– ?No deberiamos plantearnos ofrecer algun tipo de proteccion a Christian y a los demas?
– Si, naturalmente, lo habia considerado, pero no tenemos recursos para ello y, en realidad, carecemos de los detalles suficientes para justificarlo, asi que esperaremos. ?Algo mas?
Silencio.
– De acuerdo, en ese caso, en marcha. -Volvio a secarse el sudor de la frente. La proxima vez tendrian que dejar una ventana abierta, pese al rigor del invierno, para que entrara algo de oxigeno y aire fresco.
Una vez que todos se hubieron marchado, Patrik se quedo mirando las fotos. Cuatro hombres, cuatro amigos. Uno, muerto.
?Que era lo que los vinculaba?
Tenia la sensacion de andar siempre como de puntillas a su alrededor. Nunca estuvieron bien, ni siquiera al principio. Le costaba admitirlo, pero Sanna ya no podia cerrar los ojos a la verdad. El jamas le permitio que entrara en su vida.
Habia ido haciendo lo que se esperaba de el, haciendo lo que habia que hacer, la habia cortejado y le habia dicho cumplidos. Pero en realidad, ella no lo creyo, aunque se nego a admitirlo ante si misma. Porque el era mas de lo que ella nunca sono. Su profesion podia dar la imagen de vejestorio aburrido, pero Christian resulto ser exactamente lo contrario. Inasequible y elegante, con aquella mirada que parecia haberlo visto todo. Y cuando la miraba a los ojos, ella misma llenaba los vacios. El nunca la habia querido y Sanna comprendia que siempre lo habia sabido. Aun asi, se habia enganado a si misma. Habia visto lo que queria ver y pasado por alto lo que le rechinaba.
Ahora no sabia que hacer. No queria perderlo. Aunque su amor no era correspondido, ella lo queria y con eso bastaba, con tal de que se quedara con ella. Al mismo tiempo, se sentia vacia y fria por dentro ante la sola idea de vivir de aquel modo, de ser la unica de los dos que queria.
Se sento en la cama y se quedo mirandolo. Dormia profundamente. Muy despacio, alargo la mano y le rozo el pelo, abundante y oscuro con toques grises. Le habia caido un mechon sobre los ojos y Sanna lo aparto con delicadeza.
La noche anterior fue bastante agitada, y cada vez eran mas las noches asi. Sanna nunca sabia cuando estallaria en un ataque, ya fuera por algo nimio o importante. Los ninos se habian pasado la tarde gritando. Luego la cena, que no estuvo bien, y ella, que dijo algo con el tono de voz equivocado. No podian continuar asi. Todo lo que habia resultado dificil durante los anos que llevaban juntos habia cobrado tal protagonismo que no tardaria en ensombrecer lo que si era bueno. Era como si, a la velocidad de la luz, se precipitasen hacia algo desconocido, hacia la oscuridad, y ella queria gritar «?alto!» y acabar con ello. Queria que todo volviese a la normalidad.
Aun asi, ahora comprendia algo mas. El le habia confiado parte de su pasado. Y por horrenda que fuese la historia, tenia la sensacion de que le hubiese entregado un regalo bellamente envuelto. Christian le habia hablado de si mismo, habia compartido con ella algo que no le habia revelado a ninguna otra persona. Y ella lo valoraba.
Solo que no sabia que hacer con aquella confidencia. Queria ayudarle, que hablaran mas a menudo y averiguar cosas que nadie mas supiera, pero el no le daba nada mas. Sanna trato de seguir haciendo preguntas el dia anterior y al final el se marcho de casa dando un portazo tan fuerte que temblaron los cristales. Sanna no sabia cuando volvio. Ella se durmio llorando alrededor de las once y, cuando se desperto hacia un instante, el estaba dormido a su lado. Eran cerca de las siete. Si queria ir al trabajo, tendria que ir pensando en levantarse. Miro el despertador. No habia puesto la alarma. ?Y si lo despertaba?
Vacilo unos segundos sentada en el borde de la cama. A Christian se le movian los ojos bajo los parpados con movimientos rapidos. Ella habria dado cualquier cosa por saber que estaba sonando, que imagenes estaba viendo. Se le estremecio el cuerpo levemente y tenia una expresion atormentada en la cara. Muy despacio, levanto la mano y la poso sobre el hombro de su marido. Se enfadaria si llegaba tarde al trabajo por no haberlo despertado. Claro que, si tenia el dia libre, se enfadaria porque no lo habia dejado dormir. Le habria encantado saber como conseguir que se sintiera satisfecho y quiza feliz.
Dio un respingo al oir la voz de Nils procedente del dormitorio de los ninos. El pequeno la llamaba con el miedo en la voz. Sanna se levanto y aguzo el oido. Penso por un segundo que eran figuraciones suyas, que la voz de Nils era un eco de sus propios suenos, en los que los ninos siempre parecian estar llamandola y con necesidad de ella. Pero la oyo de nuevo:
– ?Mama!
