– No, es demasiado pronto. La informacion del forense puede tardar un tiempo en llegar -dijo Martin.

– Ella la mato. -El hombre que estaba en la cama se encogio y se hundio con la mirada perdida en el vacio.

– Perdona, ?que has dicho? -pregunto Gosta inclinandose hacia Kenneth-. ?Quien es «ella»? ?Sabes quien lo hizo? -Martin se dio cuenta de que Gosta contenia la respiracion y comprendio que a el le habia ocurrido lo mismo.

Algo cruzo como un rayo los ojos de Kenneth.

– No tengo ni idea -respondio con firmeza.

– Pero has dicho «ella» -senalo Gosta.

Kenneth evito mirarlo a la cara.

– La letra de las cartas parece de mujer, asi que he dado por hecho que se trataba de una mujer.

– Ya -respondio Gosta dejando muy claro que no lo creia, aunque sin decirlo claramente-. Debe haber alguna razon para que vosotros cuatro precisamente seais el blanco. Magnus, Christian, Erik y tu. Alguien tiene una cuenta pendiente con vosotros. Y todos, bueno, excepto Magnus, decis que no teneis ni idea de quien es ni de por que hace lo que hace. Sin embargo, las acciones de ese tipo suelen sustentarse en un odio profundo y la cuestion es que lo ha provocado. Me cuesta mucho creer que no sepais nada o que no tengais una hipotesis, por lo menos. -Se inclino acercandose a Kenneth.

– Tiene que tratarse de un chiflado. No se me ocurre otra explicacion. -Kenneth volvio la cabeza y apreto los labios.

Martin y Gosta cruzaron una mirada elocuente. Los dos eran conscientes de que no lograrian sacarle mas informacion. Por el momento.

Erica miraba el telefono perpleja. Patrik acababa de llamar de la comisaria para avisarle de que aquella noche llegaria tarde. Le expuso brevemente lo sucedido y Erica apenas podia dar credito. Que alguien atacase a los ninos de Christian. Y a Kenneth. Una cuerda atravesando el circuito, sencillo pero genial.

Y enseguida su cerebro se puso a funcionar. Tenia que ser posible avanzar con mas rapidez. Habia oido el deje de frustracion en la voz de Patrik y lo comprendia. Los acontecimientos se habian multiplicado pero la Policia no se habia acercado a la resolucion del caso.

Movil en mano, reflexiono un instante. Patrik se pondria furioso si ella se inmiscuia. Pero estaba acostumbrada a investigar para sus libros. Claro que, en su caso, se trataba de casos policiales ya cerrados, pero no podia ser tanta la diferencia a la hora de investigar uno que estuviese en curso. Y sobre todo, le resultaba tan aburrido pasarse los dias en casa sin hacer nada… Literalmente, le picaba el gusanillo de hacer algo de provecho.

Ademas, contaba con su instinto, que la habia orientado en la direccion correcta en numerosas ocasiones. Ahora le decia que era Christian quien tenia la clave. Varios datos apuntaban a esa hipotesis: el fue el primero que empezo a recibir aquellas cartas amenazadoras, el celo con que ocultaba todo lo relativo a su pasado y lo nervioso que estaba. Detalles nimios pero importantes. Desde la conversacion que mantuvieron en la cabana, ademas, tenia la sensacion de que Christian sabia algo, de que algo escondia.

Se puso la ropa de abrigo rapidamente, como para no tener tiempo de arrepentirse. Una vez en el coche y mientras conducia, llamaria a Anna para preguntarle si podia ir a recoger a Maja a la guarderia. Ella llegaria a casa hacia la tarde, pero no le daria tiempo de ir a buscar a la nina. En ir a Gotemburgo se tardaba una hora y media, asi que era un viaje largo solo por un capricho. Aunque, si no encontraba nada, aprovecharia para saludar a su medio hermano Goran, de cuya existencia se habian enterado no hacia mucho.

La idea de tener un hermano mayor le resultaba aun un tanto incomprensible. Fue desconcertante descubrir que, durante la Segunda Guerra Mundial, su madre habia tenido en secreto un nino al que tuvo que dar en adopcion. Los dramaticos sucesos del verano anterior trajeron consigo algo bueno, despues de todo, y desde entonces, tanto ella como Anna cultivaron una excelente relacion con Goran. Erica sabia que podia ir a saludarlo y a visitarlo siempre que quisiera, tanto a el como a su madre, la mujer que lo crio.

Anna respondio enseguida que si, que iria a recoger a Maja, a la que tanto sus hijos como los de Dan adoraban. Indudablemente, la pequena llegaria a casa agotada de tanto jugar y atiborrada de dulces.

