cuenta de que le temblaban los hombros. Joder. Aquella manana iba cada vez mejor. Detestaba sus resacas de llanto y autocompasion.
– Para ya. Tienes que controlarte. -Noto que la repeticion constante y diaria de la misma cantinela le colmaba la paciencia.
– ?Sigues viendo a Cecilia? -La voz resono sorda, como si saliera del almohadon. Louise volvio la cara hacia el para oir su respuesta.
Erik la miro con asco. Sin maquillaje, sin el disfraz de la ropa cara, tenia un aspecto espantoso.
Ella repitio la pregunta:
– ?Sigues viendola? ?Sigues acostandote con ella?
Asi que lo sabia. No la imaginaba capaz de tanto.
– No. -Erik penso en la ultima conversacion mantenida con Cecilia. No queria hablar del asunto.
– ?Por que? ?Ya te has cansado? -Louise insistia como un perro de presa con las mandibulas encajadas.
– Vamos, dejalo ya.
No se oia nada en la habitacion de las ninas y Erik esperaba que no lo hubiesen oido. Era consciente de que habia subido mucho la voz. Pero no tenia ganas de pensar en Cecilia y en el nino cuya manutencion se veria obligado a costear en secreto.
– No quiero hablar de ella -dijo en un tono mas sosegado, cuando al fin consiguio que le saliera bien el nudo de la corbata.
Louise lo miraba con la boca abierta. Se la veia vieja. Las lagrimas le asomaban a la comisura de los ojos. Le temblaba el labio inferior y continuo mirandolo en silencio.
– Me voy a la oficina. Mueve el culo y procura que las ninas vayan a la escuela. Si es que eres capaz. -La miro con frialdad y, acto seguido, le dio la espalda. Despues de todo, quiza valiera la pena perder la mitad del dinero con tal de librarse de ella. Habia infinidad de mujeres que estarian encantadas con lo que el tenia que ofrecer. No le costaria reemplazar a Louise.
– ?Crees que estara en condiciones de hablar con nosotros? -Martin se volvio hacia Gosta. Iban en el coche camino de la casa de Kenneth, pero a ninguno de los dos le apetecia molestarlo estando tan reciente la muerte de su mujer.
– No lo se -respondio Gosta de un modo que no dejaba duda de que no queria hablar del asunto. Guardaron silencio.
– Dime, ?como esta la nina? -pregunto Gosta al cabo de un rato.
– ?Estupendamente! -A Martin se le ilumino la cara. Tras una larga serie de fracasos en las relaciones de pareja, habia renunciado a la esperanza de formar una familia cuando Pia lo cambio todo. Habian tenido una nina el otono anterior. La vida de soltero se le antojaba ahora como un sueno remoto y nada agradable.
Se hizo de nuevo el silencio. Gosta tamborileaba con los dedos en el volante, pero lo dejo al advertir la mirada irritada de Martin.
El timbre del telefono de Martin los sobresalto a los dos. Respondio y, a medida que escuchaba, fue adoptando una expresion cada vez mas grave.
– Tenemos que irnos. -Martin apago el movil.
– ?Por que? ?Que ha pasado?
– Era Patrik. Ha ocurrido algo en casa de Christian Thydell. Al parecer, acaba de llamar a la comisaria y ha contado algo totalmente incongruente. Algo que les ha pasado a los ninos.
– Joder. -Gosta piso el acelerador-. Agarrate bien -le dijo a Martin, acelerando un poco mas. Notaba un malestar incipiente en el estomago. Siempre le habia costado tanto trabajar en casos en los que habia ninos implicados. Y la cosa no mejoraba con los anos.
– ?No ha sabido decirte mas?
– No -respondio Martin-. Por lo que me ha dicho, Christian estaba muy alterado. No habia manera de sacar nada en claro, asi que ya lo veremos una vez alli. Patrik y Paula tambien estan en camino, pero nosotros llegaremos primero. Patrik dijo que no los esperasemos. -Martin tambien estaba palido. Ya le parecia bastante horrible acudir a la escena de un crimen estando preparado, y ahora no tenian la menor idea de que les esperaba.
