Asi que alli habia vivido Christian antes de mudarse a Fjallbacka. Erica noto que el corazon se le aceleraba de ansiedad.
– Sientate. -Janos Kovacs poco menos que la sento en una silla antes de servirle el cafe. Con un grito triunfal, coloco una gran bandeja de galletas.
– Galletas de semilla de amapola. ?Una especialidad hungara! Mi madre suele mandarme paquetes de estas galletas porque sabe que me encantan. Pruebelas. -La animo a coger una y Erica la probo. Un sabor nuevo, desde luego, pero muy rico. De repente cayo en la cuenta de que no habia probado bocado desde el desayuno y las tripas le rugieron con gratitud cuando el primer bocado aterrizo en el estomago.
– Tiene que comer por dos, coja otra galleta, coja dos, ?coja las que quiera! -Janos Kovacs empujo la bandeja con ojos chispeantes-. Menudo nino, que grande -dijo sonriendo y senalandole la barriga.
Erica le devolvio la sonrisa. No pudo evitar que se le contagiara su buen humor.
– Bueno, lo que ocurre es que hay dos.
– Ah, gemelos. -Dio una palmadita de entusiasmo-. Que bendicion.
– ?Usted tiene hijos? -pregunto Erica con la boca llena de galleta.
Janos Kovacs se irguio lleno de orgullo.
– Tengo dos hijos estupendos. Ya son mayores. Los dos con buen trabajo. En la casa Volvo. Y tambien tengo cinco nietos.
– ?Y su mujer? -pregunto Erica timidamente mirando a su alrededor. No parecia que alli viviese ninguna mujer. Janos Kovacs seguia sonriendo, pero con menos alegria.
– Hara siete anos mas o menos que, un buen dia, llego a casa y me dijo «me voy». Y se marcho. -Hizo un gesto de impotencia-. Y entonces fue cuando me mude aqui. Viviamos en la casa, en el piso de abajo. -Senalo el suelo-. Pero cuando me jubile anticipadamente y mi mujer me dejo, no podia seguir en la casa. Y, al mismo tiempo, Christian conocio a aquella chica y decidio mudarse, y yo me traslade aqui. Al final todo se arregla de la mejor manera -exclamo como si de verdad pensara lo que acababa de decir.
– O sea que conocia a Christian desde antes de que se mudara, ?no? -dijo Erica tomando un sorbito de cafe, que tambien estaba buenisimo.
– Bueno, conocerlo no lo conocia. Pero nos cruzabamos a menudo por el edificio. Yo soy bastante manoso - dijo Janos Kovacs levantando las manos-, asi que ayudo a la gente siempre que puedo. Y Christian no sabia ni cambiar una bombilla.
– Ya, me lo imagino -respondio Erica sonriendo.
– ?Usted conoce a Christian? ?Por que pregunta por el? Hace muchos anos que se fue. No le habra pasado nada, ?verdad?
– Soy periodista -explico Erica antes de recurrir a una excusa que habia ido inventando por el camino-. Christian es escritor y yo habia pensado escribir un articulo sobre el, asi que estoy intentando averiguar algo sobre su pasado.
– ?Que Christian es escritor? Vaya, no esta nada mal. Desde luego, siempre lo veia con un libro en la mano. Y en el apartamento tenia una pared entera llena de libros.
– ?Sabe a que se dedicaba cuando vivia aqui? ?En que trabajaba?
Janos Kovacs meneo la cabeza.
– No, no lo se. Nunca le pregunte. Hay que tener un poco de respeto por los vecinos. No inmiscuirse. Si alguien quiere contar algo, lo cuenta.
A Erica le parecio una filosofia muy sana y penso que le gustaria que hubiera mas personas en Fjallbacka que compartieran esa opinion.
– ?Recibia muchas visitas?
– Nunca. La verdad es que a mi me daba un poco de pena. Siempre estaba solo. El ser humano no esta hecho para la soledad. Necesitamos compania.
En eso tenia toda la razon, penso Erica con la esperanza de que Janos Kovacs si tuviese quien lo visitara de vez en cuando.
– ?Se dejo algo aqui? ?En el trastero, por ejemplo?
– No, cuando yo me mude, esto estaba vacio. No habia dejado nada.
Erica decidio darse por vencida. No parecia que Kovacs tuviese mas informacion sobre la vida de Christian. Le dio las gracias y rechazo con amabilidad, pero con determinacion, la oferta de llevarse una bolsa de galletas.
Estaba a punto de salir cuando Janos Kovacs la detuvo.
