arde, y debo decir que no da muy buena imagen entre la gente que salgamos a cubrir emergencias como estas sin que participe el alto mando.
Patrik abrio la boca para responder, pero Mellberg levanto la mano. Era obvio que aun no habia terminado.
– Si no nos tomamos estas situaciones en serio, estamos enviando a los ciudadanos un mensaje erroneo.
– Pero…
– Nada de peros. Acepto tus disculpas. Pero que no se repita.
Patrik noto el pulso bombeandole en los oidos. ?Maldito imbecil! Cerro los punos, pero volvio a abrirlos y respiro hondo. Tendria que pasar por alto a Mellberg y concentrarse en lo mas importante. La investigacion.
– Y ahora, cuentame que ha pasado. ?Que habeis averiguado? -Mellberg se inclinaba ansioso hacia delante.
– Yo habia pensado celebrar una reunion en la cocina. Si a ti te parece bien -anadio Patrik con serenidad.
Mellberg reflexiono unos instantes.
– Si, puede que sea buena idea. No tiene sentido contarlo dos veces. Bueno, pues manos a la obra. ?Hedstrom? ?Sabes que el factor tiempo es fundamental en investigaciones como esta?
Patrik le dio la espalda al jefe y entro en la cocina. Desde luego, Mellberg tenia razon en una cosa. El factor tiempo era fundamental.
Todo consistia en como sobrevivir. Pero cada ano que pasaba implicaba un esfuerzo mayor. La mudanza habia beneficiado a todos menos a el. A su padre le gustaba su trabajo y a su madre le encantaba vivir en la casa de La bruja y reformarla hasta que quedase irreconocible, hasta borrar todo rastro de ella. Alice parecia estar bien y disfrutar de la paz y la tranquilidad reinantes al menos nueve meses al ano.
Su madre le daba clases en casa. Su padre se opuso al principio, decia que Alice necesitaba salir y tratar con companeros de su edad, que necesitaba a otras personas. Su madre lo miro y le dijo con voz fria:
– Alice solo me necesita a mi.
Y con ello acabo la discusion.
El, entretanto, se iba poniendo cada vez mas gordo, comia constantemente. Era como si el impulso de comer hubiese adquirido vida propia. Se obligaba a tragarse todo lo que caia en sus manos, solo que esa actitud ya no le valia la atencion de su madre. A veces le lanzaba una mirada de repulsion, pero por lo general hacia caso omiso de el. Hacia ya mucho que no pensaba en ella como la hermosa madre de antes y que no anoraba su carino. Se habia dado por vencido y se habia reconciliado con la idea de que el era una persona a la que nadie pudiera querer, que no merecia amor.
La unica que lo queria era Alice. Y ella era, como el, un engendro. Se movia convulsamente, farfullaba al hablar y no sabia hacer la mayoria de las cosas mas sencillas. Tenia ocho anos y no era capaz de atarse los zapatos siquiera. Siempre andaba tras el, siguiendolo como una sombra. Por las mananas, cuando salia camino del autobus de la escuela, ella se sentaba a mirarlo junto a la ventana, con las manos en el cristal y los ojos llenos de nostalgia. El no lo comprendia, pero tampoco se lo impedia.
La escuela era un suplicio. Todas las mananas, cuando subia al autobus, se sentia como si lo condujeran a una prision. Las clases si le interesaban, pero los recreos le infundian terror. Si los cursos intermedios habian sido espantosos, en los superiores todo era peor aun. Siempre andaban tras el, chinchandole y acosandolo, le destrozaban la taquilla y lo perseguian por el patio insultandolo. No era tonto y sabia que estaba predestinado a ser una victima. Con aquel cuerpo suyo tan obeso cometia el peor de todos los pecados: destacar. Lo comprendia, pero eso no lo hacia mas llevadero.
– ?Te encuentras el pito cuando vas a mear o te estorba la barriga?
Erik. Sentado con actitud indolente a una de las mesas del patio, rodeado del grupo habitual de secuaces ansiosos. El era el peor. El chico mas popular de la escuela, guapo y seguro de si mismo, descarado con los profesores y con acceso permanente a cigarrillos que el fumaba y que tambien compartia con sus adeptos. No sabia a quien despreciaba mas, si a Erik, que parecia actuar por pura maldad, siempre buscando nuevos modos de herir a la gente, o a los imbeciles de sonrisa bobalicona que lo admiraban calentandose al resplandor de su brillo.