Una vez delante de la casa de Christian y Sanna, ni se molestaron en aparcar correctamente, sino que entraron derrapando y dejaron el coche ladeado antes de salir a toda prisa. Nadie vino a abrir cuando llamaron, de modo que entraron sin mas.
– ?Hola! ?Hay alguien en casa?
Oyeron ruido en el piso de arriba y subieron a la carrera.
– ?Hola? Somos de la Policia. -Volvieron a llamar, pero seguian sin responder, aunque desde el interior de una de las habitaciones se oian sollozos y el lamento de un nino que lloraba desesperadamente mezclado con el sonido de alguien chapoteando en el agua.
Gosta tomo aire y asomo la cabeza. Hallo a Sanna sentada en el suelo del bano llorando de tal modo que le temblaba todo el cuerpo. En la banera habia dos ninos pequenos. El agua tenia un color rosaceo y Sanna los enjabonaba con movimientos bruscos.
– ?Que ha pasado? ?Estan heridos? -Gosta miraba atonito a los ninos.
Sanna se volvio y los miro fugazmente, pero enseguida volvio a concentrarse en sus hijos y continuo enjabonandolos.
– Sanna, ?estan heridos? ?Pedimos una ambulancia? -Gosta se le acerco, se acuclillo a su lado y le puso la mano en el hombro, pero Sanna no respondio. Sencillamente, continuo frotando a los ninos, sin resultado. El color rojo seguia adherido y mas bien parecia estar extendiendose.
Gosta observo mas de cerca a los ninos y noto que se le normalizaba el pulso. Aquello no era sangre.
– ?Quien ha hecho esto?
Sanna sollozaba mientras, con el dorso de la mano, se secaba unas gotas de agua rosada que le habian salpicado la cara.
– Ellos… ellos… -Hablaba entrecortadamente y Gosta le apreto el hombro para tranquilizarla. Vio con el rabillo del ojo que Martin aguardaba expectante en el umbral.
– Es pintura -le dijo a su colega. Luego, volvio a dirigirse a Sanna, que respiro hondo e hizo un nuevo intento de explicarse:
– Nils me llamo. Estaba sentado en la cama. Ellos… los dos estaban asi. Alguien ha escrito algo en la pared y la pintura debe de haber chorreado hasta las camas. Al verlo, crei que era sangre.
– ?No habeis oido nada durante la noche? ?O por la manana?
– No, nada.
– ?Donde esta la habitacion de los ninos? -pregunto Gosta.
Sanna senalo el pasillo.
– Voy a echar un vistazo -dijo Martin antes de darse media vuelta.
– Voy contigo. -Gosta le exigio a Sanna que lo mirase a los ojos antes de levantarse-. Volvemos enseguida, ?de acuerdo?
La mujer asintio y Gosta se levanto y salio al pasillo. En la habitacion de los ninos se oian voces airadas.
– Christian, deja eso.
– Tengo que limpiar… -Christian parecia tan desconcertado como Sanna y, cuando Gosta entro en la habitacion, lo vio con un gran cubo de agua, dispuesto a lanzar el contenido sobre la pared.
– Si, pero antes tenemos que examinarlo. -Martin levanto la mano, como para disuadir a Christian, que estaba en calzoncillos. Tenia el pecho lleno de pintura roja con la que, seguramente, se habria manchado mientras ayudaba a Sanna a llevar a los ninos al cuarto de bano.
Hizo amago de ir a arrojar el agua, pero Martin dio un salto y le arrebato el cubo. Christian no opuso resistencia, sino que lo solto y se quedo alli, balanceandose ligeramente.
Con Christian bajo control, Gosta pudo concentrarse en lo que el hombre intentaba borrar. En la pared, encima de las camas de los ninos, alguien habia escrito: «No los mereces».
La pintura roja chorreaba pared abajo y las letras parecian escritas con sangre. La misma impresion causaban las salpicaduras que se apreciaban en las camas de los pequenos. Gosta comprendio la conmocion que tuvo que sufrir Sanna cuando entro en el dormitorio. Y la reaccion de Christian, que miraba lo escrito en la pared