– ?Pero bueno! No se como he podido olvidarlo. Me estare volviendo viejo -dijo golpeandose la sien con el dedo indice, se dio la vuelta y entro en la habitacion. Al cabo de unos minutos, volvio con algo en la mano.
– Cuando vea a Christian, ?podria entregarle esto? Digale que hice lo que me pidio, que tire todo el correo que recibia. Pero esto… bueno, me parecio un poco raro tener que tirarlas. Teniendo en cuenta que ha recibido una o dos al ano desde que se mudo, es obvio que se trata de alguien que, decididamente, quiere ponerse en contacto con el. Como no me dio su nueva direccion, las fui guardando. Deselas y saludelo de mi parte. -Y con otra de sus esplendidas sonrisas, le dio las cartas.
A Erica le temblaban las manos cuando las cogio.
De repente, el silencio resonaba en la casa. Se sento a la mesa de la cocina y apoyo la cabeza en las manos. Le retumbaba el pulso en las sienes y habian vuelto los picores. Le ardia y le escocia todo el cuerpo cuando se rascaba las heridas de la palma de la mano. Cerro los ojos y apoyo la mejilla en la mesa. Trato de adentrarse en el silencio y de ahuyentar la sensacion de que algo lo invadia penetrandole la piel.
Un vestido azul. La imagen le paso fugaz bajo los parpados. Desaparecia y volvia a aparecer. El bebe en el regazo. ?Por que nunca veia la cara del bebe? Era un vacio sin contorno y no lograba distinguirlo. ?Lo logro alguna vez, o habria quedado el bebe ensombrecido por aquel amor inmenso que le profesaba a ella? No lo recordaba, hacia tanto de eso.
Empezaron a aflorar las lagrimas y poco a poco se formo en la mesa un charco diminuto. El llanto cobro fuerza, ascendio por el pecho y surgio en oleadas hasta que empezo a temblarle todo el cuerpo. Christian levanto la cabeza. Tenia que ahuyentar aquellas imagenes; apartarlas de sus pensamientos. De lo contrario, estallaria y se romperia en mil pedazos. Dejo caer la cabeza pesadamente sobre la mesa, estampo en ella la mejilla. Noto la madera contra la piel, y luego levanto la cabeza y la estampo una y otra vez, aplastandola contra la dura superficie de la mesa. En comparacion con la picazon y el escozor que sentia en todo el cuerpo, aquel dolor resultaba casi agradable. Pero no le servia para apartar las imagenes. Ella se le aparecia igual de nitida, igual de viva. Le sonreia y le tendia una mano, se hallaba tan cerca que habria podido tocarlo tan solo extendiendo la mano un poco mas.
?No habia oido un ruido en el piso de arriba? Christian se detuvo a mitad del movimiento, con la cabeza a unos centimetros de la mesa, como si alguien, de repente, hubiese pulsado el boton de pausa en la pelicula de su vida. Aguzo el oido, se mantuvo totalmente inmovil. Si, algo se oia en el piso de arriba. Sonaba como a pasos ligeros.
Christian se incorporo despacio con el cuerpo en tension, alerta. Luego, se levanto de la silla y, tan silencioso como pudo, se dirigio a la escalera. Cogiendose de la barandilla, fue subiendo muy pegado a la pared, donde sabia que los listones crujian menos. Con el rabillo del ojo advirtio un aleteo, algo que pasaba volando arriba, en el pasillo. ?O habrian sido figuraciones suyas? Ya habia desaparecido y la casa estaba de nuevo sumida en el silencio.
Crujio un peldano y contuvo la respiracion. Si ella estaba arriba, ahora sabria que el estaba subiendo. ?Lo estaria esperando? Sintio que lo embargaba un extrano sosiego. Su familia ya no estaba. A ellos ya no podia hacerles mas dano. Alli solo se encontraba el, aquello era entre el y ella, como al principio.
Se oyo el sollozo de un nino. ?O no seria un nino? Volvio a oirlo y ahora sono como cualquiera de los muchos sonidos que pueden oirse en una casa vieja. Christian avanzo con cuidado unos pasos mas y llego a la primera planta. El pasillo estaba desierto. Lo unico que se oia era su respiracion.
La puerta del dormitorio de los ninos estaba abierta. Alli dentro todo estaba manga por hombro. Los tecnicos policiales lo habian revuelto mas aun y ahora se veian tambien por toda la habitacion las manchas negras del polvo para las huellas. Se sento en medio del dormitorio con la cara vuelta hacia la pintada de la pared. Seguia pareciendo sangre a primera vista. «No los mereces.»
Sabia que ella tenia razon, que no los merecia. Christian continuo mirando fijamente aquellas palabras, hasta