Patrik.
– Sanna y los ninos pueden irse a casa de su hermana, en Hamburgsund, pueden quedarse alli una temporada.
– ?Y tu?
– Yo me quedo aqui. -Christian sonaba resuelto.
– No me parece buena idea -respondio Patrik con la misma determinacion-. Nos es imposible ofrecerte proteccion las veinticuatro horas. Preferiria que te fueras a otro lugar, donde estuvieras mas seguro.
– Yo me quedo aqui.
El tono de Christian no dejaba lugar a dudas.
– De acuerdo -acepto Patrik a disgusto-. Procura que tu familia se traslade cuanto antes. Intentaremos mantener vigilada la casa en la medida de lo posible, pero no disponemos de recursos…
– Yo no necesito proteccion -lo interrumpio Christian-. Me las arreglare.
Patrik lo miro a los ojos con firmeza.
– Un sujeto totalmente desquiciado anda suelto, ya ha matado a una persona, quiza a dos, y parece decidido a que tu, Kenneth y quiza tambien Erik sigais el mismo camino. Esto no es un juego. Parece que no lo comprendes. -Hablo despacio y claro, para que le calara el mensaje.
– Lo comprendo a la perfeccion. Pero me quedo aqui.
– Si cambias de idea, ya sabes donde encontrarme. Y ya te digo, ni por un instante me creo que no sepas nada. Espero que comprendas lo que te juegas al no contarmelo. Sea lo que sea, terminaremos averiguandolo. Es cuestion de si sera antes o despues de que haya mas victimas.
– ?Como esta Kenneth? -pregunto Christian en un susurro, evitando la mirada de Patrik.
– Solo se que esta herido, nada mas.
– ?Que ha pasado?
– Alguien habia puesto una cuerda de traves en el circuito por el que corre a diario y habia esparcido una capa de trozos de vidrio. Supongo que comprendes por que te pido que colabores con nosotros.
Christian no respondio. Volvio la cara y miro por la ventana. Estaba blanco como la nieve que cubria la tierra, y las mandibulas, tensas. Pero hablo con voz fria, sin sentimientos, cuando, con la mirada perdida, repitio:
– No lo se. No-lo-se.
– ?Duele? -Martin miraba los brazos vendados que descansaban sobre la cama. Kenneth asintio.
– ?Podras contestar unas preguntas? -Gosta cogio una silla y le hizo una sena a Martin para que hiciera lo propio.
– Teniendo en cuenta que ya os habeis sentado, habreis dado por hecho que si puedo -respondio Kenneth sonriendo apenas.
Martin no podia apartar la vista de aquellos brazos envueltos en vendas. Debio de dolerle a rabiar. Tanto cuando se cayo como despues, cuando le extrajeron los vidrios.
Miro inseguro a Gosta. A veces tenia la sensacion de que nunca adquiriria la experiencia suficiente como para saber como actuar en las situaciones a que lo enfrentaba el oficio de policia. ?Debia lanzarse y empezar a hacer preguntas? ?O mas bien mostrar respeto por su colega de mas edad y dejar que el iniciase la conversacion? Siempre las mismas dudas. Siempre el mas joven, siempre aquel a quien podian mandar de aca para alla. A el tambien le habria gustado quedarse, igual que Gosta, que fue refunfunando todo el trayecto hasta Uddevalla. El tambien habria querido quedarse a interrogar a Christian y a su mujer, a hablar con Torbjorn y el equipo tecnico y, cuando llegaran, estar en el meollo.
Le molestaba que Patrik prefiriese trabajar con Paula por lo general, pese a que Martin llevaba dos anos mas que ella en la comisaria. Claro que ella tenia experiencia de sus anos en Estocolmo, mientras que el no habia salido de Tanumshede desde que comenzo su breve carrera policial. Pero ?que habia de malo en eso? El conocia el entorno, a todos los malos de la zona, sabia como pensaba la gente de por alli, como funcionaba el pueblo. Si hasta estuvo en el mismo curso que algunos de los peores tipos. Para Paula eran unos desconocidos. Y desde que se habian difundido por el pueblo los rumores sobre su vida privada, muchos la miraban con suspicacia. El no tenia nada en contra de las parejas del mismo sexo, pero muchas de las personas con las que tenian que haberselas a diario no eran tan comprensivas. Por eso le resultaba un tanto extrano que ultimamente Patrik siempre quisiera destacar la figura de Paula. Lo unico que Martin pedia era que le demostrara algo de confianza. Que dejaran de tratarlo como a un ninato. Ya no era tan joven. Y ademas, ya era padre.
