Cuando por fin intento incorporarse, noto que no podia mover los pies. Se miro las piernas, tambien traspasadas de fragmentos que habian atravesado el tejido del pantalon. Luego paseo la mirada por el suelo. Y entonces vio la cuerda.

– ?Podias ayudarme un poco! -Erica estaba empapada de sudor. Maja se habia opuesto a que la vistiera: desde las braguitas hasta el mono y ahora gritaba roja de rabia mientras Erica trataba de enfundarle las manos en un par de manoplas.

– Hace frio. Tienes que ponerte las manoplas -dijo conciliadora, aunque la argumentacion verbal llevaba toda la manana sin funcionar.

A Erica se le agolpaba el llanto en la garganta. Le remordia la conciencia por tanta reganina y tanta discusion y, en realidad, preferiria quitarle a Maja la ropa, no llevarla a la guarderia y pasarse todo el dia jugando con ella en casa. Pero sabia que no podia ser. No tenia fuerzas para hacerse cargo de Maja un dia entero ella sola y, ademas, si cedia hoy, manana seria mucho peor. Si Maja organizaba aquel barullo todas las mananas antes de salir, Erica comprendia que su marido estuviese tan cansado.

Con mucho esfuerzo, logro levantarse del suelo y, sin mas preambulo, cogio a Maja de la mano y la arrastro hacia la calle, con las manoplas en el bolsillo. Quiza se calmase cuando llegaran a la guarderia, o tal vez el personal tuviese mas exito.

De camino al coche, Maja hinco los talones en el suelo y empujo con todas sus fuerzas.

– Vamos. No puedo llevarte en brazos. -Erica tiro un poco mas fuerte y Maja cayo boca arriba y empezo a llorar desconsoladamente. Y entonces tambien Erica rompio a llorar. Si alguien la hubiese visto, habrian llamado a los servicios sociales de inmediato.

Se agacho despacio y se puso en cuclillas, sin hacer caso de su tripa que quedaba aplastada. Ayudo a Maja a levantarse y le dijo con voz mas dulce:

– Perdona, mama se ha portado mal. ?Nos damos un abrazo?

Maja no solia rechazar ninguna posibilidad de mimos, pero en esta ocasion miro a Erica con encono y se puso a llorar mas fuerte aun. Sonaba como la sirena de un barco.

– Venga, carino -dijo Erica acariciandole la mejilla. Al cabo de un rato, la pequena empezo a calmarse y los aullidos se transformaron en sollozos. Erica lo intento de nuevo.

– ?No le vas a dar un abrazo a mama?

Maja vacilo un instante, pero luego se dejo abrazar. Hundio la cara en el cuello de su madre y Erica noto como la empapaba de lagrimas y de mocos.

– Perdon, yo no queria que te cayeras. ?Te has hecho dano?

– Aja… -respondio Maja sorbiendo los mocos y poniendo cara de pena.

– ?Te soplo? -pregunto Erica. Era un remedio que Maja siempre apreciaba.

La pequena asintio.

– ?Y donde te soplo? Dime, ?donde te duele?

Maja reflexiono un instante, al cabo del cual empezo a senalar todas las partes del cuerpo que alcanzaba con el dedo. Erica hizo un recorrido completo con los soplidos y sacudio la nieve del mono rojo de Maja.

– ?No crees que los amiguitos estaran esperandote en la guarderia? -pregunto Erica, sacando luego el as de la manga-: Yo creo que Ture habra llegado ya y se estara preguntando si no vas a ir.

Maja dejo de moquear. Ture era su gran amor. Tenia tres meses mas que ella, una energia que superaba cualquier cosa y sentia verdadera pasion por Maja.

Erica contuvo la respiracion. Luego, la cara de la pequena se ilumino con una sonrisa.

– Mamos a Ture.

– Claro que si -respondio Erica-. Ahora mismo vamos con Ture. Sera mejor que no nos entretengamos mas, no sea que a Ture le de tiempo a encontrar trabajo, un puesto en el extranjero o algo asi.

Maja la miro extranada y Erica no pudo contener la risa.

– No hagas caso de lo que dice la chiflada de tu madre. En marcha, vamos corriendo a buscar a Ture.

Tenia diez anos cuando todo cambio. En realidad, a aquellas alturas ya se habia adaptado muy bien. No era feliz o, al menos, no como penso que lo seria la primera vez que vio a aquella madre tan guapa, o como lo fue antes de que Alice empezara a crecerle en la barriga. Pero tampoco era desgraciado. Tenia un lugar en la vida, se perdia sonando en el mundo de los libros y se habia conformado con eso. Y la grasa que habia acumulado lo protegia, era una armadura contra lo que lo corroia por dentro.