Solucionado este asunto, se puso en marcha. Escribir libros sobre casos reales de asesinato -unos libros que se convertian en extraordinarios exitos de ventas- le habia permitido adquirir mucha experiencia a la hora de investigar. Eso si, le habria gustado tener el numero del carne de identidad de Christian, se habria ahorrado una serie de llamadas telefonicas. Sin embargo, tendria que arreglarselas con el nombre y lo que, de repente, recordo haberle oido decir a Sanna: que Christian vivia en Gotemburgo cuando se conocieron. Aun seguia dandole vueltas al comentario de May, la companera de la biblioteca, acerca de Trollhattan, pero al final habia decidido que Gotemburgo era, pese a todo, el punto de partida mas logico. Alli vivia Christian antes de mudarse a Fjallbacka, y por alli pensaba empezar, con la esperanza de poder continuar retrocediendo en el tiempo, si fuera necesario. En cualquier caso, no dudaba ni por un momento de que la verdad se hallaba en el pasado de Christian.

Cuatro llamadas mas tarde, ya tenia un dato: la direccion en la que habia vivido Christian antes de mudarse con Sanna. Se detuvo en una estacion de Statoil poco antes de llegar a Gotemburgo y compro un plano de la ciudad. Aprovecho para ir al bano y estirar un poco las piernas. Resultaba terriblemente incomodo conducir con dos bebes entre el asiento y el volante y notaba las piernas y la espalda rigidas y entumecidas.

No acababa de encajarse en el asiento del coche cuando sono el telefono. Mientras intentaba mantener derecha la taza de papel en una mano, cogio el telefono con la otra para mirar la pantalla. Patrik. Mejor seria dejar que se encargase el contestador. Ya se lo explicaria despues. Sobre todo si llegaba a casa con alguna informacion que les permitiese avanzar. En ese caso, no tendria que aguantar algunos de los reproches que sabia la esperaban.

Tras un ultimo vistazo al plano, arranco el coche y giro para salir a la autovia. Hacia mas de siete anos que Christian se mudo de la casa a la que ahora se dirigia. De repente la invadio la incertidumbre. ?Que probabilidades tenia de que quedase alli algun rastro de Christian? La gente se mudaba una y otra vez sin dejar huellas tras de si.

Erica exhalo un suspiro. En fin, ya no tenia remedio, estaba alli y Goran la invitaria a un cafe antes de que volviera a casa. De modo que el viaje no habria sido en vano.

Sono un pitido. Patrik le habia dejado un mensaje.

– ?Donde esta todo el mundo? -pregunto Mellberg mirando adormilado a su alrededor. No habia hecho mas que dar una cabezada y, cuando desperto, se encontro la comisaria desierta. ?Se habrian ido todos a tomar cafe sin avisarle?

Como un tornado, se dirigio a la recepcion, donde encontro a Annika.

– Bueno, ?que es lo que pasa? ?Se han creido que ya ha llegado el fin de semana? ?Por que no hay nadie aqui trabajando? Si se han ido a la confiteria les espera una buena reprimenda cuando vuelvan. Este municipio confia en que siempre estemos preparados para intervenir, y es nuestra obligacion -dijo agitando el dedo en el aire- estar en nuestro puesto cuando los ciudadanos nos necesiten. -Mellberg adoraba el sonido de su voz. Aquel tono imperioso le sentaba de maravilla, siempre se lo parecio.

Annika lo miraba atonita y sin pronunciar palabra. Mellberg empezo a ponerse nervioso. Esperaba que Annika lo bombardease disculpando a sus amigos con un monton de excusas. El comportamiento de Annika le produjo una sensacion muy desagradable.

Al cabo de un rato, Annika respondio tranquilamente:

– Han salido a atender una emergencia. Estan en Fjallbacka. Han pasado muchas cosas mientras tu estabas trabajando en el despacho. -No podia decirse que hubiese pronunciado el verbo «trabajar» con un tono claramente sarcastico, pero algo le decia que la recepcionista era consciente de que habia estado echando un suenecito. De modo que se trataba de salir airoso de aquella situacion.

– ?Por que no me habeis dicho nada?

– Patrik lo intento. Llamo varias veces a la puerta de tu despacho. Pero estaba cerrada con llave y tu no contestabas. Al final, tuvo que irse.

– Si… a veces me concentro en el trabajo de tal manera que ni oigo ni veo nada -dijo Mellberg maldiciendo para sus adentros. Que lata, tener un sueno tan profundo. Era un don, pero tambien un castigo.

– Ummm… -respondio Annika volviendose de nuevo hacia el ordenador.

– ?Y que es lo que ha pasado? -pregunto irritado, aun con la sensacion de que lo habian enganado.

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