrios con los brazos para impedir el balanceo. Intento llamarla a gritos, pero lo unico que le salia de la garganta eran sonidos secos. Luego la vio, una mano blanca, mojada. Surgio del agua, trataba de agarrarle los pies a la mujer que bailaba, trataba de coger el vestido, queria arrastrarla a las profundidades. Christian vio a la sirena. La vio con la cara blanca intentando estirar el brazo para coger a la mujer y a la criatura, intentando atrapar a aquella a la que el queria.
Pero la mujer no la vio. Continuo bailando, cogio a la criatura de la mano y lo saludo, movia los pies de un lado a otro por la superficie de hielo, a veces a tan solo unos milimetros de la mano blanca que trataba de atraparla.
Un rayo le cruzo la cabeza. El no podia hacer nada, estaba alli, impotente. Christian se tapo las orejas con las manos y cerro los ojos. Y entonces surgio el grito. Alto y agudo, le subio por la garganta, reboto en el hielo y en las rocas, le abrio las heridas del pecho. Cuando guardo silencio, se quito despacio las manos de las orejas. Y abrio los ojos. La mujer y la criatura habian desaparecido. Pero ahora no le cabia duda. Ella no se rendiria hasta haberle arrebatado cuanto poseia.