– ?Perdon? -Estaba tan inmerso en aquellos pensamientos que no habia reparado en que Gosta le estaba preguntando algo.
– Si, te decia que quiza quieras empezar tu.
Martin se quedo mirandolo asombrado. ?Le habria leido el pensamiento? Pero aprovecho la oportunidad:
– ?Podrias darnos tu version de lo que ocurrio?
Kenneth alargo el brazo en busca de un vaso de agua que habia en la mesa, junto a la cama, antes de caer en la cuenta de que no podia utilizar las manos.
– Espera, yo te ayudo. -Martin cogio el vaso y le ayudo a beber con la pajita. Luego, Kenneth volvio a apoyar la cabeza en los almohadones y les refirio tranquila y serenamente lo ocurrido desde que se ato las zapatillas para salir a correr, como todas las mananas.
– ?Que hora era cuando saliste? -Martin habia sacado lapiz y papel.
– A las siete menos cuarto -respondio Kenneth, y Martin lo anoto sin vacilar. Tenia la impresion de que si Kenneth decia que eran las siete menos cuarto, es que salio a esa hora. En punto.
– ?Sales a correr todos los dias a la misma hora? -Gosta se retrepo y se cruzo de brazos.
– Si, con una variacion de diez minutos, mas o menos.
– ?No te planteaste…? Quiero decir, teniendo en cuenta… -A Martin se le trababa la lengua.
– ?No te planteaste saltarte la carrera, teniendo en cuenta que tu mujer fallecio ayer? -completo Gosta sin sonar desagradable y sin que sonara como una acusacion.
Kenneth no respondio enseguida. Trago saliva y explico en voz baja:
– Nunca habia necesitado salir a correr tanto como hoy.
– Lo comprendo -dijo Gosta-. ?Siempre haces el mismo recorrido?
– Si, salvo los fines de semana en que, a veces, aprovecho para dar dos vueltas. Soy bastante cuadriculado, me parece. No me gustan las sorpresas, las aventuras ni los cambios. -Guardo silencio. Tanto Gosta como Martin comprendian a que se referia y callaron tambien.
Kenneth carraspeo y volvio la cara para que no vieran que se le llenaban los ojos de lagrimas. Un carraspeo mas, para que la voz aguantase:
– Ya digo, me gustan las rutinas. Llevo mas de diez anos corriendo asi.
– Supongo que son muchos los que lo saben. -Martin levanto la vista del bloc despues de haber escrito «diez anos» y de rodear esas palabras con un circulo.
– No he tenido ningun motivo para mantenerlo en secreto. -Una sonrisa afloro a los labios, pero se esfumo enseguida.
– ?No te cruzaste con nadie esta manana por el circuito? -pregunto Gosta.
– No, ni un alma. Normalmente no me encuentro a nadie. En alguna ocasion aislada me he encontrado con algun madrugador que ha salido con el perro, o con alguien que ha salido a pasear en el cochecito a unos ninos muy despiertos. Pero no es lo normal. Por lo general, siempre estoy solo. Y asi fue esta manana, de hecho.
– ?No viste ningun coche aparcado por alli cerca? -Martin recibio de Gosta una mirada de aprobacion al oir aquella pregunta.
Kenneth reflexiono un instante.
– No, creo que no. No podria jurarlo, claro, puede que hubiera algun coche y que yo no me fijara, pero no, bien mirado, me habria dado cuenta.
– De modo que nada fuera de lo normal, ?no? -insistio Gosta.
– No, como todas las mananas. Salvo que… -Dejo la frase en el aire y Kenneth empezo a llorar otra vez.
Martin se sintio culpable porque lo incomodaba ver llorar a Kenneth. Se sentia un poco torpe e ignoraba si debia hacer algo, pero Gosta se inclino despacio y cogio una servilleta que habia en la mesa. Con suma delicadeza, le seco las mejillas. Luego volvio a inclinarse y dejo la servilleta en su sitio.
– ?Habeis averiguado algo? -susurro Kenneth-. Sobre Lisbet.