?Por que parecia tan asustado? El corazon de Sanna empezo a latir aceleradamente y los pies echaron a andar veloces como por si solos. Se puso la bata y entro a toda prisa en la habitacion que los ninos compartian. Nils estaba sentado en la cama. Tenia los grandes ojos clavados en la puerta, en ella. Con los brazos extendidos hacia los lados, como un Jesucristo pequenito en la cruz. Sanna noto la conmocion, como un golpe duro en el estomago. Vio los dedos separados y temblorosos de su hijo, el pecho, el pijama del osito Bamse que a el tanto le gustaba y que, a aquellas alturas, tenia tantos lavados que empezaba a deshilacharse por los punos. Vio aquella cosa roja. El cerebro apenas era capaz de asimilar la imagen. Entonces alzo la vista hacia la pared, por encima de Nils, y el grito cobro forma en la garganta, fue creciendo hasta que salio:
– ?Christian! ?CHRISTIAN!
Le quemaban los pulmones. Era una sensacion extrana en medio de la niebla en la que se hallaba. Desde la tarde anterior, cuando encontro a Lisbet muerta en la cama, su existencia habia sido como una bruma. Era tal el silencio que reinaba en la casa cuando llego despues de hablar con la Policia en la oficina… Se habian llevado a Lisbet, ya no estaba.
Penso si no deberia irse a otro lugar. Cruzar el umbral de la casa se le habia antojado un imposible. Pero ?adonde iria? No tenia a quien acudir. Ademas, era alli donde ella se encontraba. En los cuadros de las paredes y en las cortinas de las ventanas, en la letra de las etiquetas que se leian en los paquetes de comida guardados en el congelador. En la emisora elegida si ponia la radio de la cocina y en todos los alimentos extranos que llenaban la despensa: aceites de trufa, galletas de espelta y curiosas conservas. Cosas que habia comprado con gran satisfaccion, pero que nunca uso. Cuantas veces no la habia chinchado el a proposito de aquellos planes suyos tan ambiciosos de una cocina selecta que siempre terminaba en algo mucho mas sencillo. Como le habria gustado poder chincharla una vez mas.
Kenneth apreto el paso. Erik le habia dicho que hoy no tenia por que ir a la oficina, pero el necesitaba rutinas. ?Que iba a hacer en casa? Se levanto como de costumbre, cuando sono el despertador, dejo la cama hinchable que habia al lado de la de ella, ya vacia. Incluso agradecio el dolor de espalda, el mismo que cuando ella aun estaba alli. Al cabo de una hora estaria en la oficina. Todas las mananas salia a correr por el bosque durante cuarenta minutos. Acababa de pasar por delante del campo de futbol, lo que significaba que habia recorrido mas o menos la mitad del circuito. Apreto el paso un poco mas. Los pulmones le indicaban que estaba acercandose al limite de su capacidad, pero los pies seguian martilleando el suelo. Estaba bien. El dolor de los pulmones sofocaba una pequenisima parte del que sentia en el corazon. Lo suficiente para no tumbarse en el suelo, encogerse hasta formar una bola y dejarse llevar por la pena.
No comprendia como iba a seguir viviendo sin ella. Era como tener que vivir sin aire. Igual de imposible, igual de asfixiante. Corria cada vez mas deprisa. Empezo a ver puntos brillantes y el campo de vision se fue estrechando. Se concentro en un punto lejano, en un agujero en el follaje por el que se filtraba el primer esbozo de luz matinal. La luz dura de los focos que iluminaban el circuito seguia dominando.
La pista se fue estrechando hasta convertirse en un sendero y el suelo era ya mas irregular, lleno de hoyos y protuberancias. Y tambien habia algo de hielo aqui y alla, pero conocia el camino y no se molestaba en ir mirando al suelo. Corria centrandose en la luz y en la manana que se aproximaba.
En un primer momento, no comprendio lo que sucedia. Era como si le hubiesen puesto delante una pared invisible. Se quedo suspendido en medio de una zancada, con los pies en el aire. Luego se cayo de bruces. Para frenar la caida, puso las palmas hacia abajo instintivamente y el golpe recibido cuando dio contra el suelo hizo que el dolor se propagara por los brazos hasta los hombros. Despues sintio un dolor de otro tipo. Un dolor que le escocia y le quemaba y que lo obligaba a jadear. Se miro las manos. Tenia las palmas cubiertas de una gruesa capa de fragmentos de vidrio. Trozos grandes y pequenos de vidrio transparente que iban enrojeciendo con la sangre que manaba de las heridas donde las aristas le habian atravesado la piel. Se quedo inmovil y a su alrededor todo estaba en silencio.