Alice lo seguia queriendo tanto como antes. Lo seguia como una sombra, pero no hablaba mucho, lo que a el le venia de maravilla. Si necesitaba algo, alli estaba Alice. Si tenia sed, ella le traia agua enseguida, si queria comer algo, se escurria hacia la despensa y cogia las galletas que su madre habia escondido.

Su padre aun lo miraba de un modo extrano de vez en cuando, pero ya no lo vigilaba. Alice era ya una nina grande, tenia cinco anos. Finalmente, habia aprendido a hablar y a caminar, pero solo se parecia a los demas ninos si se quedaba quieta y callada. Entonces era tan bonita que la gente se detenia a mirarla igual que cuando era pequena y la llevaban en el cochecito. Pero cuando se movia o empezaba a hablar, la gente se alejaba mirandola con compasion y meneando la cabeza.

El medico dijo que nunca se pondria bien. Claro que no le permitieron acompanarlos, a el nunca lo dejaban ir a ningun sitio, pero no habia olvidado como se arrastran los indios cuando avanzan sigilosos. Se movia por la casa sin hacer el menor ruido y siempre estaba atento a lo que decian. Los oia discutir y sabia todo lo que decian de Alice. La que mas hablaba era su madre. Ella era quien llevaba a Alice a la consulta de todos aquellos medicos para dar con un nuevo tratamiento, algun metodo o algun tipo de entrenamiento que ayudase a Alice a conseguir movimientos, habla y capacidades mas acordes con su aspecto.

De el no hablaban nunca. Eso fue algo que tambien descubrio escuchando a hurtadillas. Era como si el no existiera, solo ocupaba un espacio. Pero habia aprendido a vivir con ello. Las pocas veces que aquello le causaba dolor, pensaba en aquel perfume y en aquello que ya empezaba a entender como una historia maligna. Un recuerdo lejano. Eso le bastaba para poder vivir como un ser invisible para todos, salvo para Alice. Ahora que el habia conseguido que fuese una nina buena.

Una llamada telefonica lo cambio todo. La bruja habia muerto y la casa era ahora de su madre. La casa de Fjallbacka. No habian estado alli desde que nacio Alice, desde aquel verano que pasaron en la caravana, cuando el lo perdio todo. Ahora se mudarian alli. Fue su madre quien lo decidio. Su padre intento oponerse, pero, como de costumbre, nadie le presto atencion.

A Alice no le gusto el cambio. Ella queria que todo siguiera como siempre, todos los dias lo mismo, siempre las mismas rutinas. De modo que, una vez embaladas todas sus cosas, cuando todos estaban ya en el coche y su padre al volante, Alice se volvio, pego la nariz a la luna trasera y no dejo de mirar la casa hasta que desaparecio de su vista. Luego volvio a mirar al frente y se acurruco a su lado. Apoyo la mejilla en su hombro y, por un instante, considero la posibilidad de consolarla, de darle una palmadita en la cabeza o de cogerle la mano. Pero no lo hizo.

Alice permanecio asi, apoyada en su hombro, todo el camino hasta Fjallbacka.

– Ayer me pusiste en evidencia como nunca -dijo Erik. Estaba delante del espejo del dormitorio, tratando de anudarse la corbata.

Louise no respondio. Le dio la espalda y se tumbo de lado.

– ?Me has oido? -Erik levanto un poco la voz, pero no tanto como para que las ninas lo oyeran desde su habitacion, que estaba enfrente, en el pasillo.

– Te he oido -respondio Louise en voz baja.

– Pues no vuelvas a hacerlo nunca. ?Nunca! Una cosa es que andes como una cuba en casa todos los dias. Con tal de que te mantengas mas o menos derecha cuando esten aqui las ninas, no me importa lo mas minimo. Pero ni se te ocurra fastidiarla apareciendo por la oficina.

Silencio. Le indignaba que Louise no opusiera resistencia. Preferia los comentarios vitriolicos a aquella mudez.

– Me das asco. ?Lo sabias? -El nudo de la corbata quedo demasiado bajo y Erik solto un taco y lo deshizo dando un tiron para hacerlo otra vez. Lanzo una mirada a Louise. Seguia dandole la espalda, pero ahora se dio

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