Al mismo tiempo, sabia que daria cualquier cosa por ser uno de ellos. Por poder sentarse a la mesa con Erik, aceptar sus cigarrillos, comentar el aspecto de las chicas que pasaran por delante y recibir el premio de las risitas de complacencia y el rubor de las mejillas.
– ?Oye! ?Que te estoy hablando a ti! Y cuando yo te hable, tu me respondes, ?te enteras? -Erik se levanto de la mesa mientras los otros dos lo miraban expectantes. La mirada de Magnus, aquel chico tan deportista, se cruzo con la suya. A veces creia advertir en el un atisbo de compasion, pero, en tal caso, no era suficiente para que Magnus se atreviera a caer en desgracia con Erik. Kenneth era sencillamente un cobarde y siempre evitaba mirarlo a la cara. Ahora estaba concentrado en Erik, como esperando seguir sus instrucciones. Pero Erik no tenia hoy energia suficiente para meterse con el, porque se sento otra vez y le grito:
– Anda, largate, ?pringoso repugnante! Hoy te libras de la paliza, si corres un poco.
Lo que mas deseaba en el mundo era plantarle cara y decirle a Erik que se fuera a la mierda. Darle una buena tunda, con fuerza y precision, mientras los demas, que habrian ido acudiendo a mirar, comprendian que su heroe estaba cayendo. Y Erik levantaria la cabeza del suelo con esfuerzo y, con la nariz chorreando sangre, lo miraria con un respeto nuevo. A partir de ahi, se habria ganado un puesto en la pandilla. Perteneceria al grupo.
En cambio, se dio media vuelta y echo a correr. Cruzo el patio tan rapido como pudo. Le dolia el pecho y le temblaba la grasa mientras corria. Los oyo reir mientras se alejaba.
Erica dejo atras la rotonda de la carretera de Korsvagen con el corazon en un puno. El trafico de Gotemburgo la ponia siempre muy nerviosa y justo aquel cruce le daba panico. Pero salio ilesa y tomo la calle Eklandagatan mientras buscaba la calle adecuada por la que girar.
Rosenhillsgatan. El bloque de apartamentos se hallaba al final de la calle, con vistas a Korsvagen y a Liseberg. Comprobo el numero y aparco el coche delante del portal. Miro el reloj. El plan consistia en llamar a la puerta y confiar en que hubiera alguien en casa. Si no era asi, habia acordado con Goran que pasaria un par de horas en casa de su madre, y luego volveria a intentarlo. En ese caso, llegaria muy tarde a casa, asi que cruzo los dedos deseando tener la gran suerte de que el inquilino estuviera en casa. Habia memorizado el nombre cuando hizo las llamadas camino de Gotemburgo, y lo encontro enseguida en el portero automatico. Janos Kovacs.
El timbre sono una vez. Nadie respondia. Volvio a llamar y entonces se oyo un ruidito seguido de una voz que hablaba sueco con mucho acento.
– ?Quien es?
– Soy Erica Falck. Me gustaria hacerle unas preguntas sobre una persona que vivio antes en este apartamento, Christian Thydell -dijo expectante. Aquella explicacion sono sospechosa incluso a sus oidos, pero esperaba que el hombre sintiera curiosidad y la invitara a entrar. El zumbido de la puerta le demostro que habia tenido suerte.
El ascensor se detuvo en la segunda planta y Erica salio al rellano. Vio entreabierta una de las tres puertas y un hombre de unos sesenta anos, bajito y con algo de sobrepeso, la miraba maliciosamente por la rendija. Al ver la barriga gigantesca de Erica quito la cadena y abrio la puerta de par en par.
– Entre, entre -dijo efusivo.
– Gracias -respondio Erica al entrar. Le llego a la nariz un olor penetrante a muchos anos de comidas muy especiadas y noto que se le revolvia el estomago. En realidad, no se trataba de un olor desagradable, pero el embarazo le habia agudizado el sentido del olfato y se habia vuelto sensible a los olores intensos.
– Tengo cafe, cafe del bueno, fuerte. -Senalo hacia una pequena cocina que habia enfrente, al final del pasillo. Erica lo siguio y echo un vistazo a la habitacion que parecia ser la unica del apartamento. Servia de sala de estar y dormitorio.